LA CRÓNICA DE SANTANDER

Dos vidas en un segundo


sábado 30 julio, 2016

El Cid indulta un Adolfo del completo y gran encierro con el que un templadísimo Perera mereció más y Talavnte enlotó los dos únicos que no dieron opción alguna

Dos vidas en un segundo
MARCO A. HIERRO

De la historia a la
liviandad mediaba un segundo. Fue el tiempo que tardó el presidente de Cuatro
Caminos en sacar el pañuelo naranja que metía esta tarde lluviosa en los anales
del toreo. Cuando concluía un mes de julio marcado por la sangre y el drama, el
moquero hippy que asomó en el palco otorgó dos vidas en un segundo: la de
Madroñito y la de El Cid.

Para la historia
quedará, dicho está, el primer indulto en este ruedo, que fue de un Adolfo la
tarde en que las figuras se apuntaron a su sombra. Fue Madroñito toro de
extraordinaria humillación, franco galope, brava actitud e importante desliz
enclasado. Fue el de Adolfo toro de soñar el toreo por abajo, donde se
adormecen los exaltados y todo parece más lento. Fue toro de triunfo y medio.
De dos vueltas al ruedo, si me apuran, pero no de indulto. Al menos, por lo que
se vio. Porque le dieron fuerte en las dos varas que tomó en la media
distancia, pero se dejó pegar sin apretar al piquero. Porque derrochó boyantía
en la muleta de El Cid, pero nunca le apretó Manuel para que mostrase el fondo –y
puede que lo tuviese-. Porque siguió embistiendo hasta el final sin olvidar la
fijeza, pero salió levantando la gaita al final de los finales, cuando ya
buscaba Manuel árnica para su situación. La suya fue la segunda vida que se
otorgó ese segundo.

Porque llegaba El Cid
entre protestas a una plaza donde se hizo valer su peña, buscando el triunfo
imperioso que lo llevase de nuevo al toro. Mucho tiempo parado llevaba Manuel
en casa, y no tiene costumbre desde hace ya muchos años. Le pesaba al de
Salteras el recuerdo de Madrid y aquella tarde de gris olvido. Otro gris le
esperaba en Santander para darse la vida en un segundo y volver a caminar.
Encaderado Manuel, compuesto con el de Adolfo, resto para acompañar la
embestida, suave para trazarle rectas, listo para manejar los tiempos y enorme
para dibujar pectorales. Bello fue el toreo de El Cid con Madroñito, mas no
profundo. Y aún así, salió triunfador de la feria. Pero estuvo mejor con el
malo, el que repuso y miró, el que hizo radiografías y le buscó el calcañar.
Con ese se vistió de esfuerzo, apretó un diente con otro y le salió la raza
torera que es más difícil perder. Porque tiene el culo pelao de vérselas con
los grises y es mal premio este banquillo para una carrera de honor.

Honorable fue hoy Perera
para dejar sobre arena marrón el toreo más templado, más lento y de más contenido
que se ha visto en esta feria. Todo lo hizo despacio, todo con armonía, con
suavidad, con mimo. Acarició Miguel Ángel con dulzura ralentizada la humillada
arrancada del segundo, que no terminó de romper, pero sí le enseñó el fondo.
Perfecto al natural, enganchando con precisión de reloj suizo, ganando el paso
o perdiéndolo según buscase la distancia, ligando siempre el toreo trazando con
profundidad. Y el cénit llegó con el quinto, que sólo tuvo un pitón para
exprimir con franqueza. Le vio el extremeño el empeño en perseguir más vuelo
que fleco y desnudó de armas la diestra para morir de sentir. Hundido,
enterrado, descargado el peso sobre las caderas, latiendo naturales diestros
con el toro gris caminando con intención. Mereció más, mucho más la hondura de
Perera con la corrida de Adolfo, que era al menos de oreja y oreja en cualquier
plaza del orbe, pero ni un pañuelo asomó.

Como no le asomaron a
Talavante por irse de la feria sin una media arrancada a la que llamar patria.
Simplón y aborregado el que hizo tercero; mirón, sordo y a la caza el orientado
cierraplaza. Con ambos intentó el toreo para que no cayera en hueco su gesto de
lidiar en gris. Pero no hay divinidad ni humano que logre obtener más que él
con el lote que enlotó.

Porque ya se había
cumplido el destino escrito para hoy, cuando se otorgaban dos vidas en un
miserable segundo: Madriñito se iba a padrear en el indulto más rápido que
vieron los siglos. El Cid regresaba a Sevilla dando gracias al cielo por coger
esta sustitución. Y, de estar muerto, a irse de parranda.

 

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Santander. Séptima y última de la Feria de
Santiago. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada. 

Seis toros de Adolfo
Martín
, bien presentados, variados de juego, distintos de tipo pero con cuatro toros aprovechables para el triunfo. El primero, Madroñito de nombre, indultado.

Manuel Jesús «El
Cid” (sangre de toro  y azabache),
indulto y ovación

Miguel Ángel Perera (celeste y oro), ovación  y ovación

Alejandro Talavante (sangre de toro y oro), ovación y silencio