LA CRÓNICA DE BILBAO

Cuando el alma explota


viernes 26 agosto, 2016

Soberbia tarde de Garrido, paseando una oreja que debieron ser dos; no terminó de romper la corrida de Torrestrella, en la que López Simón debió marcharse tras estoquear al tercero por ansiedad

Soberbia tarde de Garrido, paseando una oreja que debieron ser dos; no terminó de romper la corrida de Torrestrella, en la que López Simón debió marcharse tras estoquear al tercero por ansiedad

JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO

Cuando el alma explota sólo puede controlarla aquel que está seguro de saberse dueño de su propio destino. Por sí sólo. Sin ataduras
morales. Sin que el corazón se sienta
títere ni la cabeza se guíe por el sino en el que no cree.
Sin que el niño
que todo torero lleva dentro siga ausente en cada paseíllo. Sin ser un simple
obrero asalariado cuando en el carné figura artista. Y entonces, sólo cuando el
alma explota y se siente libre, es cuando la plenitud humana cobra todo
sentido. Porque nunca un traje de luces
pesó más que el de hoy de López Simón en Bilbao.

Y él ha sido el que ha dicho que no era su culpa: pues bien,
quien cargase sobre sus hombros la responsabilidad del duelo debe sacar las
agallas para dar la cara por él. Porque
le dolieron a Alberto como puñales todos los pitos que le propinó Bilbao en el paseíllo.
Y esos minutos liado junto con los de Curro Díaz tras la tarde innombrable, con
una puta vida en juego, deben ser lo peor que en una plaza de toros haya experimentado
un torero este año.

Es triste que explote tu alma por sentirte factoría contractual
del torero que jamás soñaste ser. Y fuerte que encima etiqueten de veto lo que
en un lugar de la Mancha se cuajó mientras dos rabos hacían libre al torero que
Barajas escribió en el destino. Perra realidad.

Lo sabe Alberto y también lo sabe José, del que fue la
tarde: explotó el alma de Garrido cuando
vio que le repetía sin clase el segundo y había un mínimo resquicio de salir de
la sequía de bravura que la mala baza le había regalado estos meses.
Y le
dio sentimiento al inicio, explotando de razón al cargar la suerte en la
primera tanda a diestras. Porque la llevaba su sensación de figura. Explotando
también de corazón en la proposición siempre firme a un rajado que quería irse.
Y explotando de regusto al torear como sentía a sones de Nerva. Explotando de
mano baja al aprovechar la humillación exigente del animalaco, siempre dócil
pero huidizo a la verdad del extremeño. Explotando de sabiduría en los tiempos
que merecía el de Torrestrella y explotando su alma en ese abrasamiento a
diestras que rubricó trasteo. Pero reventando de rabia en el pinchazo que de su
mano borró todo fruto.

Aún no sabía para cuando le robó Matías la oreja del cuarto
que estaba solo ante el destino por la zancadilla moral que hoy sacudió el alma
de Simón. Y a ese, que brindó al subalterno José Manuel Soto, le propuso con la
solidez tremebunda de quien sabe lo que quiere porque ejecuta lo que su alma
dicta. Y ésta, que no entiende de razones, sí comprende de valor, y fue éste el
que hizo tirar hacia adelante a José con la tarde y con aquel bobalicón toro,
al que cuajó por naturales mientras el de Torrestrella sólo pensaba en
rebañarle el rostro en cada remate por alto. Y casi lo consigue. Pero la peor
cara arriba fue la de Matías, que es el humano el que yerra…

Estaba convencido de su oficio de figura también cuando el
tren quinto pisó la arena. Y el odio exigente del toraco lo transformó en paz
por bajo el torero. Repuso uno y se puso otro. Y se puso de verdad José para soplarle la explosión del alma al
natural que merecía su Bilbao.
Superior. Como el recibo al sexto, que le
saltó de forma olímpica al echar el costero por parejo a tierra viéndolo venir
de frente. Y le pegó un farol. Y otro. Y el tercero. Y la plaza con él. Y
bragueta en las verónicas. Y testosterona ante el aplomo del enemigo. Y mala
espada, la que hoy le impidió irse en volandas del Botxo. Error que no permitió verle fruto a la explosión de su alma.

Y el error no fue lo
que pasó o pudo pasar antes del recital de Garrido: el error es que vuelva a
suceder
. El error es que Alberto sea espejo de lo que él no siente. Y él,
que sufrió la peor de las cornadas morales al decir no a su plaza en mal trance
para verse después en buena lid por salir cuatro veces a hombros caminito de
Alcalá, tiene mucha gloria en su alma con la que explotar las plazas que pisa.

Y no. Realmente no sé
por qué. Pero las lágrimas de un torero conmueven. Hacen pensar. Duelen.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Vista Alegre, Bilbao. Séptima de las
Corridas Generales. Corrida de toros.

Seis toros deTorrestrella.

Alberto López Simón, silencio y silencio.

José Garrido,ovación, vuelta al ruedo, oreja y palmas.