EL PUERTO DE SANTA MARÍA

El magisterio de Talavante y la voluntad sin triunfo de Borja


sábado 6 agosto, 2016

El extremeño corta una oreja que pudieron ser tres mientras el sevillano se las deja con la espada cuando más falta le hacían; para Morante todo problemas

El extremeño corta una oreja que pudieron ser tres mientras el sevillano se las deja con la espada cuando más falta le hacían; para Morante todo problemas

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EVA MORALES

José Antonio «Morante de la Puebla” en sus pocas actuaciones
esta temporada, Alejandro Talavante en el gran momento que atraviesa en su
carrera y el jovencísimo Borja Jiménez en busca del triunfo para entrar en las
Ferias hacían, esta tarde, el paseíllo en el coso real de El Puerto de Santa
María a las siete y media en punto. Un encierro de Santiago Domecq estaba listo
para el gran cartel.

Pronto, demasiado pronto evidenció el primero su falta de fuelle para acometer a los engaños. Molestó el viento a Morante en el saludo y apenas pudo dejar un lance de muchísima suavidad y sabor. Tenía buena estampa y correcta presencia el de Santiago Domecq, Con la muleta nunca estuvo a gusto José Antonio; el viento casi siempre y el toro en muchas ocasiones le pusieron la aspereza a una faena a contraestilo del sevillano. Al hilo de las tablas lo obligó el viento a desarrollar faena, pero ahí no tuvo finales y sí mucha actitud defensiva el toro, que hasta pudo echárselo a los lomos en un descuido. Lo mató cuanto antes y a otra cosa.

Sencillamente extraordinario fue el toreo de capa de Talavante al segundo. Toro capacho y acodado, más basto que el anterior, pero codicioso y con celo y humillación en el capote con el que rezumaba clase el extremeño. Genuflexo primero, encajado después, deletreando verónicas entre los rugidos de El Puerto. Magnífico Alejandro. Continuó el recital en el quite, con chicuelinas y una cordobina para abrochar. Doblones para iniciar la faena, para imponerse al toro y al viento, para meterse en una ora sublime en los detalles y, sobre todo, en los trazos. Porque fue el trazo de Alejandro al natural, sin armas contra Eolo en el trapo rojo, el que se fue transformando en inmenso a medida que Talavante iba poniendo en escena su personal parsimonia. Preciso en los embarques, templadísimo en el pulseo cuando ya se agotaba el fondo del de Santi Domecq, valeroso entre las tablas y el funo, entre los que no cabía ni una duda. Toreó cuando embestía, pero también cuando se rajó. Pinchó al rematar la obra, a pesar de ejecutar la suerte con lentitud. A la tercera y con apurón logró el extremeño acabar con el segundo. 

Humilló mucho de salida el tercero, al que se fue a recibirlo Borja Jiménez a la puerta de chiqueros. Toda una declaración de intenciones, pero fue mejor el encajado saludo a la verónica que le dejó después. