AL NATURAL

Un torero de nombre Abellán


sábado 25 abril, 2015



Es normal que haya evolucionado. No han sido pocas las grietas en el camino, ni las carnes abiertas, ni los momentos de soledad recuperando cuerpo y alma. No han caído en saco roto ni las unas ni las otras, y hoy el torero de púrpura y plata que lucía espectacular en su regreso a Sevilla no era el mismo que derrocha facilidad en las plazas porque tiene en las muñecas el toque y en la cabeza el toreo.

Miguel no siempre compromete el chispeante como hoy. Tal vez porque ha aprendido, a base de tragar pitón y rechazar mierda, que uno tiene -como aseguraba el maestro Ordóñez- cuatro o cinco tardes por temporada de estar dispuesto a no volver a la habitación del hotel. Aunque en alguna, como hoy, quede el esfuerzo en la consolación pública de una ovación.

Pública, sí, porque a ese torero llamado Abellán hoy lo admirarán un poco más sus compañeros de terno. Hoy, que vio arrastrar en silencio al peor toro de una corrida con posibles después de entregarle el pecho e interpretarle las malas formas para tornarlas regulares. Envolverá el olvido su faena de hoy en un mundo poco dado a recordar los esfuerzos cuando no los corona el triunfo. Pero Miguel, que tiene dentro al torero de nombre Abellán, llegará al hotel, se mirará al espejo, y no tendrá nada que reprocharse. Eso no le sirve al Guerra para firmarle más contratos, pero le llenará al torero el depósito del corazón.

Miguel sabe que fue él quien le moldeó al feo Jandilla cuatro derechazos hondos por buscar entre escombros material para soñar. Porque estaba en Sevilla, estrenando terno y alma y con ganas de jugarse el cuero. Se lo pedía a gritos el torero que encierra, que no es el mismo que antaño porque ahora sabe paladear. Y no sienta igual el toreo cuando no lo has soñado antes. Ni parecido…