LA CRÓNICA DE VALENCIA

El cementerio de los libres


jueves 17 marzo, 2016

Impacta Roca Rey, que corta tres orejones ante un serio Talavante en tarde de hacer afición con una plaza casi llena que volverá a ver a los dos toreros; desigual encierro de Victoriano del Río

El cementerio de los libres

JAVIER
FERNÁNDEZ-CABALLERO

En el
cementerio de los libres se habla en cristiano, se respira en latín y se sueña
llorando. Como los buenos entierros. En el cementerio de los libres, en el que
Talavante y Roca Rey yacen, o se es muerto viviente o se es vivo muriente, si
no, no se está y punto. Y en el
cementerio de los libres, del que hoy Valencia fue tan sólo barato reflejo, se
vive para morir y se muere para vivi
r. Así es y así se hace desde y para la
eternidad en un cementerio de los libres donde, sólo a veces como hoy, la vida
nos da pistas de su existencia.

Hay que
estar muy muerto para, en vida, enganchar los cambiados que Andrés le recetó al
cuarto, al que la arrucina le puso la madera, el desprecio el mármol, la
trincherilla extendió el yeso y el de pecho enterró las flores. Ya estaba el
cementerio de los libres compuesto cuando por derechazos relajados entrelazó
versos de vida a ese toro, al que tentó pasándoselo por la espalda de los
dólares con una plaza de mortales aplaudiendo a un inmortal que había enterrado
vivo su pasado. Y en el cementerio de los libres también entregó su inerte corazón
mientras, desde el olivo, sonaba Gerena repicando cual paso semanasantero
dentro de siete días
. Y ese final tocando el ataúd, diciendo que lo
desenterraran porque estaba vivo. Y fue libre Andrés tras las bernadinas con el
estoconazo recibiendo. Dos orejas.

Antes,
entre el caos funerario del inicio de la tarde, irrumpió la libre tranquilidad
de un Andrés que, despacioso, fue a desenterrar a quien había osado despertar a
la furia segunda, que sólo fue clara con el también claro capote de Iván
García. Y se lo encontró por estatuarios
ante la gélida y mansa bestia, poniendo la plaza en pie con sólo cinco muletazos.
Intentó sumir al animal en el sueño de
los valientes e intentó proponerle libertad pero eligió la cautividad de las
tablas. Le ofrecía seguridad en redondo y elegía la incertidumbre del olvido.
Le proponía ser bravo y elegía la mansedumbre de los cobardes. A ese lo mató recibiendo como se canta, se
ríe y se llora: recibiendo del otro la proposición de libertad que Roca Rey
enterró en el cementerio con aquel segundo.

En ese
mismo cementerio de los libres se responde al quite en el cierraplaza porque,
aunque se esté muerto, la libertad tiene el precio del orgullo. Y ese precio
sólo se consigue matando como matan los toreros: toreando su propia vida y
riéndose el último y mejor del compañero. Como se reía Roca Rey de la cara de
Talavante al entrar por tafalleras al sexto. En el cementerio yació sin resucitar ese manso cierraplaza, del que se
llevó un despojo sólo por salvarle los muebles a un muerto sin alma que fue el
de Victoriano.

En el
cementerio de los libres también se lleva la maldición: y esa fue la de un
Talavante que vio cómo el primero abrasó el glúteo un cuarto de metro al
compañero y lo vio asarse entre las astas del castaño, pero eligió la libertad
de irse con el cartucho de pescao hasta los medios y cuajarlo por la zurda en
la primera tanda. Y es que en el cementerio de los libres se torea al natural
porque más allá de la muerte la verdad sigue mandando. Allí, en el cementerio
de los libres, un pase de las flores siempre preludia al llanto por derechazos
y precede al enterramiento por naturales. En
ese lugar la vida es un suspiro de diez minutos regalando poemas con la zurda,
como Talavante con el bronco primero, donde explicó que en el cementerio de los
libres se torea a pies juntos porque la muerte no tiene otro sentido si el
compás de la vida está abierto a cualquier otra posibilidad
. Y allí, donde
los libres yacen, o se está muerto y punto o se es torero. Pero siempre se es
libre.

Sin
alma de salida fue el infierno del tercero, pero, por supuesto, en el cementerio de los libres se brinda el
amor aún vivo, en los medios, y sin mediar palabra se va en busca de la muerte
misma por estatuarios.
En el cementerio de los libres los gañafones de ese
toro son caricias al son del natural, que es única morfina para aliviarlos.
Esa, y el temple de la siguiente tanda con el Nerva de Chiva ya sonando. Pero
¡ojo!, que en el cementerio de los libres también se juega a al ouija, y se
cita al tentador diablo, y se tiene la cordura de saber cuándo pasarse a éste
por la espalda para hacer de sus maldades, libertades. Pero, en ese mismo
instante, se pasó del límite Alejandro para dar dos pinchazos que no
consiguieron el fin.

Además
en el cementerio de los libres, donde se encontró Talavante con el ciervo quinto,se le da la vuelta al epitafio del
maestro Robles y se reza el toreo de rodillas. Y se está mucho rato aunque no
toquen a misa. Y se levanta el escuchante cuando termina la oración para bajar
la mano, pincharse el mentón en la patata y crujirse el alma por derechazos
.
En el cementerio de los libres, aunque no se cante, se baila con la muerte para
ser canto de vida al natural de aquel quinto. En el cementerio de los libres el
silencio sólo se hace cuando el Tercio de Quites es la mejor melodía para el
último trance, y éste sólo cesa cuando lo marca el muerto viviente que hoy se
llevaba por nombre Alejandro. También en el cementerio de los libres se muere
por manoletinas, se prospecta con el pase del desprecio y la trincherilla es excavación
arqueológica que sumerge el espadazo hasta la bola. Y lo resucita la oreja de
la gloria. La oreja de la libertad de Talavante.

En el cementerio de los libres o se está
muerto o no se está. Los vivos no caben en un recinto donde sólo laten los
toreros, y éstos afirman que viven muriendo y mueren viviendo cada vez que
hacen el paseíllo. Que se lo pregunten a Roca Rey…

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de
Valencia. Séptima de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Más de tres cuartos
de entrada.

Toros de Victoriano del Río (segundo, tercero) y Toros de Cortés (primero, cuarto y
quinto), bien presentados. Bravucón pero con fondo el castaño primero; manso
pero emotivo el negro segundo; humillado y obediente el castaño y serio cuarto;
exigente pero con cierta clase el amplio quinto; manso y rajado con cierta
bondad humillada el sexto.

Alejandro Talavante (marino y oro): ovación, silencio tras aviso y
oreja.

Andrés Roca Rey (verde hoja y oro): ovación, dos orejas y
oreja.

FOTOGALERÍA: JAVIER
COMOS