EDITORIAL

El silencio de los corderos


lunes 20 junio, 2016

Si tan libres nos piden ser, ¿por qué no dejan que pensemos, actuemos y decidamos por nosotros mismos…?

Si tan libres nos piden ser, ¿por qué no dejan que pensemos, actuemos y decidamos por nosotros mismos…?

La
sociedad del tuit podemita que se ríe en Navidad de la mayoría católica y alaba
en Ramadán a la minoría musulmana ha abierto fuego con las urnas de por medio
el próximo domingo. Pero créannos que, en plena Taurocampaña, no vamos a hablar
de votos: vamos a hablar de ética. La que no tienen los animalistas para
denunciar los miles de corderos que agonizan en un Ramadán que no los tolera
pero de la que sí fardan para atosigar a un toreo que se humilla ante su
mentira.

El cinismo,
en sus orígenes, fue tanto una filosofía como un modo de vida, vertebrado en
torno a su crítica de las convenciones sociales. Que el concepto y la práctica
del cinismo se ha vulgarizado entre las personas y la sociedad es una obviedad
que no tiene por qué justificar este artículo, pero sí apoyarlo. Y que el
animalismo es parte de ello también.

Eco-Psicópata
es aquel que no tiene vergüenza –ni agallas- para denunciar a su vecino musulmán
pero sí lo hace con su primo, que es taurino. Eso es ser un eco-psicópata. Y el
silencio de los corderos es prueba de ello.

Silencian
los corderos que derraman su sangre en estas fechas la indefensión que sufren
por parte de aquellos que les rebanan el cuello, alabados y vitoreados por los
mismos que tildan de asesinos a los que se juegan el cuero para sacrificar a un
toro, mucho más poderoso que ellos, mucho más grande, más imponente, más dotado
físicamente por la naturaleza para herir a ese oponente humano que esos tildan de
asesino. La diferencia –por más que la quieran ocultar o no la quieran ver- es
enorme. En todos los sentidos.

Esos
que quieren abolir el rito, que ni se molestan en comprender qué arrastra o qué
lo sustenta, fardan de libertarios como si la libertad la repartieran ellos,
van de progres de izquierdas desconociendo la historia que les ha traído hasta
aquí, prometen utopías aprovechando los errores de la clase política menos
preparada y con menos disimulo que ha conocido la historia de España y llaman a
las barricadas como si en realidad supiesen lo que están diciendo. Pero lo
importante es que el que escucha se lo cree. Porque la masa, como masa que es,
no ejerce su sagrado derecho de pensar.

A la
masa –y eso también lo saben, lo lloran y lo silencian los corderos del
matadero- le cuesta pensar para componerse de librepensadores. Por eso los que
ansían manejarla estudian primero cómo prometerles un paraíso. Aún sabiendo que
nunca lo van a cumplir. Eso sí; todo pasa por hacer, decir, defender y pensar
esa ‘libertad’ que le ofrecen partiendo de la prohibición. Si tan libres nos
piden ser, ¿por qué no dejan que pensemos, actuemos y decidamos por nosotros
mismos…? El domingo es la cita de los que quiera –queramos- ser
librepensadores.