VALENCIA

Román se reivindica en la puerta de su casa


miércoles 16 marzo, 2016

Se lidian toros de Capea, Carmen Lorenzo y San Pelayo para El Soro, Jesús Duque y Román

Román se reivindica en la puerta de su casa

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: JAVIER COMOS

Volvía
este miércoles de Feria El Soro a hacer el paseíllo en su tierra, entre los
suyos, los que un año antes habían apostado por llenar la plaza y hoy también
hacían lo propio apoyando al veterano de Foios. Jesús Duque y Román también
volvían al coso que les había llenado de triunfos en sus etapas novilleriles y
que ahora necesitan como matadores antes de confirmar en Madrid.

Un toraco fue el primero de Capea que salió de chiqueros, al que recibió El Soro sobre las piernas, comprobando la humillación y sin estirarse con el capote. Fue la cuadrilla la que se encargó de la lidia, con un puyazo muy duro de Jaime Soro en la puerta al arrancarse el animal a su querencia. Otro más le suministró Jabato, ya en el turno correspondiente. Muy aplomado estaba ya cuando Román intentó el quite, al que le vino dormido, tanto que casi le echa mano en la primera tafallera. Ni siquiera lo banderilleó Vicente; quiso andar con él, pero no le permitieron sus facultades físicas estar decoroso con el aplomado animal. Lo despenó de un bajonazo y se llevó una bronca.

El segundo estaba en el tipo de Murube. Amplio de pechos, cabezón y acarnerado, más recto en el lomo y rizada la testud. Y como buen Murube quiso buscar la gatera y saltar al callejón de salida, pero no tuvo espíritu ni para auparse sobre los riñones para hacerlo, siempre desentendido del capote de Jesús Duque. Con chicuelinas y tafalleras quitó Román, pasándose siempre el toro muy cerca. Le supo encontrar pronto el pulso el de Requena al noble Murube de San Pelayo, con ritmo y con humillación cuando le ponían delante el engaño. Entregado Duque, se enterró en la arena una vez encontrada la colocación y tiró de trapo despacio, saboreando los muletazos a un toro que lo tomaba igual de templado. Le invadió los terrenos al animal cuando ya estaba exprimido y se tiró tan derecho a matar que salió volteado dramáticamente antes de lograr la estocada y la ovación.

De rodillas se fue Román a lancear al tercero, pero no pasaba el animal del embroque y tuvo que levantarse y dejarlo dar vueltas hasta que volvió al percal sin el más mínimo interés. Tuvo que esperar al quite para brillar por tapatías de mucha quietud. Fue el inicio de Román un pasaje fulgurante, esperando de rodillas en los medios la llegada mansurrona y por dentro, en un alarde de valor y de madurez, consciente de que no puede quemar cartuchos sin hacer blanco. Muy asentado en los embroques, supo ganarle el paso al noblón animal, que quería irse por su mansurronería y se mantuvo en los embroques por la buena labor del valenciano. Corta pedía el toro la faena porque no andaba boyante, y unas bernadinas de mucho compromiso pusieron el colofón a un trasteo rubricado con una estocada volcándose en el morrillo que supuso una vuelta al ruedo al negarle el palco el trofeo.

El saludo de El Soro al cuarto fue de mano suelta, vuelo largo y entrega absoluta, dibujando bien las verónicas y abrochando la revolera con torería a público volcado. Tenía calidad el animal, y se le cuidó mucho en la lidia, que llevó José Manuel Montoliú. Sólo le metió las cuerdas Jaime Soro en varas, midiendo la fuerza y permitiendo el brillante quite por chicuelinas de su hermano Vicente tras la primera vara. Aún así se quedó ya muy parado el toro en banderillas, tercio que no cumplimentó el matador. De nuevo salieron a relucir las mermadas facultades de un torero con una pierna biónica y más de 30 operaciones en sus piernas, y las arrancadas noblonas del animal, aplomado y sin fuelle para resultar agresivo. Anduvo un rato por la cara asando fatigas y se fue a por la espada. Pasó un quinario con el acero y escuchó silencio.

La salida desentendida del quinto no le permitió brillar con el capote a Jesús Duque, pero sí a la decisión de Román en el quite que remató con una larga cambiada en los medios. Toro de acusada informalidad, no le puso fácil a Jesús cogerle la distancia, porque se quedaba corto al asentarse y se paraba al separarse de él para rematar las series. Voluntad y decisión fueron las armas de Duque, pero no le sirvieron para encontrar el triunfo que le hacía falta. Porfió alargando la faena, escuchó un aviso antes de entrar a matar y pinchó antes de la estocada para escuchar silencio.

A la puerta de chiqueros se fue Román en el sexto para que no quedasen dudas de su disposición. Y por encima le pasó el animal, sólo para soplarle cuatro largas más en los medios, esperando que volviese el animal, para rematarlo con una revolera que se convirtió en serpentina. La plaza con él. Tuvo movilidad el de Carmen Lorenzo para irse detrás del trapo de Román en un inicio vibrante, pasándose la embestida muy muy cerca, con un sorpresivo cambiado que metió al tendido en labor, pero se vino abajo muy rápido por su absoluta falta de clase. Nada le quedó por entregar al valenciano, que anduvo muy por encima del funo, pero su valor y su asiento no solo sirvieron para mostrar una madurez en su toreo para tener muy en cuenta. Lo fue su valor para dejarse tocar el vestido con los pitones, para invadirle el espacio y para tirarse con fe para lograr un estoconazo que rubricaba una seria actuación y la única oreja del festejo. 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza
de toros de Valencia. Sexta de la Feria de Fallas. Corrida de toros.

Toros de Capea (tercero y quinto), Carmen Lorenzo (primero y sexto) y San Pelayo (segundo y cuarto), impecables de presencia y seriedad. Aplomado y mansurrón el serio primero; noble, humillado y con ritmo el manejable segundo; mansurrón pero obediente el tercero; aplomado y noble el cuarto; informal y deslucido el quinto; con movilidad sin clase el deslucido sexto.

Vicente Ruiz «El Soro” (marino y oro): bronca y silencio.

Jesús Duque (tabaco y oro): ovación y  silencio.

Román (sangre de toro y oro): vuelta al ruedo y oreja tras aviso.