LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

El toro de las doce


jueves 26 mayo, 2016

Ovaciones para Padilla y Fandiño en una corrida de Parladé con mucha carne y poco fondo en la que Garrido expuso sin recompensa con el exigente tercero.

El toro de las doce

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Madrid tiene un serio problema que, por
extremo en su complicación, parece casi irresoluble
. Lo es a pesar del milagro
ganadero que supone que embistan tantos toros en Las Ventas –y embisten aunque
los custodios de la fe y su exigencia mal resuelta confundan la velocidad con
el tocino en más ocasiones de las que recomienda su defensa de laverdá-.Madrid tiene un problema, y es el toro
de las doce.

A las
doce de la mañana tiene que estar enlotado un encierro del gusto de los
veterinarios, que se supone que conocen el toro que exige Madrid. Eso no
supondría un problema si el criterio para aprobarlo resultase más uniforme,
porque nada tuvo que ver el desfile de bufalotes manialtos de hoy con los
zambombos sin cara de ayer o la escalera de saldos cogidos por los pelos que
echó Juan Pedro cuando lidió la anterior con el nombre de su padre. No tendría que afectar al espectáculo el
criterio de laautoridá, pero afecta
. Porque el ganadero
piensa, al escoger, en el toro de las doce, y no en el de las siete, y el que
pierde es el que luego grita desde el tendido porque no puede el buey con el
fardo artificial.

Para Madrid vale todo, siempre que sea grande
y tenga los pitones cornivueltos. Y con los pitones cornivueltos, ni grande
tiene que ser.
Pero cuando se habla de tipo, de armonía, de reunión y de belleza en el astado
traduce el pagano como toro chico, teme la empresa al pañuelo verde y los
veterinarios a que los linchen por inoperantes, porque se busca a las doce el
toro que no servirá a las siete. O no debería servir, porque está hecho contra
natura. Como el encierro de hoy, a pesar de sus virtudes.

Y digo a pesar de ellas porque se toparon con
la única ley que siempre se cumple en la tierra: la de la gravedad. Los 640
kilos del primero, con pinta delimusín; los 615 del tercero, con
la amplia badana a una cuarta del suelo; los 649 del abueyado quinto
, que luego embistió con clase;
y los seis quintales y poco del vareado sexto fueron maná del cielo para los
carniceros, pero hicieron que sucumbiesen todos a la fuerza de la gravedad.
Porque parece que anda uno mejor cuando no tiene mochila, le es más fácil
entregarse cuando no se le suben a cuestas y aguanta más el esfuerzo cuando
anda más liviano. Sentido común para el toro de las siete, que ve cómo, en
Madrid, le brea el lomo el de las doce. Pero lo demás es mentira, según los
custodios de la fe.

A todo
esto, no sé qué opinará Padilla, que vio cerca, muy cerca los pitones del
primero en un feo volteretón en banderillas, y sintió hasta su peso cuando
estaba entre las patas en momentos dramáticos que no fueron a peor. Ese le
aguantó un poco más porque sabe el Ciclón dejar en medias alturas las faltas de
fondos y razas para dar de merendar al esportón. Para todo hay que valer,
aunque se le aplomase el burraco cuarto y le dejase con las ganas de aprovechar
su gran condición.

La tuvo también el quinto, que le llegó a
Iván Fandiño como árnica para el chichón. Y le pegó lances buenos al buey Apis
redivivo que salía del chiquero
, y le ganó el paso adelante y hasta se vino arriba en un inicio de
ritmo y ligazón. Pero no da con la tecla el vasco de la comunicación con el
tendido, y es mala cosa lo dicho cuando no se escucha al toro. Los seis
quintales y medio se le fueron tras el trapo, pero no encontró la forma de
traducirlo en carbón.

Carbón tuvo en la salida el sexto para que le
soplase Garrido verónicas de riñón al frente y muñeca lacia, ero se le acabó la
vida antes de servirle a José.
Al contrario que al tercero, que le sacó una foto virtual en el inicio
de muleta y ya no se olvidó nunca de dónde brillaba el terno. Un esfuerzo hizo
Garrido con la reserva del toro, con su vicio de mirar, con su continua
advertencia de hule superada por José.

Un esfuerzo que no vieron los custodios de la
fe, los que piden toro grande y no atienden a razones, los que denuncian la
mentira en favor de la utopía porque no sé quién les contó que esto se hacía al
revés
. Pero el
toro de las doce es el que importa en Madrid. Aunque se pague por el de las
siete.
 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza
de toros de Las Ventas. Feria de San Isidro, vigésima de abono. Corrida de
toros. Casi lleno en los tendidos.

Seis
toros de Parladé, con mucha carne, longitud y alzada. De nobleza y
recorrido y fondos escasos el primero; sin raza ni gracia ni espíritu el
defensivo segundo;
medidor, reservón y exigente el tercero; de mucha entrega y poco fondo
el aplomado cuarto; humillado y con transmisión y entrega el buen
quinto; con codicia y empleo a menos el negro sexto.

Juan José Padilla (sangre de toro y oro): ovación tras aviso y ovación.

Iván Fandiño (verde menta y oro): silencio tras aviso y ovación. 

José Garrido (canela y oro): silencio tras aviso y silencio tras aviso.