La tradición, dicen, te recuerda de dónde vienes, y eso, es algo latente en la familia del maestro Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’. Su hijo, Pedro Gutiérrez, lo sabe, y comparte con su padre en esas tierras no sólo la tradición con la que se encontró siendo un niño. Allí, en esa finca ubicada San Pelayo de la Guareña, vive una figura del toreo y quién sueña con serlo.
Su origen se remonta al año 1987 cuando fue adquirida por el matador de toros, anunciándola a nombre de sus hijos (Pedro y Verónica Gutiérrez Lorenzo). Una mirada un poco más atrás, hacia 1983, la ganadería fue vendida a José Romero Pérez, quien eliminó todo lo anterior formándola con 133 vacas, 36 machos y 5 sementales adquiridos a Antonio Ordóñez en marzo de 1984, encaste Murube, y así llegó a manos del salmantino.
En 2010, El Niño de la Capea rebautizó su divisa, momento en el que empezó a anunciarse como San Mateo. La realidad sigue viva, y el hierro de Capea penetra en las ferias más importantes de España. Trapío y hechuras, como señas de identidad. Tiempo, paciencia y criterio selectivo son los secretos que han hecho grande la ganadería.
La camada de este año, asegura su hijo, son ejemplares fuertes, con la cara para adelante, y cada uno con su peculiaridad. Lidiarán en Madrid, Cáceres o Pamplona, entre otros, por lo que la exigencia es alta. «Son toros de manos cortas, lo que marca el galope, el ritmo de la embestida, lo que lo hace atractivo para la lidia”, explica su hijo. Su camada para este 2015 supera los cuarenta ejemplares.
Ha iniciado su temporada en Venezuela, lidiando seis toros, y desde ese rincón del Campo Charro se mira con ilusión lo que está por venir, sobran los motivos. A veces, las tradiciones se heredan, y se proyectan, y se lucha por mantenerlas. Esto, la familia Capea lo sabe.
FOTOS: Salamanca RTV al Día