FINAL CHOTA

Roca Rey confirma su condición de ídolo nacional


domingo 26 junio, 2016

Cortó un total de cinco orejas en un festejo donde se desdibujaron los rejoneadores acompañantes.

Cortó un total de cinco orejas en un festejo donde se desdibujaron los rejoneadores acompañantes.

Volvió a colgarse el cartel de ‘No hay billetes’ en el coso de El Vizcaíno de Chota para ver al ídolo nacional, Andrés Roca Rey, lidiar cuatro toros de Roberto Puga, con los rejoneadores Francisco Javier Rodríguez y Rubén Sánchez repitiendo actuación con un toro cada uno de La Viña y El Capiro de Sonsón.

Sanjuanista era el nombre del primero ,y correspondió a Rubén Sánchez, que brindó su faena a Andrés Roca Rey. Se enceló pronto el del hierro de La Viña a la cabalgadura, colocando en todo lo alto el primer rejón de castigo. El público protestó la presentación del burel, muy terciado y sin entidad. Flojeó de los remos delanteros cuando embistió al auxiliador. Entre la crítica general, optó por los efectos del adorno previo a cada encuentro el rejoneador. Las dos primeras banderillas fueron al violín, de ejecución feble. Montado en otra cabalgadura volvió con los garapullos a una mano, perdiendo nuevamente las manos el burel. La asistencia se caldeó y a gritos de ‘otro juez’ continuó su labor que, sin ser de nota alta, se vio más opacada por la protesta general. Tomó la hoja de peral para abreviar Sánchez, pinchando en la paleta, primero contrario y luego en los bajos. Otro pinchazo más, algo trasero esta vez, que aparentemente descorda en parte al burel, continuando la secuencia de pinchazos. Bronca.

Llevaba de nombre Rondero el segundo de la tarde, con el hierro colombiano de Capiro de Sonsón, en turno de Andrés Roca Rey. Lo recibió el limeño con suavidad, meciendo el percal a la verónica y despertando los olés de Chota, rematando de media verónica y una trompicada larga en la que aguantó estoico la colada del Capiro. La plaza empezó a subir la fría temperatura que brindaba el clima en el quite por tafalleras. Quieto y asentado se pasó el toro sin dudar en ningún momento. De a pocos apareció la lluvia en la Plaza de Toros, cuando Roca Rey cogió la franela y por estatuarios inició su labor. Bajo la lluvia entendió Andrés Roca Rey la condición del astado, colocándose con la derecha en dos tandas notables que hicieron sonar las palmas de la plaza, con más fuerza en la siguiente tanda al natural, lenta y poderosa. Cuando aumentaba el aguacero mandó al toro por los caminos de su antojo, pasándolo por derecha, izquierda o a la espalda, coreando la encapuchada plaza ‘torero, torero’. Se encontró con los huesos en el primer intento de la suerte suprema, consumándola luego con un estoconazo. Paró la lluvia para despejar el cielo y ver pasear al limeño dos orejas.

La tarde continuó con un siguiente Capiro, con el nombre de Amauta, también para Andrés Roca Rey, y con nervio dejó los chiqueros el toro colombiano, tomando descompuesto el percal de el limeño, que inteligente le buscó las vueltas casi sin estirarse, cerrando la brega con una media verónica. Con los remos flojos, aunque de tablas a medios, acudió el toro al quite de Roca Rey, por saltilleras, gaoneras, larga y brionesa para abrochar, en medio de largos olés de la plaza. El brindis fue a su hermano Fernando, y caminó a los medios Roca Rey. Pronto se arrancó su oponente desde las tablas para cambiárselo por la espalda y luego con la diestra pulsear la flojedad, que acompañó con suavidad del trazo en cada muletazo. Con la misma tónica del mimo sucedió una tanda más a diestras y con la zocata se expresó mucho más, aún sonando redundante, muy natural por naturales. Los siguientes derechazos tuvieron mucho desmayo y clase, continuando en una distancia ínfima mientras el burel podía olerle los machos, cambiándolo también por la espalda y alargando la embestida por circulares. El poder y dominio se hicieron presentes cuando puso las dos rodillas en tierra, desplantándose con los pitones rozándole el pecho. Pero vino aún más, dos circulares invertidos de rodillas fueron el colofón a la labor muletera, mientras la plaza se ponía boca abajo. Nuevamente visitaron los huesos el encuentro con la espada para finiquitarlo de soberbio espadazo luego. La plaza amplificaba el sonido del ‘torero-torero’ mientras se asomaron los pañuelos. Otras dos orejas a la espuerta.

