LA MÉXICO

La maciza lentitud de El Payo y la firme decisión de Castella


domingo 4 diciembre, 2016

Firme actuación de Castella sin espada y desmayada lentitud de El Payo, al que el palco le manga la segunda oreja de una gran faena al sexto

Firme actuación de Castella sin espada y desmayada lentitud de El Payo, al que el palco le manga la segunda oreja de una gran faena al sexto

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ

Acogía en la tarde de este sábado la Monumental Plaza de
toros México la quinta corrida de toros de su Temporada Grande Internacional,
un festejo en el que hacían el paseíllo Sebastián Castella y El Payo, mano a
mano. Luis David Adame finalmente no pudo comparecer en este cartel para
confirmar su alternativa por estar convaleciente de su rotura de clavícula en
la pasada Feria de Calaveras de Aguascalientes. Un encierro de San Isidro era
la materia prima para la ocasión. Y con una cerrada ovación recibió Insurgentes a los dos toreros al romper el paseíllo.

Con mucha solvencia pero si excesiva brillantez saludó Castella la encendida arrancada del primero, lleno en la caja, rematado en la expresión y justo en la cara, humillador pero rectilíneo en la intención de la embestida. Con mucha facilidad y con poder derribó el toro en la primera vara, después de campanear al penco. Entró El payo a la competencia en quites en un brillante turno por verónicas que no respondió Sebastián. Y muy vertical comenzó la faena, ofreciendo firme trapo a la rebrincada y descompuesta embestida de un animal que tenía la obediencia como principal virtud. Siempre sobre el pitón izquierdo, trató de imponerle mando el galo, pero fue el animal quien terminó por imponer el ritmo sin ofrecer más bravura que la mínima intención de correr tras el trapo. Le conquistó el sitio Castella con facilidad y allí se acabó su raza. Lo demás fue porfía del francés con el bicho buscando tabla. Bien al natural en el epílogo, falló con la espada y terminó por escuchar silencio.

Tuvo mucha seguridad con el capote El Payo para recibir al hermoso berrendo que hizo segundo, humillado en la intención pero corto en el viaje, tendente, por la falta de fuerza, a quedarse bajo el percal. Mucho relajo tuvo el inicio del mexicano, que aprovechó el caminar cansino del toro para torear muy despacio con la mano zurda, deletreando el toreo con tremendo gusto, dejando muletazos sublimes entre las tandas. A menos se iba poco a poco el de San Isidro, pero a más el sentimiento del rubio torero, que degustó cada segundo de los larguísimos naturales, sin forzar la voluntad del animal para que no se derrumbase, pero poniéndole mucha expresión a cada movimiento. Muy sereno siempre el mexicano, supo encajar su concepto en una faena de gran belleza, utilizando el valor seco para torear hasta las manoletinas del final. El mal uso del acero privó a Octavio de tocar pelo. Ovación.

Muy pronto se hizo presente Castella para recibir al berrendo tercero con cadencia y compás en el capote hasta que quiso irse suelto el toro del percal del galo. Tan ajustado como reunido anduvo Sebastián en el quite por chicuelinas, brillante, bien abrochado con una revolera muy vistosa. Se instaló en los terrenos del tercio para iniciar la labor con el áspero animal, que no terminaba de repetir con franqueza en los ayudados del francés. Al suelo le quiso amarrar Castella la cara suelta al berrendo, y consiguió meterlo en cintura exigiendo por abajo, seguro en los terrenos, con más dificultades para cogerle el puso a la brusca arrancada. Le puso firmeza Sebastián y le buscó las soluciones sin desesperar, pero comenzó a reponer y a venirse descolocado el animal, muy a menos en su comportamiento. A este sí lo mató a la primera, pero también escuchó silencio.

Más basto era el cuarto, con cuajo, pero también con una embestida corta y de cara suelta que terminó por salir suelto del capote de El Payo. Quiso el mexicano cuidar las pocas virtudes del animal en los primeros tercios, pero ya en el inicio de muleta decidió claudicar el de San Isidro. Perseveró Octavio con seguridad y dio con la tecla para que repitiese el toro grandón. Lo puso en ritmo tocando tras un tiempecito, impidiendo que se parase y poniendo luego compostura al toreo. Confió siempre El Payo, a pesar de las pasadas deslucidas y a media altura, apesar de la renuencia para embestir, convirtiendo en regular una arrancada muy mala. Volvió a pinchar y el silencio valoró su labor.

Tampoco el sexto pareció ofrecer arrancadas francas a Castella tras su salida, y quedó inédito el francés con el capote. Toro rematado de cuello para atrás, estaba justo el cárdeno en la cara. Renuente y tardo en banderillas, puso las cosas complicadas en banderillas, a pesar de la afanosa y buena brega de José Chacón. Y fue esta una labor de tremenda seguridad del galo, que tiró de valor para enterrarse en la arena e imponerse a la deslucida condición a base de mano baja y mandona, de imposición encelada y larga, bien templada a pesar de la mansurrona y remisa condición del cárdeno. Le ofreció trapo Sebastián como si fuera bueno, hasta lograr que se metiese en la labor el tendido del DF. A tablas se le quiso ir en el epílogo, pero aún le quedaban naturales a Sebastián para amarrar el pelo en su último toro de la tarde. Pero tampoco con este le funcionó la espada, y sin premios concluyó su tarde.

Con el sexto se empeñó El Payo en lancear con estimables verónicas la falta de raza de un toro que quiso saltar al callejón a las primeras de cambio. En el brindis del rubio matador quedaba la confirmación de sus intenciones. Las confirmó con la muleta, ofreciendo pausa y lentitud a la embestida de media humillación del negro toro. Tuvo gusto para componer el toreo con relajo y desmayo, poniendo mucha intención a una faena de mucha intensidad. Inmenso al natural, midió la altura y la exigencia para acoplarse con pasmosa facilidad a la mansurrona condición del animal para sacar petróleo de cada arrancada. Macizo Octavio, seguro en los circulares invertidos que epilogaron la faena sin desfallecer en pases ni en ritmo. Llegó mucho al tendido el mexicano, que disfrutó cada momento en la cara, asentando las plantas y manejando con tremenda seguridad la franela para redondear una obra monumental. No se le escapó la estocada esta vez y sin puntilla cayó el toro para ver cómo la injusta racanería del palco dejaba el premio en una oreja.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros Monumental de México. Quinta corrida de toros
de la Temporada Grande Internacional.

Seis toros de San
Isidro,
de correcta presencia. Descompuesto y rebrincado el mansurrón primero; de gran calidad y escasa raza el berrendo segundo; áspero e informal el manso berrendo tercero; basto y desrazado el espeso cuarto; manso y remiso el rajado quinto; de mansurrona docilidad a media altura el desrazado pero obediente sexto.

Sebastián Castella (azul pavo y azabache): silencio, silencio y silencio.

Octavio García «El
Payo” (gris perla y oro):
ovación, silencio tras aviso y oreja.