LA CRÓNICA DE MADRID

La Paloma que trae pelo


lunes 15 agosto, 2016

Una oreja pasearon del cuarto Eugenio de Mora y del tercero Román de la corrida de El Montecillo; ovacionado en su lote resultó Matías Tejela

Una oreja pasearon del cuarto Eugenio de Mora y del tercero Román de la corrida de El Montecillo; ovacionado en su lote resultó Matías Tejela

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA:
LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Viene la Paloma cada 15 de agosto para obrar el milagro de Madrid. Viene para echar embestidas, para rescatar verdades, para corregir caprichos del destino mamón y hasta para obrar milagros y desplazar los focos al pecho del que los dejó de tener. Así es la Paloma de Madrid, que troca en el tendido venteño el blus del autobús por un poquito de porfavor, aunque sigan las mulillas perezosas poniéndose de parte del que se juega el tocino.

Lleva la Paloma cumpliendo las últimas temporadas en Madrid, con la clase media a menos peleándose por pisar Las Ventas cada 15 de agosto, esperando que la flauta suene o que el funo embista, da igual si lo hace bien o regular. Los de El Montecillo que salieron hoy no terminaron de besar la arena, pero sacaron cualidades para unir a la pluma el pelo, porque la Paloma es dadivosa con el débil, pero justa con el listo y el capaz.

Listo y capaz es Eugenio de Mora, que conoce los tiempos, los gustos y hasta las puntillas de la calle de Alcalá para que sea raro el día que el manchego no sume en Madrid. El primero, bajo, badanudo y bien hecho, embistió sin entrega ni raza en las verónicas del saludo, mejor planteadas que tomadas por el toro. Luego metió la cara abajo con un pitón en el penco. Compuesto y muy a favor del toro fue el inicio, empujando la voluntad, desmayándose con gusto en el momento justo y dejando con buen sabor de boca al tendido. Pero duró tres tandas el toro, las que le extrajo con la diestra y a media altura un manchego con oficio que le supo dar pausa y distancia, pero que se topó con la negativa del toro a entregarse con la zurda. Y cuando volvió a la senda diestra ya no era igual el funo. Lo mató de una estocada caída y escuchó ovación tras aviso. 
 
El toraco cuarto, alto y montado, se pensó cada arrancada al capote de Eugenio de Mora y obedeció por abajo hasta que se aburrió de embestir, dejando inconcluso el saludo. Luego se arrancó con genio al jaco, derribando con facilidado. Pero le faltó formalidad para repetir tres veces en la muleta, porque cuando lo hacía rebañaba a la cuarta. Tuvo paciencia el manchego, y valor para tragarle, porque era así como obedecía el animal cuando se le amarrada el morro al suelo. Lo hizo con la zurda, pero fue una tanda diestra, de sereno pasar, la que levantó al tendido, y el final de gusto, antes del pinchazo y la estocada que le propiciaron pasear una oreja.
Harto de esperar estaba Matías Tejela que el destino o la Paloma lo volviesen a poner en Madrid, y se notó en las muñecas oxidadas y en la flojera inicial de mente espesa con los dos toros. Con solvencia y ganando el paso hacia los medios le ejecutó la verónica al segundo, sin ritmo para repetir, pero humillado en los embroques. Suelto y sin fijeza ni celo se mostró en varas, donde se dejó pegar sin más. A menos se vino ya en el quite por tafalleras de Román, en el que terminó sin pasar. A menos fue el animal en la muleta, al contrario que Tejela, que supo asentarse tras un comienzo dubitativo, fruto de la falta de rodaje. Ofreció la bamba con intención, trazó con gusto en ocasiones en una faena intermitente que concluyó con doblones muy toreros, un pinchazo y una estocada caída que no impidieron la ovación.
 
De Torrealba era el serio quinto, castaño, enmorrillado y aparatoso, más por delante que por la trana, que humilló sin entrega en las verónicas del saludo de Tejela. Una refriega fue el primer encuentro en varas, y evidenció su falta de fuerza derrumbándose en el quite por gaoneras de Román. Le faltó fuelle y le faltó vida, porque tuvo tranco, buen son y mucha clase, aunque se perdiese para el neófito en su rebrincado pasar y su falta de final cuando no viajaba el trapo abajo. Fue lo que aprovechó Matías en una faena que fue a más cuanto más a menos se iba el fuelle del toro. Por eso embistió al ralentí, empujando con las puntas el trapo cuando le cogió el pulso Tejela. Toro de reventar Madrid con un poco más de vida, con un tío con pelotas para pasarlo por ellas despacito y sin querer largarse, con pulso para ajustarlo al corazón y con el toreo hirviendo tan a fuego lento que no lo desperdicie a bocanadas. Tuvo gusto el madrileño, pero sólo en muletazos sueltos a cámara lenta. Pinchó,  se echó el toro y el puntillero lo levantó después de la estocada. Aún así, escuchó ovación. 
A Román lo trajo de Valencia la Paloma justiciera para corregir en Las Ventas los errores de mayo. Y tuvo más poso para aprovechar el tiro, pero también urgencia por hacer el completo. Por abajo tuvo que ser la lidia con el capote a la salida del tercero, protestado por lo abrochado de los pitones, pero fue la falta de ritmo lo peor del animal. Derribó con poder el de El Montecillo al penco en el primer encuentro y empujó abajo en el segundo, con picotazo en la paletilla incluido. Toro exigente en la colocación, porque se paraba, a pesar de ser bravo -y hasta con un punto de genio- cuando no era la correcta tras el muletazo. Entrega máxima de Román, que supo meterlo en la muleta a medida que fue encontrando el pulso para entenderse con él y el último muñecazo para dejarlo colocado donde él quería, y no donde quería el toro, porque allí intentaba remontar el de Paco Medina. Sobresalió una tanda al natural, de mucha verdad y muy de frente, y el toreo a dos manos que epilogó el trasteo. La estocada contundente le puso en la mano la oreja tras aviso. 
A torear sin probaturas se fue Román con el sexto, por delantales primero, variando con una tafallera, una gaonera y una larga, con más entrega y fe que ortodoxia. Buscaba la puerta que presidía el trasteo, atravesar el dintel de la gloria con un toro que le cantaba movilidad. Gran tercio de banderillas el que firmó Raúl Martí, obligado a saludar. Mucha quietud tuvo el inicio por estatuarios, con la ambición de cortar la oreja que le faltaba para abrir el portón. Pero esa misma ansia lo llevó a exprimirlo demasiado en una serie diestra de mano baja y disparada intención. Allí se acabó el toro. Lo demás fue porfía con el marmolillo sin fruto en el horizonte. Lo mató de estocada trasera, falló con la cruceta y escuchó silencio tras aviso.
 
Son las cosas que trae la Paloma, con dos toreros tocando pelo y uno pegándole el tiro al poste. ¿Será acaso, el milagro de la Paloma, cosa de la garantía del hierro?

 

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas. Tradicional corrida del Día de
la Paloma.

Seis toros de El
Montecillo, noble sin entrega y a menos el primero, de buen fondo sin fuelle el segundo, exigente y con empuje el bravo tercero, informal pero obediente el exigente cuarto, sin fuelle que sustentarse la clase el rebrincado quinto, de buen fondo sin fuelle el sexto. 

Eugenio de Mora, ovación tras aviso y oreja. 

Matías Tejela, ovación y ovación. 

Román, oreja y silencio tras aviso.