Meciéndose entre las olas del Atlántico Charpito
decide su próxima parada. Llegar a América es como sentirse en casa, en una
casa donde cada palabra que se expresa no es sino para volver a exclamar que
nuestra tauromaquia no entiende de fronteras y, sino, que baje un ángel del
Cielo llamado ‘Pana’ y nos lo cuente.
Un ramo de flores lleva colgado Charpito de su pitón
derecho para embellecer la tumba de un grande del toreo que desde ahí arriba le
susurra: «Bienvenido a Apizaco bravo”.
Cuando se arrodilla para posar las flores a Charpito
se le caen un par de lágrimas de pura emoción: «personalidades como ‘El Pana’ engrandecen el toreo”.
Echando la vista atrás embarca para seguir su camino
y, sobretodo, para seguir defendiendo su raza y no encuentra mejor lugar para
continuar su travesía que la ruta del Canal de Panamá, ahí donde todo se
internacionaliza y donde Charpito quiere dejar constancia de que la tauromaquia
mueve el mundo.
Para en Cartagena de Indias donde es aclamado con
vítores por una gran masa de aficionados que ven en él renacer el sentimiento
de esta bella cultura.
Entre muestras de afecto se despide para seguir la
trayectoria hasta Bogotá. Charpito tiene que rendir homenaje a la Santa María
por abrir de nuevo sus puertas: «verdadero
orgullo despiertas en mí bendita plaza”.
