LA CRÓNICA DE SAN FERMÍN

Las nieves del tiempo


viernes 15 julio, 2016

Dávila Miura corta una oreja de poso añejo y Rafaelillo y Castaño ven cómo se las niega el palco con una corrida de Miura que ni de Miura pareció.

Las nieves del tiempo

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ

«Con la frente marchita” cantaba Gardel. No es la
frente, sino el corazón, la entraña y la barriga las que necesita un torero
para andar delante de un toro. O dos. De Miura y en Pamplona. Por eso añadía el
genial tanguero aquello de «las nieves del tiempo”, que platean sienes y
asientan los instintos, que depuran urgencias y cuajan el poso. Algo así le
pasa al sobrino de los Miura, que volvió para sacarse una espinita y casi se va
en parihuelas caminito del hotel.

Le han fraguado las muñecas al sevillano tesonero y
capaz que tiraba de orgullo y valor para sobreponerse a las tardes. Y de tanto
enseñar a aficionados ha aprendido de ellos como hacen los tipos cabales. Y se
ha nutrido de sus preguntas, de sus errores, de sus aciertos. Y ha sabido
rectificarlos en carne propia y ajena para llegar hoy a Pamplona aplicando la
solución perfecta a cada problema mayor. Porque no fueron fáciles para Dávila
Miura los dos Miuras que enlotó hoy, pero sí tuvieron fondo. A uno, su primero,
le duró porque se lo conservó él, porque se lo rascó él, porque supo
consentirle sin un ápice de crispación, perderle pasos sin olvidar el objetivo,
ponerlo en ritmo con toda la intención y manejarle las alturas para que
pareciera mejor el toro de lo que fue en realidad. Una lección de Eduardo, al
que le sientan bien las nieves que reparte el tiempo. Y que remata con un
zambombazo lo que pudo ser premio mayor.

Porque sólo un feo animal de los que cría su tío, a
quien le dio el monterazo, se empeñó en cerrarle la puerta que nunca vino a
buscar. Es lo que tiene torear sin que importe una mierda el triunfo. Que te
permite ver los defectos y potenciar las virtudes. Y traerte una cuadrilla de
oro puro sin bruñir para ver a ese Rus y ese Ambel mostrar cómo se lidia un toro.
Hasta el dramático momento en que le enganchó el chaleco sin llegar nunca a
hacer carne jugó a favor del sevillano, que se dejó en la hoja de lata lo que
pudo ser volver a degustar volandas.

A eso venía Rafaelillo, al que no perjudican las
nieves del tiempo, sino que lo hacen mucho mejor. Busca las vueltas Rafa a los
que no evidencian lindezas. Soba embestidas a media altura para buscar la mejor
versión del animal que lo mira. Mucho lo hizo el primero, un manso reponedor
que se fue orientando muy pronto y con el que tuvo el acierto de entrar y
salir. Se lo hizo también el cuarto, que se dejó los cuernos –nunca mejor dicho-
en un golpetazo contra el burladero y allí perdió el espíritu el toro para
conjugarse más con el murciano capaz. Le tragó la reposición, el viaje corto,
el ademán rebrincado. Le propuso la reunión buscando media distancia, inercia
que lo acompañase y valor para mover los pies cuando se puso imposible. Todo lo
hizo bien este murciano pequeño, que vio cómo le mangaba el palco –otra vez- el
pan de sus hijas, porque necesita el pobre argumentos para luchar cuando buscan
excusas los que hacen los carteles incluso para dejarte fuera de la feria de tu
pueblo.

Los necesita también un Castaño de mejor semblante al
que ya acompaña el pelo, que le echó el capote afuera a la blandura del
tercero. A ese se la echó con suavidad, no siempre encontrando el pulso, pero
sí buscando las vueltas a uno de su hierro predilecto. Al otro, al que hizo
sexto, poco más que una estocada tendida y trasera le dejó en el ratito que
tuvo para dar motivos. Porque cuando no hay… no se puede sacar.

Sacó las cosas bien claras el que aseguró y prometió
que será la única del año, pero que no descarta jamás buscar siempre un reto al
año. Y en México aún no recibió la confirmación.

 

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Pamplona. Última de la Feria del Toro. Corrida
de toros. Lleno.

Seis toros de Miura. Reponedor y sin raza el manso primero, siempre a menos; de noble arrancada y justa raza el segundo; inválido y sin vida el atolondrado tercero; sin viaje, ni gracia ni transmisión el soso cuarto; mansito y sin raza pero pasador el quinto, que se orientó; manso y sin entrega el orientado sexto.

Rafael Rubio «Rafaelillo” (añil y oro): ovación y vuelta al ruedo. 

Dávila Miura (marino y oro): oreja y ovación. 

Javier Castaño (nazareno y oro): vuelta al ruedo y palmas.