TINTA Y ORO

Sardinas y champán


martes 10 febrero, 2015

Cuando no me reconozco en el espejo del reloj enjuago el retrovisor y le saco brillo a los recuerdos.

Sardinas y champán

 

Cuando no me reconozco en el espejo del reloj enjuago el
retrovisor y le saco brillo a los recuerdos. Entonces quedan los must de la
memoria, el fondo de armario de la vida, esos ratitos por los que merece la
pena haber venido aquí.

Germán San Nicasio está en muchos de ellos. Lo conocí cuando ganó
el IV Premio Literario de la Fundación Joselito.
Era el año 2003 y aquel
estudiante de Arquitectura debutaba como escritor con
«Verde pañuelo” (Ed.
Espasa), «la historia de una frustración”,
por si no pasan de la contraportada.Allí Manolete era un taxista con el sueño de ser torero y la realidad de torear
el volante de un taxi mientras le hablaba de toros a todo el que se subiera al
asiento de atrás, daba igual quien fuera, un abuelo, un yupi, una señora gorda
o una muñeca chochona.

Manolete molaba, pesimista y todo, porque era un tío auténtico.
Como
Germán. Y sobre todo como Carril, que nos presentó, y del que hablaré otro
día porque son las ocho de la mañana y no es plan que se me corra el rímel tan
temprano.

Pero Manolete molaba porque para él esto del toro era algo
natural. Era su vida, sin poses. Y a veces resultaba hasta cargante, pero cómo
sería la cosa que su churri era antitaurina y así y todo se entendían.

El caso es que ahora traigo aquí a Germán porque tiene libro nuevo
que echarse a la solapa. Se llama
«Una sardina en una copa de champán” (Ed.
Eutelequia)
y el lunes que viene estará en las librerías. Es un diario. Como«Diario de un escritor delgado”, su penúltimo libro, en el que retrata a medio
Madrid. También a algún que otro torero. Por ejemplo
Morante. Leo: «Y yo digo
lo que dice mi hermano: que los toros son una tortura, pero con Morante de la
Puebla no sufren nada”
(apunte: su hermano es Pablo, un crack de la guitarra,
que también acaba de ponerse
«Contra las cuerdas” en esto de la literatura).
Total, que es de esperar que entre sardina y champán encontremos algún que otro
guiño táurico.

Después de Germán se acabó el premio literario de Joselito. Pienso
que rompió el molde. Y aunque él ya casi reniega de todo aquello (más que nada
porque ahora escribe mucho mejor, y ya entonces era una bestia), en cada
relectura te encuentras mil oportunidades de sacarle punta al lápiz. Hoy me
quedo con esta:
«Torear consiste en plantarle cara con firmeza a la vida y
decirle: ahora vas a hacer lo que yo diga aunque no quieras. […] La vida
también puede pegarte cornadas, porque esa es su función, y cuando uno se
arriesga sabe a lo que se expone”.