ENTREVISTA

Miguel Abellán: "Me siento un privilegiado de Madrid"


miércoles 11 febrero, 2015

Una temporada de ensueño merecía un regalo de ensueño: será el 2015 el año que, de forma justa, gratificará el mejor año de un torero que levantó corazones en una campaña para la historia

Una temporada de ensueño merecía un regalo de ensueño: será el 2015 el año que, de forma justa, gratificará el mejor año de un torero que levantó corazones en una campaña para la historia

Miguel Abellán es uno de esos toreros que han
ido al encuentro de su momento a lo largo de su carrera. Una carrera larga,
pero jovial por la prontitud con la que Miguel decidió entregar su vida al toreo.
Y encontró su año en una temporada en la que la clave fue reencontrarse con
Madrid aquel 30 de mayo. Las crónicas tildaron de heroicidad aquel momento y la
afición más importante del mundo respiró profundo al ver que Miguel, aquel
chaval que un día soñaba con ser torero cuando por vez primera su alma
novilleril pisó Madrid, se había hecho mayor y no se habían dado cuenta. Se
habían perdido ese paso que había visto la Fiesta. Y se hizo grande Abellán.

 

Puede que se haya tratado del año más
importante de tu carrera. Si tuvieras que definirlo con una palabra, un párrafo
¿cuál sería?

Creo
que esa. Ha sido el año más importante de mi carrera y en el que me he sentido
más torero. Creo que llevaba esperando esto mucho tiempo y por fin ha llegado.
Estoy satisfecho.

¿Puede decirse que Miguel Abellán en 2014 se
ha reencontrado o ha hecho a la afición reencontrar al torero que ya había hace
mucho tiempo?

En
conjunto me vino bien el tiempo en el que estuve apartado de mi profesión.
Aquellos dos años refresqué mi toreo, maduré mi concepto y también maduré como
persona. Estos dos años inactivo le han venido muy bien a mi profesión y
también al aficionado, porque han visto a un Miguel Abellán nuevo.

Quizá ha sido un año que ha llegado justo
cuando unas malditas lesiones han hecho su aparición, ¿cómo has afrontado esa cuesta especialmente
desde la tarde de Madrid y el verano en adelante?

Ha sido
un año muy duro en cuanto a lesiones. Los percances y la salud me han jugado
una mala pasada, pero me quedo con lo positivo, y es que he sabido sobreponerme
a ellos a base de ilusión. Veía que con ella las cosas salían, algo que te
motivaba y te invitaba a querer ser mejor cada día.

Tres puntos álgidos tuvo tu año: la tarde de Madrid en mayo, la de Pamplona en
Julio y la de Valencia. Hubo un momento
en el transcurso de esas corridas en los que mantenías a la plaza entera en un
vilo. ¿Qué se le pasaba por la cabeza a Miguel Abellán en esos instantes?

Pues
imagínate…la de Valencia, en la que me partió las costillas, fue muy dura,
pero aguanté en el ruedo. En esos momentos te anima a seguir adelante la
conexión con el público y con la tarde. Tanto en Madrid como en Pamplona y
Valencia resulté cogido, y me llevó a tirar hacia adelante el aliento del
público. Gracias a él me enfrenté a la temporada.

 

 

 

De Madrid, de su tarde, de esa merecidísma
oreja y de ese paseo dolorido pero triunfal, ¿con qué te quedas?

Con
todo en conjunto. Desde que hice el paseíllo respiré un aroma especial. Desde
que me fui a la puerta de chiqueros hasta el momento en el que abandoné la
plaza por la puerta de la enfermería fue una tarde para el recuerdo. No
destacaría nada en concreto de aquella corrida, porque el conjunto fue
maravilloso. Ha sido una de las tardes más importantes de mi carrera.

La mano izquierda de Miguel Abellán ha sido
de las mejores zurdas de los últimos tiempos. Aquella tarde también diste un
zambombazo por el pitón izquierdo. ¿Podrías definirme cómo entiende el natural
Abellán?

Lo
entiendo a partir de la colocación, que tiene que ser de frente al toro. A
partir de ahí intento engancharlo con la muleta de forma clásica, por el centro
del palillo, cogiéndolo muy adelante y, con la mano baja, enroscártelo en la
cintura. La clave está en dejarle la muleta en la cara, tirando un pie hacia
adelante y colocando el cuerpo perfectamente para que todo sea una comunión
perfecta entre el torero y el toro.

Antes de esos triunfos, volvías a Sevilla con
la corrida de El Pilar, una corrida en la que salió el toro de la Feria en
manos de David Mora. A pesar de no tocar pelo aquella tarde baratillera,
dejaste una grata impresión, especialmente con un inicio de faena al segundo
que caló hondo en La Maestranza.

Sí,
pero Sevilla ha sido el lugar de esta temporada en el que me he llevado un
sabor que no esperaba. He conseguido
triunfar en todos los ruedos menos en La Maestranza. Faltó redondear una tarde
bonita, que no terminó en triunfo rotundo. Ojalá y en este 2015 me quite esa
espinita.

 

 

 

El verano caló hondo en el aficionado. Día
tras día era un sinparar de noticias sobre tus actuaciones triunfales. Gustaste
a la temporada. Qué recuerdas de ese mes de agosto.

En
agosto mantuve una regularidad importante. Con la espada no pinché un toro en
todo el mes, y quizá ese fue uno de los puntos que me dio moral. Cuando uno
está fresco, con las ideas claras y enrazado, lo malo lo ves regular, y lo
regular, bueno. Me veía fácil delante del toro, hacía cosas que no me hubiera
atrevido en otros momentos de mi carrera y veía que me salía todo delante de la
cara del toro. Fue un mes para el recuerdo.

Miguel Abellán sabía que no podía dejar
escapar un 2014 en el que el culmen, antes de La Coruña, estaría en Madrid.
Había que volver a la plaza que un día te lo dio todo. ¿Cómo miraste a Madrid
en aquel paseíllo?

Sobre todo,
agradecido. Madrid siempre me ha situado en mi profesión. Nuevamente este año,
en mayo, me devolvió esa sensación de sentirme torero. La encerrona era un
gesto de reconocimiento y agradecimiento al público de Las Ventas. Me considero
torero de Madrid, admirado y respetado. Fue un gesto, porque los toreros
estamos siempre en deuda con el público y en mi caso mucho más, porque soy
quien soy gracias a Madrid.

Hubo un momento en aquella tarde en el que la
plaza se abandonó. Fue en ese tercero cuando se ofreció a tu toreo, pero la
espada no quiso que salieras en hombros. Qué recuerdas de aquella faena.

El
toro, haciendo gala de su encaste Lisardo, fue frío de salida. No se dejó
torear con el capote, pero fue de menos a más. Fue un grandioso toro de El Puerto,
pero la espada me privó de cortarle las orejas. Recuerdo que por momentos toreé
muy despacio al toro por los dos lados. Hubo momentos en los que la plaza se
rompió conmigo, y los olés de esa faena se me han quedado grabados para
siempre.

En la tarde en general se respiraba un
ambiente de cariño. Creo que lo notaste. Incluso y sobre todo cuando las
circunstancias de tu lesión en la mano se iban agravando por momentos.

Sí, por
eso me considero un privilegiado. Sentí el calor de Madrid hasta el final con
una tarde de Puerta Grande que se la llevó la espada. Me premiaron con una
ovación cerrada después del paseíllo, y eso está al alcance de muy pocos. Aquella tarde me hizo sentirme más grande aún
como torero y sentirme pleno en mi profesión.

Por último, y antes de la tarde en
Huércal-Overa, creo que tu actuación en
La Coruña marcó un fin de temporada esperado. Era una afición que necesitaba
del apoyo de todos por su delicadeza y allí estuviste.

Después
de torear en Madrid mi idea era no torear más, pero Tomás Entero como
empresario de La Coruña nos hizo un llamamiento y nos pidió la colaboración
para sacar adelante la Feria. No podía decir que no, porque era mi obligación
como torero estar allí. Debía arrimar el hombro, porque allí he toreado cuando
la plaza gozaba de salud y ahora también tenía que estar.

 

 

En el 2015 tu plante en los carteles es
totalmente distinto. El toreo ha visto que la verdad de Abellán se ha subido al
carro para no bajarse, ¿cómo planteas tu temporada?

 

Imagino
que recogeré el fruto de la pasada campaña. La afronto con la misma ilusión,
con las ganas de siempre y con el ímpetu de cosechar triunfos sin tener la
necesidad imperiosa de que todas las tardes lo sean, pero con la voluntad de
que así lo sean. Triunfaré donde pueda y no quedará nada por mi parte. Tengo
ganas de rivalizar y de verme anunciado en las Ferias.

Hay un nombre, el de Julián Guerra, que ha
tenido gran parte de culpa en esta ascensión. Es, ante todo, un gran torero y
un gran apoderado.

No cabe
duda. Las cosas nunca suceden por casualidad y, en gran parte, él ha sido
culpable de este triunfo y estoy convencido de que lo que viene será mucho
mejor.