Bogotá despierta un especial interés en el toro.
Contempla la Santa María pensando que somos más fuertes de lo que pensamos, que
ella es la prueba y solo necesitamos confiar en nosotros mismos.
Cargado de
positivismo vuelva por las nubes de América del Sur hasta Quito donde, al
instante de pisar tierra firme, Charpito ya está reivindicando su postura: «muchos de vosotros, en un momento de
vuestras vidas, lucháis por una causa justa; yo lucho por mi propia existencia
y la de los míos. Apoyadme y moveré el mundo”.
Charpito aún no ha llegado a su destino y de Quito
viaja hasta Perú.
Tiene que entregar el otro ramo de flores que lleva
colgado del otro pitón en la tumba del joven Renato Motta y decirle que es un
héroe con alas y, para ellos, se tiene reservada la Gloria.
Con los ojos
vidriosos contempla Charpito un Perú torero lleno de bravura que le cautiva…
