LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Un poema entre las zarzas


miércoles 13 mayo, 2015

Talavante firma un toreo de kilates al natural con el único toro bien tratado de la corrida del Ventorrillo. Silencio para Padilla y El Cid

Talavante firma un toreo de kilates al natural con el único toro bien tratado de la corrida del Ventorrillo. Silencio para Padilla y El Cid

La poesía aparece donde menos te la esperas. Puede surgir de una lágrima, un copo de nieve, una hoja seca o el dulce trinar de un pájaro en primavera. La poesía surge, nace, cohabita en el día a día donde mora el horror, la tragedia y hasta las zarzas con que defiende el rosal su flor.

Eso mismo, un rosal sin flores, pareció la corrida de hoy, donde surgió un poema que no por esperado fue menos hermoso. Al menos, para la mayoría capaz de dejarse sorprender y no sujeta a normas que no se cuestionan aunque no terminemos de entenderlas en el ruedo. Surgió de la mano esperada, la que lleva todo el año escribiendo versos cada vez con más dimensión. Hoy los dejó con ajuste, con cadencia, con compás, aunque alguno le gritara que lo abriera -se refería a las piernas, el compás en el toreo es otra cosa-.

Entre las zarzas de El Ventorrillo, que alguna rosa más de la vista traían en capullos sin abrir, se plantó Talavante con natural parsimonia para torear de verdad. Hierático en la llegada briosa del tercero, con la mano suelta para ofrecer el vuelo, el paso adelante después, sin estridencias, sin aspavientos para abrocharle una media y salir andando. Tiene Alejandro en la zurda el don divino del toreo, y valor para setenta toreros grandes, porque no estaba definido el bicho cuando se fue a los medios con el trapo en la chota y le dio veinte metros a la inercia del animal. La zurda, la que llaman de los billetes, que engancha el belfo a lo eterno o lo escupe a la ruina en menos de dos segundos de tensión. Hacia atrás lo llevó Talavante, que con el pecho entregado y los frentes metidos llevaba el vuelo tras la cadera con muñeca y cintura eternas. Tremendo.

Una oreja paseaba el Tala que escondía más que contaba. Porque faltan dos tardes por ver a Alejandro en Madrid, donde sorprendió su inclusión de nuevo en la de El Ventorrillo que no había vuelto a matar desde que se encontró con Cervato, aquel burraco en castaño que con un punto más se hubiera ido de punto. Al tercero le cavó en el fondo; con el sexto era tarea estéril.

Como lo es pensar que va a cambiar Padilla su personalidad y su fondo para venir a Madrid. Porque no debe, entre otras cosas. Padilla respeta este coso como pocos, pero no tiene más armas que ofrecer de frente. Se entrega el Ciclón cada vez que se viste de torero, pero en Madrid se pide la entrega en forma de compromiso, de capacidad y hasta de sacrificio, porque en este ruedo se paga con sangre hasta una triste ovación. Y no fue Padilla hoy ni siquiera bullanguero para calentar tendidos; dos trasteos aburridos, desacoplados y sin fondo se fueron con dos silencios como era de esperar. Más pinchos en las zarzas de la tarde.

Menos se esperaba, sin embargo, la abulia anodina de El Cid, que tiene esperando seis de Victorino cuando se abra el telón de junio y hoy ha dejado sin vender entradas de los que estaban indecisos. Hasta quiso enseñar disposición y entrega dándole metros al quinto al iniciar de muleta y tuvo que acercarse a él para que se arrancase con brío cuando lo citó -sin querer- en el sitio de ponerse. Mal se le ponen las cosas a Manuel, al que ya no le acompañan los mimbres que lo encumbraron cuando venía en verano. Y eso que aquí que están deseando que la zurda vuelva a lucir, pero hoy escuchó hasta pitos. Y se fue entre zarzas.

Porque sólo hubo un poema, uno sólo, que se equipare como arte al toreo de verdad. Y ese lo firmó Talavante para decirle a Madrid que espere, que tiene dos tardes más.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, sexta de abono. Casi lleno en los tendidos.

Seis toros de El Ventorrillo, bien presentados y con cuajo. Noble y de fondo a menos el primero; desrazado y aplomado el segundo; de calidad en el pitón izquierdo y buen fondo el tercero; manejable a menos el cuarto; desrazado y deslucido el quinto; vacío de contenido el manso sexto.

Juan José Padilla (marino y oro): silencio en ambos.

El Cid (marino y oro): silencio y pitos.

Alejandro Talavante (gris perla y oro): oreja y silencio.

 

FOTOS: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO