LA CRÓNICA DE CUENCA

Acariciar el destino


sábado 20 agosto, 2016

Dos orejas cortó Cristina en el toro de la reaparición, una y una El Juli y un solo apéndice paseó un elegante Enrique Ponce en una tarde marcada por las emociones

Dos orejas cortó Cristina en el toro de la reaparición, una y una El Juli y un solo apéndice paseó un elegante Enrique Ponce en una tarde marcada por las emociones

JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO

El
destino se acaricia. Que se lo pregunten a Cristina Sánchez. Se acaricia y se
huele; se ama y se siente y al destino se le torea porque es tan inquieto que incluso cita por las noches al diablo para
que el de paseo vuelva a los lomos más de una década después
. También se le
juega, porque hay que ser pícaro para engañarlo; y te puedes reír con él como
Alejandro y Antonio estarán haciendo ahora con su madre. También se aprende con lo que nos ofrece en la vida, bueno y malo,
desagradable o positivo, sincero o mentiroso
. Pero sobre todo, al destino
que Romero escribió en Cristina con las Galias por testigo se le respeta mucho.
Y lo ha hecho y lo hará la mujer torero más importante de la historia.

Lo
escribió hoy en la memoria con Cuenca por testigo, con la sencillez y
sinceridad de un Maximino que a base de cabezón consigue sus retos. Lo hizo esa
mujer que trajo al mundo dos almas joviales a los que, tragándose la emoción,
les dijo en el brindis que eran el motor de todo esto. Lo hizo sabiendo que,
quizá, sería la última vez en su vida
que se vestiría de luces por ellos y para los que una puñetera maldición de este
mismo destino no pueden vivir su infancia en una plaza de toros
. Hoy
Cristina acarició el destino. Once años después de ver los últimos pitones al
viento. Con familia. Con un marido al que abrazar. Con unos padres de los que
enorgullecerse. Con una vida cumplida y por cumplir y con mil sueños en su
agenda personal.

Y se lo
dijo al segundo aun cuando los capotazos sin brillo los jadeaba toda Cuenca. Y
se acordaba de mecer el capote, y de echar el vuelo adelante para embarcar la
chicuelina al viento, y de que los brindis se hacen con sentido. Porque acarició al de Ruiz para conectar en
los remates, le atacó en corto para gustarse con la zurda y, cuando al animal
se le acabó el fuelle también por el derecho, tiró de los epílogos populacheros
para llevarse el segundo trofeo
. Los ayudados fueron de las estampitas que
aún borrosas pululan en las carteras de sus fans. La estocada, como si fuese en
activo. También el quinto que se envalentonó que por ambas manos sabe hacer el
toreo hasta que la violencia se impuso a la paz que predicaba Cristina. Y
terminó ésta por enrabietar los nervios que materializaron en el fallo a
espadas el mal epílogo a una reaparición de despedida brillante.

De acariciar sabe y siente Enrique Ponce y su
excelso magisterio a los veintimuchos
. Lo dijo ayer en Málaga, lo predicó esta
tarde en Cuenca y presagió que mañana en Antequera ya se puede ir preparando el
palco. Porque le brindó a la mujer más
importante de la historia el torero que mejor ha sabido equilibrarse en ésta.
Y
aquellas palabras que nadie sabremos jamás esconden lo importante del rito. Y
le dijo a aquel «Miedoso” que las caricias son franela en mano y despacito,
como le pegó las verónicas de inicio. Le dijo que la torería se escribe por
abajo, como en un inicio cuerpo erguido pero mano por la arena. Y le dijo al de
Ruiz que si su pitón era el derecho por ahí lo fundiría a caricias, pero sería
la zurda que él no quería la que dulcificaría también acariciando su morrillo por
abajito. Y el sabor. Y la quietud. Y los
naturales aislados pero de frente. Y la espada arriba que no fue efectiva.

Intentó
darle caricias pero recibió caras altas de salida de un tercero que fue
humillando tras el jaco. A pesar de dejárselo crudo. Pero sí le dio dulzura en
las chicuelinas y tijerillas del quite. Si no tuvo recorrido, sí motor y
humillación por el izquierdo aprovechada por El Juli. El que acarició a Cristina
en el brindis al sexto, que se fue apagando para cortarle la oreja después de
que las caricias se las pegase abrasado entre los pitones.

Acariciar
el destino fue lo que hizo hoy Cristina. Enhorabuena, torera. Has demostrado a
la sociedad que es posible lo imposible por esa puta enfermedad; has demostrado
al sistema que se puede y se debe creer en el futuro a partir de cambiar el
mundo muleta en mano; has demostrado a tus hijos que su madre no sólo regaña o
enseña sino torea y muy bien. Y tú, que comunicas cada finde a una región
privilegiada por ser la más taurina de España, comunicaste hoy que para ser
grande primero hay que hacerse pequeña y pensar no sólo en los demás, sino en
los más pequeños de ese «demás”.

Acariciaste
lo que amas, acaricias en estos instantes con las sábanas rozando tus heridas
al amor de tu vida habiendo hecho, unos minutos antes, felices a los dos
grandes corazones que tus entrañas parieron. Y has demostrado a tus hijos que,
acariciando el destino, has cumplido aquellas eternas palabras que el maestro
de maestros te dijo hace esta noche 7392 días: «El toreo es caricia, y nadie
mejor que una mujer para torear acariciando».

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuenca. Primera de la Feria de San Julián.
Corrida de toros. Lleno. Tres cuartos de entrada en los tendidos.

Seis toros deDaniel Ruiz, correctos de
presencia.Noblón y bueno a diestras el abreplaza; a menos el
segundo;humillador por el izquierdo un tercero aplomado; con duración el
cuarto; pasador el áspero quinto;aplomado el sexto.

Enrique Ponce,ovación yoreja con petición
de la segunda y bronca al palco.

Cristina Sánchez,dos orejas y vuelta al ruedo.

Julián López «El Juli”,oreja y oreja.

 

FOTOGALERÍA: JULIO PALENCIA