Peregrino llevó por nombre el segundo toro de rejones, llevando en la pierna el hierro de El Capiro de Sonsón, en suerte para Francisco Javier Rodríguez. La faena es brindada también a Andrés Roca Rey para luego encelarlo a la jaca de a pocos, pues le costaba al burel definir al oponente. El primer rejón de castigo quedó sin partirse la vara, cayendo luego de un capotazo del auxiliador. El caballo se mostró remiso en los embroques, dificultando colocar el segundo rejón de castigo, logrando ejecuta la suerte tras varios intentos frustrados. Ya sobre otra cabalgadura dio inicio al tercio de banderillas, colocando la primera con poca limpieza, arrollándole el toro al estribo mientras clavaba. Los siguientes palitroques sueltos se colocaron con mayor limpieza, siendo correspondido con aplausos el rejoneador venezolano. Realizó un nuevo cambio de caballo, nuevamente clavando a una mano, pero esta vez adornándose más en los cites. La faena fue cerrándose al colocar el de a caballo dos rosas. Mientras se acercó a su mozo de espadas por el rejón de muerte, Darcy Tamayo, que fungía como auxiliador, fue volteado sin consecuencias. 

De Roberto Puga fue el quinto de la tarde, nombrado Fraterno. Roca Rey lo recibió con una larga cambiada para luego soltar los vuelos relajado a la verónica. Le sumó una tanda de gaoneras a las que cierra también de rodillas por larga cambiada. Salió el toro del puyazo y quitó Andrés Roca Rey por ajustadas caleserinas, en las que pierde las manos el burel al rematar la serie. Después de una protesta por parte del público, el juez decide sacar el pañuelo verde. No se anunció el nombre del reemplazo, que llevaba el hierro de El Capiro. A este, Roca Rey lo lidió con soltura, buscando aplacar la brusquedad de su embestida. Luego del puyazo, repite la dosis habiendo quitado por caleserinas. Con la muleta y la montera en la mano, se fue a brindar su labor a Luis Miguel Rubio, quien le dio las primeras lecciones de toreo. Rodilla en tierra fue el prólogo de esta tercera faena, ligando los pases por alto con derechazos y el de pecho. Ya de pie y por el pitón derecho calibró las embestidas del de Capiro, aguantando miradas y estando pendiente siempre de la colocación el diestro limeño. Al natural fue patente la nula transmisión del toro, mientras que los muletazos de Andrés Roca Rey pusieron la fibra que hizo falta. Durante la siguiente tanda un desarme le hace aflorar la vergüenza torera que lleva, apretándose más en medio de los arreones y gazapeo del toro. Ante la carencia de material y buscando lucimiento por todas las maneras, tomó la espada despachándolo con su habitual entrega de una estocada desprendida. Pitado el toro y una oreja al Matador.

Llevó por nombre Cantagallo el cierraplaza, con el hierro de Roberto Puga. Roca Rey salió a por todas, en el recibo rodilla en tierra por verónicas muy jaleadas por la concurrencia. Sorprendió con un suave galleo de frente por detrás para colocar el toro al caballo, al que remató con un pinturero recorte. Muleta en mano se dirigió a los medios para ofrecer su labor al público. Se le arrancó de lejos el toro y sin perder la compostura dio el limeño dos pases por alto sin soltar la montera para luego brindar. Atornillado a la arena empezó la faena por estatuarios, sin enmendar un solo milímetro, cambiándolo también por la espalda y rematando con un hondo pase de pecho. La clase del de Roberto Puga fue patente y así lo notó Roca Rey, recetando buenos derechazos, mejores naturales y otra sensacional serie a diestras, impregnada de profundidad y hondura. Luego del toreo caro llegaría la variedad y el arrimón, volcándose la plaza entera con la labor del peruano. La fuente inagotable de entrega estaría por llegar, poniéndose con las dos rodillas en tierra a pegar derechazos y haciendo reventar la plaza con una serie de luquesinas sin enmendar y con las rodillas atornilladas. Lo trompicó el toro y le dio lo mismo. Volvió a la cara a seguir con esta dosis mientras la plaza aplaudía a rabiar. Con la espada en la mano midió los tiempos y los pañuelos se asomaron pidiendo el perdón de la vida de Cantagallo, gran colaborador, pero se echó a matar, pinchando primero y dejando luego una estocada delantera. Tuvo que descabellar el diestro de Miraflores logrando consumar la suerte al tercer intento.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de El Vizcaíno, Chota. Segunda de la Feria de San Juan Bautista. No hay billetes.

Toros de La Viña para rejones y de El Capiro de Sonsón (segundo) y Roberto Puga.

Rubén Sánchez: bronca.

Andrés Roca Rey (canela y oro): dos orejas, dos orejas, oreja y ovación.

Francisco Javier Rodríguez: silencio.