EMILIO TRIGO
Manzanares es un hombre cualificado en dosificar sabiamente la
paciencia. A Josemari no le invaden las urgencias, porque los gérmenes donde se
mueve el toreo hoy, se apoya en las bases sobre las que se cimienta el
alicantino. Todo por sentir el traje, el ajuste de la taleguilla… para «desnudar el toreo” y torear en
silencio, para sí mismo, delante de 24.000 almas que se rompían la camisa como
cantó aquel genio llamado ‘Camarón’.
Manzanares, sabía que un día soñaría el toreo que su
padre le había engendrado para hacerlo realidad y en el nombre del padre así pasó
en San Isidro, puesto que nos hizo soñar con él y con el Maestro a la vez. Josemari regaló a la afición su gran verdad, esa sincera receta que nace de la profunda
necesidad de expresión con la que se germina el toreo. Templado, macizo y
convencido de que para encontrar el tesoro sólo existe un camino, el desnudar las
muñecas para ofrecer el natural lento, muy lento, con el vuelo terso, limpio,
interminable y desprovisto de cualquier artificio que no sea la naturalidad de la
vida misma
José María Manzanares se ha hecho dueño de la pureza como
la única vía para decir su verdad con firmeza, torería, clasicismo, sobriedad mandona,
poseedora de todas las sutilezas y aromas del toreo imperecedero. Una magistral obra de elegante naturalidad de un torero de época,que
interpretó el toreo puro que le brotaba del alma con el exquisito acompañamiento de cintura,
verticalidad y sobre todo esa majestuosidad de José María Manzanares al torear con su izquierda. Fue un inolvidable
gozo inmenso de profundidad eterna, con la expresión de un toreo diferente que
parece natural de otro tiempo. Y así con
sutil naturalidad se expresa José María
Manzanares a CULTORO.
Antes que
nada, nuestra enhorabuena por tan histórico triunfo. «Muchas gracias. Ha sido una de las tardes más bonitas en mi carrera y
de las que más he disfrutado también.” Un triunfo que ha llenado
interiormente al alicantino «Fue una tarde
diferente para mí por los sentimientos que puede tener ese día y mis
sensaciones los días después han sido raras, aunque todas bonitas, eran
sensaciones que nunca las había tenido con esa intensidad. Lo que yo pude vivir
y sentir de la afición en la plaza de toros fue muy especial y que nunca me
había pasado antes”.
Una conquista que ha despejado cualquier tipo de dudas «llevo un tiempo que estoy buscando en
mi forma de torear un salto más, evolucionar y mejorar en definitiva. Bien es
cierto que por suerte o por desgracia, todos los cambios tienen su período y en
el toro todo es lento, despacio. Desde el fallecimiento de mi padre, aunque ya
lo había hablado con él antes de que nos dejara, habíamos pensado en ir más
allá en el concepto del toreo y es algo en lo que estoy trabajando durante
mucho tiempo, intentar torear con más naturalidad, más relajado y sintiéndolo
de una manera diferente, con más pasión. He intentado dentro de mi concepto dar
un paso más allá y gracias a Dios pudo ser en Madrid, con ese gran toro de
Victoriano del Río, que fue el que permitió poderme expresar de esa manera. Las
prioridades en mí han cambiado a la hora de torear. Hace unos años buscaba el
triunfo y cortar las orejas para seguir caminando, hoy en día ese ya no es el
objetivo. La prioridad es disfrutar yo como torero, toreando no para triunfar
sino para sentirme bien como torero”.
Esa evolución en su toreo ha
eliminado presiones «También es un
trabajo de cabeza. He intentado desprenderme de todos aquellos pensamientos que
me atenazaban y que frenaban mi capacidad para crear. Me he olvidado de todo
aquello que me podía influir en quitarme seguridad y en este tipo de plazas
como Madrid, estar seguro de ti mismo y lograr evadirte, tanto los días antes
como el propio día de la corrida, de todo lo que te pueda afectar
psicológicamente es casi lo más importante”. Un triunfo que entra a formar
parte de la historia reciente de las grandes tardes de Manzanares «Ha habido tres
tardes significativas y especiales en mi carrera. El indulto de ‘Arrojado’ en
Sevilla, el rabo que corté en Nimes y está en Madrid. Creo que esta última, ha sido en la que yo más me he sentido toreando”.
Sobre la petición de rabo Josemari explica lo siguiente «Yo ya estaba feliz antes de darme las dos orejas. Iba para la barrera
muy a gusto porque sabía que me
había entregado por completo, había vaciado mi alma toreando. Ya no hacían falta las dos orejas ni el
rabo para estar más feliz. Está claro que hubiese sido muy bonito, precioso,
pero no estoy triste por ello, ni le doy importancia en ese sentido. Para mí lo
que pasó va mucho más allá que haberme concedido el rabo, porque la tarde tiene un valor mucho más
profundo, más sentimental y emocional que tener un rabo”.
Manzanares también
tiene palabras para el gran toro de Victoriano
del Río. «El toro lo vi bueno desde
salida, la duda era que no sabía que iba
a durar tanto a mis exigencias. Con el capote ya percibí su calidad y, cierto
es, que fue mejor por el lado izquierdo. Por ahí me permitió estar más a gusto
con él y todos pudimos comprobar que fue un gran toro, de los que uno sueña en
Sevilla, Madrid, Bilbao… para poder expresarse, y desde aquí mi mayor gratitud
a Victoriano del Río, que es una ganadería que ha sacado a muchos toreros a
hombros”.
Las Ventas tiene un significado especial para Manzanares «En Madrid disfruto mucho. Voy siempre a
Las Ventas, y a cualquier plaza, a expresar lo que siento. En los primeros años me afectaba el peso de
Madrid, pero hoy en día las cosas son diferentes y voy muy a gusto”. Para finalizar nos analiza su contundencia con
la espada «Es algo que he entrenado
hasta la saciedad desde que decidí ser torero. Tal vez una de las cosas que
influye mucho es la seguridad para realizar la suerte y no tener dudas a la
hora de entrar. Es de las cosas más importantes que debe tener un torero para
poder funcionar y abrirse camino”. Muchas gracias, ha sido un verdadero
placer. «El placer también es mío, gracias
a vosotros y a la afición”.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO