LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Donde habita el olvido


viernes 20 mayo, 2016

Voluntad de Garrido en su confirmación con un desmotivado Juli, un indolente Castella y una corrida de Alcurrucén con matices perdidos por falta de apuestas

Donde habita el olvido

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ-OLMEDO

Cuando se
despertó no recordaba nada de la noche anterior…
Así comienza el excelso tema del maestro Sabina del que me permito tomar
prestado el título para marcar el hilo conductor de una crónica sin materia
prima para brillar. Tampoco el pagano que llenó la plaza para ver la
confirmación de una promesa con dos figuras en el cartel recuerda nada
contundente que llevarse a la boca. No recuerda, como nadie que asistiese al
bodrio, nada remotamente parecido a una gran tarde de toros. Pero así es esto.

En Las Ventas habitó el olvido en día para recordar.
Lo hará sólo Garrido, que enmarcará su foto vestido de mercurio y plata,
pegándole un abrazo al peor Juli que haya visto esta plaza y atestiguando
ceremonia el Castella terco e indolente que quedó aparcado el pasado año para
que le fluyese un nuevo yo. Ambos tienen que ver con el Joaquín poeta que hoy
le da título al texto, porque es tan del Atleti como Juli, tan de izquierdas
como aparenta Castella –que vivan los clichés manoseados- y tan apasionado como
Garrido, que hoy pudo pasarse de vueltas en eso del corazón.

Le pudo el deseo con el de la ceremonia, toro de bella
lámina, largo lomo, estrecha sien y acucharada cuerna. Toro en el tipo del
Núñez bueno que terminó siendo exigente con la colocación buena. Era de ganar
el paso palante y no de perderlo
hacia atrás, porque se destemplaba el bicho del embroque hacia el final al
sentir su propia inercia persiguiendo fleco cercano. Era de ganarlo –seguro-
porque no le contaron a José lo intransigente que es esta plaza cuando
sacrificas la pureza en favor de la ligazón. Y a él le faltaba ligar, que era
lo que sabía de Las Ventas, porque paseó una oreja de novillero con uno de no
parar. Aquí se quedó en ovación a la entrega, porque no le faltaron ganas de
dejarse matar a Garrido.

Lo hizo en un quite al sexto, con las rodillas en
tierra, el capote a la espalda y el pitón rebañando plata entre farol y farol. O
lo que fuesen, porque fue espeluznante el momento en que lo tuvo atrapado y en
tierra el astifino burel, que se vio morir el brío en el brío en el inicio por
alto y ya no levantó cabeza hasta que colgó de un gancho. Habitó el olvido en
el ruedo por lo conseguido hoy, pero al menos le queda cuerda para no malgastar
balas.

Las de El Juli hoy no estaban mojadas, ni caducadas,
ni defectuosas, ni marcadas; simplemente decidió Julián que hoy dejaba la
canana en el hotel. Cierto es que no es fácil cohabitar con un sector de esta
plaza, pero hay sitio para los dos siempre que se piense en la mayoría. El
problema llega franco cuando se encuentra una excusa para no emplearte una
tarde. Y las figuras lo son –éste, al menos, lo demuestra- porque no perdonan
un paso cuando pueden ir más allá. Cuando existe voluntad y tres lustros en
figura no hay embestida reguleras, ni líneas por encorvar, ni trapos chocando
morros; hay capacidad, hay mando y hay imposición, pero al tirano de todo, al
que mejor sabe hacer eso, le llegó la noche en Madrid antes que cayera el sol.
Y allí le habitó el olvido, que le dijo: «Tenemos que hablar…”.

Habló también Sebastián Castella con el gritón del tendido, que no se
quería olvidar de indicarle cómo hacerlo sin coger una muleta. El galo nos
enseñó al quinto en una obligada serie de coserle la diestra al hocico y
dispararle la entrega. Fue profunda, fue emotiva, fue codiciosa y fue franca su
manera de humillar, aunque tiró de recuerdos y olvidó su toreo nuevo en favor
del anterior. Y dejó puntear las telas, chocó el morro con el trapo y pintó de
irregular paso su segundo por Madrid. Van a pesar los otros dos.

Porque habitó el olvido el terreno donde se recuerda a
los bravos y encontró sentido al cuento el que más lo rebuscó. Ya habrá tiempo
de repartir roles, tareas, apaños o enjuagues a medio hacer. Y de repetir a un
tío que nada se quedó debiendo. Ni siquiera el brindis al Rey, que en realidad
fue a la infanta Victoria, donde se acordó del futuro al que le queda todo por
hacer. Que no habite el olvido su ilusión por defender al toro, aunque hoy,
aquí en Madrid, no salieran más que tres.

 

FICHA DEL FESTEJO 
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, decimoquinta de abono. Corrida de toros. Lleno de ‘No hay billetes’.
Toros de Alcurrucén,
variados de capa y tipo y de desigual presencia. Exigente pero emotivo el
áspero primero; de tres arrancadas codiciosas el informal segundo; con
calidad y hasta profundidad en la humillación a menos el tercero, que
terminó rajado; con prontitud, recorrido y humillación el cuarto;
obediente y humillado el interesante quinto; abueyado y mortecino el
deslucido sexto. 
El Juli (verde botella y oro): Silencio y silencio. 
Sebastián Castella (marino y oro): palmas tras aviso y silencio. 
José Garrido, que confirma la alternativa (mercurio y plata): Ovación tras aviso y silencio tras aviso.