LA CRÓNICA DE SAN FERMÍN

O dignidad o nada


viernes 8 julio, 2016

Una mala corrida de Cebada Gago se lleva las ilusiones de un Eugenio de Mora, un Pepe Moral y un Javier Jiménez que pusieron en mayúsculas la palabra dignidad

O dignidad o nada

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ

 

Cuando las manecillas
del reloj buscaban las nueve menos diez de la tarde calurosa y pesada, se iban
tres toreros desmadejados camino de la puerta de cuadrillas, sabiendo que no
cargaba el esportón la mercancía que precisaban, pero contentos que haber sido
toreros en tarde de dignidad o nada.

Dignidad de tres hombres
–superhombres en ocasiones- que tiraron de valores y responsabilidad para
echarle bemoles a una tarde que no traerá recuerdo. Porque tardes como esta,
vacías de evidencias y ayunas de alhelí, no suman argumentos tangibles para
pelear en los despachos, pero alimentan la vida interior de tres tipos que
sumaban una corrida de toros entre los tres durante la temporada antes de pisar
este ruedo. Por dignidad.

Esa fue la que hizo
saltar de la camilla a Javier Jiménez cuando ya estaba Eugenio de Mora con la
espada en la mano. Tres volteretas en una se había tragado el sevillano por
tragar pitón primero al colorao tercero. Dramáticamente volaba cual pingajo el
mismo tío que le había entregado el cuero más quieto que un poste a la geniuda
arrancada inicial para rascarle el fondo que hubiera tras el áspero ademán.
Sobó y sobó hasta que tocó trazar. Y allí apareció la colocación precisa, el
toque firme, el pulso correcto y la limpieza en los pases. Allí aparecieron las
formas pulcras y dignas de un tipo rubio y sevillano que sobrepasa la media en
la técnica mostrada pero tiene dignidad para no usarla en la mentira. Hubiera
sobrado, de hecho, ese final de rodillas que precedió al vuelo sin motor. Pero
estaba en Pamplona. Y quería estar el año que viene.

De hecho ni sabía que
era esta plaza cuando salió a por el sexto contra la opinión del galeno. Matemática
interiorizada fue el rastrero percal con el que enceló al cuellilargo sexto.
Siempre sin molestar, siempre sin ofrecer batalla. Porque sólo cuando se armó
la diestra, ya con la sarga en la mano, sacó su dignidad el temple, la apostura
y la forma para que no se fuera la tarde sin enseñar su fondo. Hecho migas
toreó Jiménez, pero toreó al de Cebada, que pasó y pasó sin terminar de
enterarse hasta que comprendió de pronto que allí no mandaba él. Y se rajó sin
remedio, sin reserva, sin sonrojo. Sólo para tirar un guadañazo en las
manoletinas del final tuvo espíritu el funo. Un guadañazo a la dignidad de uno
que no guardó nada porque nada había por detrás. Sólo la dignidad en forma de
una ovación.

Por detrás y por delante
le puso los pitones cerca el cabronazo primero a la dignidad de Eugenio de
Mora. Curtido en la traca del pueblo, en la feria de renombre y en la de medio
pelo, pudo ser de tragedia el resultado de ese primero, que usó el cuello
badanudo para visitarle el oro. Embraguetado el manchego, digno por encima de
la lógica para lograr hasta sacarle una serie al delincuente con papeles que
abrió la función. Al otro, un salpicao astifino serio como la madre que lo
parió, le tocó fuerte, le ofreció pelea, lo abrió por fuera para azuzarle el
celo y le tragó las vencidas de la falta de raza y de clase que dejaban en cero
el esportón. Lo sabía Eugenio, y aún así se compuso y se encajó las pocas veces
que pudo para ganarle la lid. Un trincherazo por aquí, un desmayo por allá y un
tío con tremenda dignidad escuchando dos silencios por no atinar en aceros.

Sí lo hizo Pepe Moral
para trincar una vuelta al ruedo. Trincarla de la ley del digno, del que sabe
de su entrega y el miedo que le ha hecho pasar un lote con más tralla de la que
permitió ver él. Y no fueron los dos peores. No fueron faenas de gusto, no
conjuntó tandas macizas, no se sintió supermán por hacer el toreo que sueña.
Pero fue superhombre, y lo sabe, por exprimir con gobierno, enfibrarse con
autoridad, mandar en las arrancadas y conseguir medio premio de dos toros de
silencio mayor. Sin corridas hasta hoy, y veremos si las tiene mañana. Pero con
máxima dignidad para pasear su nombre hasta debajo de una encina.

Porque sin dignidad no
hay nada para los que no tienen más toros después de los dos de hoy. Y ese
tesoro torero nadie lo comprenderá porque no se juega la vida. Porque no se le
baila a la parca cuando te tira el espejo a solas una guasa o tal vez dos. Con
los tres que torearon hoy el espejo se quitará el sombrero.

 

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros Monumental de Pamplona. Feria de San Fermín, cuarta de abono. Corrida de toros. Lleno en los tendidos

Cinco toros de Cebada Gago, serios y voluminosos, de distinto tipo, y uno de Salvador García Cebada, quinto. Violento y con mucho sentido el primero; mansurrón y orientado a menos el deslucido segundo; de cierto genio en las formas y manejable bondad en el fondo el tercero; manso, pasador y sin entrega el mentiroso cuarto; deslucido y sin entrega el grandón y basto quinto; sin raza ni calidad el protestón y rajado sexto.

Eugenio de Mora (coral y oro): Silencio y silencio tras aviso

Pepe Moral (Gris plomo y oro): Silencio y vuelta al ruedo

Javier Jiménez (Blanco y oro): Ovación con saludos en ambos.