REPORTAJE

La devoción de Sevilla, la devoción de “Gallito”


jueves 2 abril, 2015

La Macarena es, junto a San Bernardo y el Baratillo, la Hermandad más torera de Sevilla. La única vez que vistió de luto fue por la muerte del genio de Gelves

La Macarena es, junto a San Bernardo y el Baratillo, la Hermandad más torera de Sevilla. La única vez que vistió de luto fue por la muerte del genio de Gelves

Esta noche sale a la calle la devoción de Sevilla bajo
palio. A las doce en punto se abrirán las puertas de la Basílica para que la
Hermandad de la Macarena, un año más, pueda cumplir su promesa de visitar
Sevilla y su catedral durante la Madrugá del Viernes Santo. En su saya
irá la pluma que recuerda que un torero, «Gallito», se fue
para siempre ataviado de Esperanza y oro.

Miles de fieles se agolparán a esa hora a las puertas
del célebre templo para que, entre Sentencia y Centuria, aparezca la
devoción de Andalucía doce meses después a visitar su barrio. La histórica
Corporación está íntimamente ligada al mundo taurino, pues la narración de su
historia se trata la de un libro abierto con un sinfín de páginas taurómacas en
su interior. Desde Ignacio Sánchez Mejías, Eduardo Miura –fue Hermano
Mayor de la Corporación-, Pepín y Rafael Martín Vázquez o más
actualmente Dávila Miura han exteriorizado su pasión por la Esperanza.
Pero, sin duda, si un torero llevó su nombre a todos los rincones a lo largo de
su vida , ese fue «Gallito».

 

La pluma de gallo que La Macarena porta cada Madrugada en su saya

 

 

La pluma ¡de gallo! que porta en su saya la Macarena

Si dijera
que es taurina la saya de la Esperanza; si abriera de par en par sus tímidos
bordados para imponer el orden que su padrino Joselito trajo al mundo; si la
pluma que sostiene volviera a incrustarse en la gracia de un torero que, de
Sevilla para el mundo y de Gelves para la Fiesta, cambió el rumbo taurómaco
de la historia siendo él mismo el propio oro que tintaría la edad más áurea
de aquella bonita etapa; si volviera la Esperanza que de los años veinte a la
actualidad ha sido pilar indiscutible de generaciones por espera persistente
y espera de elevada aspiración humana.

Si dijera que es taurina la saya de la Esperanza; si
abriera de par en par sus tímidos bordados para imponer el orden que su padrinoJoselito trajo al mundo; si la pluma que sostiene volviera a incrustarse
en la gracia de un torero que, de Sevilla para el mundo y de Gelves para la
Fiesta, cambió el rumbo taurómaco de la historia siendo él mismo el propio oro
que tintaría la edad más áurea de aquella bonita etapa; si volviera la
Esperanza que de los años veinte a la actualidad ha sido pilar indiscutible de
generaciones por espera persistente y espera de elevada aspiración humana.

Es la devoción de toda una ciudad, es la semilla de un
barrio romano que depositó en ella la belleza más abismal de las entrañas de
Hispalis. La ciudad que, por gracia o pena que derroche su imagen, siente le
pertenece, que es signo y seña de la parte más solemne de lo popular. Así lo
entendió «Gallito».

 

La única vez en la historia que La Macarena fue ataviada de luto sería por la muerte de Joselito. No lo ha vuelto a hacer desde entonces.

 

 

Ni su infranqueable capacidad de ordenamiento
litúrgico de la Fiesta, ni la proeza innumerable de ser el pilar dorado de una
época enquilatada en José y Juan, ni la rivalidad con el propio Pasmotrianero, ni siquiera el tejemaneje de hacer de la tauromaquia una Fiesta digna
de lo que hasta entonces se consideraba basta tradición con meros resquicios
artísticos. Ni siquiera eso. Tan sólo su pasión por la Esperanza.

Cada
Madrugá reitera esa proeza cuando la saya porta en pos de sí la pluma dorada
¡de gallo! con la que la caballerosa Sevilla condecoró a su devoción capital
tras la trágica muerte del torero en 1920. No era para menos: la
«camaronera», las cinco «mariquillas» parisinas
–característica singular de de la talla desde entonces-, los festivales
maestrantes organizados por el mismo Joselito o el atuendo mariano «de
gloria» que el torero le traía desde América hacían que
«Gallito» tratara a la Macarena como si de su Madre física se
tratara. Es la fe a la imagen que da nombre a la ciudad de la Esperanza.

Tremendo
debió ser ver pasear aquel ángel por la Sevilla de principios de siglo;
tremendo debió ser su olor a torero; tremenda su vestimenta, verlo ataviarse
como nadie lo hacía y torear como nadie lo había hecho hasta el momento;
tremendo debiera ser observarle rezar a su Macarena; verlo andar con ese
señorío acomodado mas embriagado de la humildad de los grandes; debiera ser
torero de pies a cabeza. Debiera ser Gallo y Joselito.

Hizo de la Fiesta lo que no era hasta su momento y
llevó su toreo revolucionario al patrón del toreo en la historia. Tuvo
personalidad para afirmar y negarse, para asumir las Monumentales y para decir
que iba a Talavera porque era su vocación la que le exigía esa obligación. Y he
mencionado Talavera: la única ocasión en la historia en que la Esperanza
Macarena hubiera sido ataviada de luto por manos de Rodríguez Ojeda sería tras
el destino trágico de aquel mayo atronador. La que ríe y llora su pena había
quedado huérfana en tierra del toreo eterno de Joselito. Fue entonces cuando López
Alarcón
condecoró a la Esperanza Macarena con una de las composiciones
poéticas más bellas de la historia de la Semana Santa:

Ven, pasajero, dobla la rodilla,

que en la Semana Santa de Sevilla,

porque ha muerto José, este año estrena

lágrimas de verdad la Macarena.

«Gallito», José el de Gelves, el que en la calle Resolana lloró
porque su Esperanza estaba cumplida en la Hispalis más romana; José el de la
lidia, la figura de la historia, el que con señorío de donjuán –pero sin
amores- andaba como el más grande; sí, José, sin el «lito», que para
eso está «Gallito», ese mismo dijo que echáramos la vista San Gil…y
a la pluma que sostiene su Esperanza.

 

Joselito, vestido de nazareno de la Macarena en una Madrugada