De honradez e integridad hablas, ¡osado! Y podrías hablar de sensibilidad, de cultura, de delicadeza, de respeto… y ni en cien años te entenderían. Pero ni unos ni otros, no te vayas a engañar, que aquí Demóstenes nos sobran pero faltan Cicerones justos, medidos, que no solo le lean la cartilla aCatilina con educación, sino que realmente cojan el toro por los cuernos y demuestren el movimiento andando.
Total, que lo tuyo ya lo pintó Turner, el pintor romántico inglés por excelencia, en «La despedida de Hero y Leandro» (hacia 1837). El cuadro, tenebroso, con un dominio excelso de la luz, cuenta la historia del amor de Hero, una joven sacerdotisa del templo de Afrodita, y de Leandro, el gachóque la enamora. Imagínate la película: Hero tenía que permanecer virgen y encima vivían cada uno en un continente, separados por un brazo de mar. Tragedia asegurada.
El pobre Leandro lo intentó todo y se lanzaba a nado cada noche para ver a su amada. Decía que la luna iluminaba el estrecho. Pero hete aquí que llega el invierno y Leandro se debatía entre ver aHero o morirse hecho un héroe entre tormentas marinas. Y fue y se hizo el valiente. Y Hero se creyó que no llegaba, y se durmió. Y el resto te lo imaginas si digo que termina en tragedia griega.
Perdona por el símil, pero la actualidad y la National Gallery de Londres me lo ponen a huevo. ¿Y sabes lo peor? Que tu Hero, el toreo, no se despierta ni por mil Leandros que se ahoguen intentando conquistarla. Y todo porque en ningún arte como en este hubo jamás tal distancia entre público y aficionados. Y sobre estos Jesulín lo dejó claro. Busca en Google añadiendo «autobús» y salen aproximadamente 66.000 resultados.
