TINTA Y ORO

#orgullocultorito


martes 24 febrero, 2015

Aviso a navegantes: si tienen la bilis a flor de hígado no sigan leyendo porque se les va a amargar el café

#orgullocultorito

Hoy he venido a hablar de nuestro premio, que no le dan a uno un torito made in Iranzo todos los días. Y, como
diría mi abuela, que se mueran los feos (y donde digo feos, digan envidiosos,
chupópteros y abrazafarolas, esto último en honor a mi padre, que luego se me
aparece en sueños porque no le nombro en los agradecimientos).

Vaya por delante que nos lo merecemos. Me voy a ahorrar la falsa
modestia porque no lleva a ninguna parte y yo ya he cogido demasiados taxis sin
destino
. El primero, el ideólogo, Juan Iranzo, un tío de los de quitarse el
sombrero por su creatividad, por su entrega y porque es auténtico. Harían falta
muchos Iranzos (de los de verdad, no de los de las tarjetas black) para darle
una nueva imagen al toreo, pero resulta que Iranzos de verdad solo hay uno y lo
tenemos nosotros
. Que se… mueran los feos.

Luego viene el boss, un tal Hierro que en el fondo tiene el
corazón blandito y la pluma de seda
. Pero para escribir bien también hay que
ser buena gente. Y a juntar letras igual se aprende, pero a lo otro… a lo otro
no.

Con esto de llamarse Marco Antonio podría hacer el juego fácil de
Cleopatra, pero resulta que María tiene más bemoles que todas las Cleopatras
juntas
, así que más quisiera la reina de Egipto que parecerse a la Mansilla en
el ribete de la pintura negra del ojo. Ella, así como en silencio, tiene
controlado al personal, administrado lo inadministrable, y hace ese trabajo tan
callado como imprescindible de engrasar la maquinaria para que todo vaya
saliendo como debe. Sin María hoy Cultoro sería… sería… bueno, quizá no sería.

Y no me olvido de Javier, el hombre de la tecla presta; de Bombito,
el señor de los haluros; de Madois… perdón, de Madueño, el que algún día nos
mirará a todos desde lo alto de una columna de postín (espero que no se te
olvide dónde te creció el bigote, chato); de Lady, Milady, que nos da glamour y
puntito pizpireta (apriétense los machos porque esta chica, aparte de ir mona
siempre, ha creado escuela
); de Cerezo, que hace el trabajo más feo (véase
perseguir anunciantes); y de Emilio, y de más María, y de todos los pastores
que cuidan de este pueblo… perdón, que me voy al ordinario de la Santa Misa
(los curas sí que saben grabarnos letanías a fuego, ¿eh?).

Dicho esto, mi enhorabuena a todos los premiados (se dice así,
¿no?) y en especial al Foro de la Juventud Taurina por esta maravillosa gala
(más de uno debería contrataros para organizar sus eventos, chicos) y, como no
me lo esperaba y no se me da muy bien hablar (oigan, no digan que no me pongo
en el papel), solo quiero dedicar la pequeñísima parte que me toca a mi marido,
por no distraerme mientras escribo estas columnas; a mi hermano, porque sé que
algún día el premio será para él; a mi madre, porque sí; y a mi padre, porque
no. Y porque sé que allá donde esté le estará diciendo a Manzanares: «¿sabe,
maestro? Usted era el torero de mi niña”.