LA CRÓNICA DE SANTANDER

Burlar sin naipes


viernes 29 julio, 2016

Un poderoso Juli, un templado Perera y un arrojado Roca Rey abren la puerta grande con una corrida sin raza de Garcigrande y Domingo Hernández

Burlar sin naipes
MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: CARLOS MILET

Aquéllos que disfruten de una buena
partida de mus debieron disfrutar de lo lindo con la corrida de hoy. Señalada
la fecha para el triunfo grande, todo pintaba fetén para ver a tres toreros en
hombros, a una plaza llena feliz de disfrutar del espectáculo y un listón en la
mayor altura para quien quisiera venir detrás a descerrajar la feria. Quienes
se enterasen del resultado dos horas y media después lo tacharían de
previsible. Los que gustan de jugar al mus, por el contrario, saben que nada
hay más lejos de la realidad.

Porque el resultado final del guión de
la tarde corrió por vericuetos varios antes de enderezar el rumbo y se colgó de
la capacidad de tres tíos con cara de póker que jugaron sin cartas la partida
bajo el sol. Sin naipes burlaron los tres para llevarse el juego a casa,
prescindiendo de las cualidades que esperaban para hoy. Burlaron con sus armas
proverbiales, pero burlaron. Porque jugar sin cartas y ganar implica por fuerza
llevarse varias manos de farol.

Una se la llevó El Juli imponiendo ley
con el cuarto, con el único Garcigrande del mansurrón encierro que, por lo
menos, se movió. Por eso jugó sin cartas, pero al menos tuvo sotas para buscar
fondos, caballos para mirar por encima al negro animal y reyes para gobernar
sobre una arrancada sólo humilló cuando él se lo dijo. Imperioso Julián,
crecido ante la podredumbre desclasada de la embestida sucia hasta convertirla
en largura, profundidad y hasta repetición a base de sobarle el morro en línea
recta y exigir tan despacio que ni el toro se acordaba de que no quería
embestir. Al suelo le echó el trapo cuando menos lo esperaba el docilón
Garcigrande, con el palillo bajo la pala y el diapasón disparado para crujirlo
con tela y voz. Dos series macizas, rotundas, hundidas en el ferruginoso suelo
de una plaza ya de pie. Dos series por dos orejas que rubricó con la espada sin
mayor complicación. Se llevó las bazas El Juli, que recordaba del pasado año la
salida andando y no lleva muy bien su ambición repetir los sinsabores.

Perera le ganó la jugada el pasado año y
ya tenía una oreja Miguel cuando se abrió de capote Julián en el cuarto. Se la
había cortado al segundo por burlar la falta de entrega sin la carta de la
clase, por tirarse el farol del temple para vencer la falta de celo, por
jugarse la baza de la suavidad frente a la asperona cara suelta que tuvo, eso
sí, la virtud de obedecer. Pero tampoco le dio opción Perera de retirarse del
juego, porque le lanzó órdago tras órdago con los pies hundidos, la figura
vertical, la cabeza despejada y el corazón caliente. Tanto como lo tuvo en el
quinto, al que le supo esperar el momento, le calentó la boca, le provocó la
desesperación trazándole por abajo y en línea hasta que decidió Miguel que el
premio se escribía en curva. Y lo cosió a los flecos poderoso, preciso, capaz
hasta matarle la esperanza al toro de en algún momento vencer. Y todo ello, sin
cartas.

Como no las tuvo Roca Rey con el sexto,
porque tampoco hoy, con cuatro toros despenados este ciclo de Santiago, ha
disfrutado más arrancadas que las francas que le dio ese toro antes de perder
el juego en el órdago inicial. Se lo echó Andrés en el inicio de muleta, en los
medios, donde pesaba el toro y su clase, porque este sí la enseñó para
guardársela luego sin posibilidad de volver. Y cuando le sacó el vuelo a una
cuarta de la arena, giró talones, adelantó trazos y lanzó muleta rugió
Santander por ver que tenían razón los que de Andrés se admiraban. Pero estaba
al revés el guión para que saliera el fondo. Porque cuando se afligió el
animal, que fue después de esa tanda, salió el Andrés rompedor, abusón,
inconsciente incluso por pisar terrenos que, más que comprometer el terno,
comprometen a los que enunciaron las leyes de la física normal. Y a merendar
pitón, y a tragar parones, y a permitir sobeteos del cuerno curvo en la corva.
La estocada fue de premio. Y sin cartas se escribió el triunfo del peruano
cabezón, que se empeñó en cobrar el tiro con una diana in extremis.

Porque no fue la tarde de las damas, los
ases o los reyes magos, sino la de los currantes que se afanan en prestidigitar
sin truco. Por eso son dos de ellos figurones del toreo. Y por eso va el
tercero por camino similar.

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza
de toros de Cuatro Caminos, Santander. Quinta de la Feria de Santiago. Corrida
de toros. Lleno. 

Dos toros de Domingo Hernández (primero y tercero) y cuatro de Garcigrande, disparejos en presencia y tipo, desiguales de presentación y escasos de raza en general.

El Juli (verde botella y oro), ovación y dos orejas. 

Miguel Ángel Perera (grana y oro), oreja y oreja

Andrés Roca Rey (marino y oro), silencio y dos orejas