LAS ROZAS (MADRID)

La puerta grande fue para la Sonrisa de María


sábado 23 marzo, 2024

Era un día especial, uno en el que lo realmente importante, más allá del resultado del festejo, era el éxito en la taquilla y el motivo del mismo: hacer aún más grande y luminosa (su fuera posible) la Sonrisa de María. Una sonrisa tan hermosa como difícil, pues en ella se esconde la dureza de esa maldita enfermedad que aqueja a tantos y tantos niños. Y han sido ellos, a través de la propia Maria, tan guapa en esa barrera junto a la Infanta Elena, los que realmente salieron esta tarde a hombros de Las Rozas, acompañados de los toreros que, una vez más, han demostrado que la solidaridad y la generosidad son unos valores innegociables en el toreo.

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La rejoneadora Lea Vicens y, a pie, Gonzalo Caballero, hacían el paseíllo este sábado en la corrida benéfica que tenía lugar en la localidad madrileña de Las Rozas. Todos los beneficios iban a parar contra el cáncer infantil a través del proyecto “La Sonrisa de María”. Se lidiaban toros de Fermín Bohórquez, El Pilar, La Palmosilla y El Parralejo.

El temple de Léa le asegura la puerta grande

Se fijó pronto en la montura de Léa Vicens el primero, la que tardó poco la amazona en descubrir sus querencias hacia los tableros y supo aprovecharlas con «Aladín», primero para engancharlo a la grupa de su caballo en un templado aunque corto galope, y después para buscar por los adentros los embroques para dejar los palos tras una batida a pitón contrario. Con el toro más aplomado lució mejor la elasticidad y torería de «Diluvio», aunque faltó la transmisión del toro para calar en el tendido. Por eso la francesa optó por alegrar con el caracoleo y las rosas sobre «Greco», antes de atacar con un efectivo rejonazo a lomos de «Espontáneo». Faena sobria y templada de Léa que le aseguró la puerta grande.

Caballero y la suavidad como remedio ante el segundo del Pilar

Bastaron dos acometidas para que Gonzalo Caballero descibriera el templado ritmo del buen segundo, al que saludó con unas encajadas verónicas de mano baja, muy suaves, pero que no pudieron ser más profundas por la evidente falta de fuerza del toro, la misma que se hizo aún más latente tras el puyazo. Por eso las pausas y los largos paseos, por eso la muleta alta y los toques sin violencia. Por eso la delicadeza del trato de Gonzalo, centrado y dispuesto. El toro claudicaba, una pena. Pero varios naturales fluyeron líquidos, así como unos derechazos prácticamente medicinales, que obligaban al tiempo que sujetaban al toro sin afligirlo. Es cierto que había belleza en el trazo, pero la emoción no pudo hacer presencia. Dos pinchazos (en el segundo se partió la espada por la mitad) fueron suficientes para despenar al toro.

Caballero indulta la humillada codicia de «Jalaperras»

Descompuso sus primeras embestidas en el capote del madrileño el tercero, pero mostró la humillación que, tras una interesante pelea en varas y el brindis de Caballero a la Infanta Elena, fue clave en la muleta, sobre todo porqué estuvo acompañada de codicia y repetición. Siempre por abajo, por donde supo enganchar Gonzalo con los vuelos de la franela, más largos siempre al natural, pero con más ritmo por derechazos, allí, en los medios. Esa forma de meter la cara abajo y estirar el cuello tras el embroque, sin derrotar, imprimieron una calidad tremenda, que se potenció con el temple que supo mantener el torero. Los pases de pecho del cierre, sobre todo uno prácticamente en redondo, y un par de doblones antes de igualar, en medio de una tímida petición de indulto, justo cuando cayó el primer aviso, tuvieron un gusto especial. Apuró Gonzalo una serie más al natural por ambas manos extraordinaria, y unas bernadinas, con el segundo aviso, desembocaron en un indulto exagerado.

El cuarto dura un suspiro y Lea se queda sin premio

Cómo un rayo salió el cuarto, tan corto como rematado, pero el empuje le duró lo que tardó Léa en pararlo con dos galopes y un rejón de castigo. Quiso lucirlo con «Bético», ese precioso castaño morcillo que se cose los pitones a la barriga en los galopes de costado, pero el toro se desfondó. Cambió radicalmente y le costó hasta llegar a los embroques. Tuvo entonces, la amazona, que atacar, pisar terrenos comprometidos, pero ni con esas. Tan aplomado estaba que, con dos banderillas en los lomos del toro, la rejoneadora optó por sacar a «Espontáneo» para la suerte suprema. Sin embargo, los pinchazos y descabellos emborronaron su voluntariosa actuación.

La nada, con el inmóvil quinto

Mostró más celo en los petos que en las telas el quinto, que además se dio una vuelta de campana en el primer muletazo. Le costó todo un mundo al toro, siempre fijo, pero sin movilidad ni fondo para acometer. Gonzalo porfió, se metió entre los pitones, intentó prender las embestidas, pero poco o nada puso sacar en limpio. Incluso, en la suerte suprema, ni siquiera dio un paso adelante y todo lo tuvo que hacer el torero.

Todo lo puso el torero para pasear las dos orejas del cierraplaza

Se guardó Gonzalo Caballero el sentido brindis a María para el sexto; sin embargo, el toro no acompañó, pues fue un inválido absoluto con el que el torero apenas pudo intentar mimarlo para llevarlo entre algodones y, uno a uno, con delicadeza quirúrgica, robarle alguna embestida que le valiera para encajar los muletazos. Más sostenidos al natural. Un cambio de mano emocionó por su lentitud, y hubo más continuidad en las dos series posteriores, surgidas gracias a la entregada voluntad de un torero que lo puso todo. El estoconazo valió el premio.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Rozas (Madrid). Corrida de «La Sonrisa de María», a beneficio de la investigación del cáncer infantil. Casi lleno en los tendidos.

Toros de Fermín Bohórquez (1º, 4º y 5º), El Pilar (2º), El Parralejo (3º) y La Palmosilla (6º). «Joyerito», nº 40, negro. Corto y de escaso cuello el primero, noble y fijo, pero a menos; «Pórtico», nº 40, colorado ojo de perdiz. Bien hecho, aunque muy justo de fuerzas en su fija bondad; «Jalaperras», nº 76, castaño. Indultado. Correcto de presencia y de extraordinario juego, por humillación y codicia; «Resultón», nº 147, negro bragado. Corto y rematado, con muchos pies de salida, pero desfondando y aplomado casi de inmediato; «Solitario», nº 47, negro, bajo, corniabierto y sin remate atrás fue el quinto, que tampoco tuvo movilidad; «Vivo», nº 38, negro. Tan corpulento como escaso de cara y de fuerzas el inválido sexto

La rejoneadora Lea Vicens (Chaqueta champaña): Dos orejas y ovación

Gonzalo Caballero (Rosa y oro): Silencio tras aviso, dos orejas y rabo simbólico, silencio y dos orejas

Sobresaliente – Chapurra (azul marino y oro)