LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Caballero de la luz


jueves 19 mayo, 2016

Enrique Ponce reconquista Madrid sin espada con una corrida de El Puerto de San Lorenzo que dio más opciones que la ovación de Román y los silencios de Luque.

Enrique Ponce reconquista Madrid sin espada con una corrida de El Puerto de San Lorenzo que dio más opciones que la ovación de Román y los silencios de Luque.

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Si existe alguna rendija
por la que filtrar un rayo cuando parece adueñarse de todo la oscuridad
absoluta dará con él el caballero que más ilumina el día. Cuando los demás
desisten, cuando sucumben a la evidencia sin rascar nunca los fondos, cuando
carecen de paciencia para encender la cerilla, aparece Enrique Ponce para
modelar un chispazo. Y entonces, cual fósforo incandescente, parece hacerse la
luz sobre la tiniebla de la nada.

A Madrid viene Ponce
cuando quiere porque no necesita esta plaza para ser figurón del toreo, pero
mal estaría este negocio sin no necesitase de Enrique para crecer en poso.
Torea el valenciano –dicho está mil veces de tres años para acá- como no se
imaginó nunca, porque ha desarrollado la forma de aprender por no llorar, por
no quedarse estancado en la sombra de su luz y escapar del adulador reflejo que
le devuelve su brillo. Es un caballero Ponce, pero además tiene luz.

La tiene para iluminar
la media embestida noblona de un segundo de estrecha sien que le prometió
ochenta arrancadas si adivinaba el acertijo propuesto. Luz de foco puso Enrique
sobre el arcano del misterio, y supo aplicar con ternura la media altura
mimosa, la muñeca rota de embarques en la vertical desmayada, los flecos en el
hocico del pasador animal y un grácil giro de talón para quedar colocado y
soplar cuatro y el de pecho. Mansito el de El Puerto, en los terrenos amables
donde no se va a molestar. Pero se molesta, y se aprieta poco a poco para comprobar
la virtud, para buscar el paso más, para seguir siendo Ponce y auparse sobre la
luz de su cátedra de ver toros. Fueron tres tandas macizas entre limpiar y
limpiar, entre convencer y vencer, entre doblones de inicio y doblones de
final. Fueron tres tandas, cierto, pero rebosaron luz.

Dos veces se le hizo de
noche a Román el día de confirmar ceremonia. Una cuando el boyante primero se
dejaba una mano en una firma de látigo y con las mismas pedía la espada al no
ser capaz de morrar; la otra, cuando las diez menos veinticinco brillaban en el
reloj y le exigía apuesta de vida y temple el emotivo cierraplaza, de cuerna
acucharada y buena que no falla en La Calderilla. En la distancia recibió Román
su primera tarascada, porque él no torea 30 y mil toros en el campo; una bala
le quedaba al quinto Beattle de luces para quererse morir, para irse tras el
trapo con alma, corazón y vida, para dar este día por bueno si hoy había que
morir. Y quiso tanto Collado que resultó hasta grosero ver cómo se desdibujaba
entre embestidas profundas sin el trato adecuado y poncinas efectistas que no
paliaban su mal. Habrá que ver qué desarrolla cuando alcance su madurez, pero hoy
se le fue un toro bueno en día de no fallar.

A Luque se le fueron
dos, pero no pasa tanta fatiga. De hecho se iba a por el estoque engallado con
la grada, como si ignorar los pitos los suprimiese de allí. Se inutilizó el
tercero, es cierto, y bien optó por matarlo, pero tuvo la inmensa putada de que
le embistió muy bien el quinto mientras que él torero no encontraba armas con que cuajar al
buen toro sin artificio ni telón. Por eso buscó en el trastero la mano
izquierda incompleta, el aparcamiento cerrado, la tele encendida y el capote
por delante cuajara o no cuajara virtud,
que dicen que los americanos tienen eso en el orden del día y nosotros tuvimos
a un torero de apuesta que todo no lo aceptó.

Eso y un encierro donde
no salió el toro de la luz, el que vuelve locos a todos, sino el que va detrás
del trapo aunque esté hecho del revés. Muy humana esa condición aludida de
creer que podemos o no hacer del toreo una bandera social; y muy de bóvido la
respuesta buscando que le den comida, porque no todo el mundo encuentra un
caballero colmado que dice los secretos bajito y cerca para imponer su intención.

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Décimo tercera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Lleno. 

Seis toros de El Puerto de San Lorenzo, parejos y en los tipos de la casa. Lesionado el primero; con
calidad el segundo; invalidado el repetidor tercero también en faena; devuelto el cuarto por flojo; devuelto el cuarto bis por feble; deslucido y
peligroso el serio sobrero cuarto tris de Valdefresno; de gran humillación el
buen quinto; humillador y emotivo el buen sexto.

Enrique Ponce (grana y oro): ovación tras aviso y ovación tras aviso.

Daniel Luque (verde botella y oro): silencio y silencio tras aviso. 

Román Collado, que confirmaba la alternativa (sangre de toro y oro): palmas y ovación.

Saludaron montera en mano tras banderillear al sexto Raúl Martí y El Sirio.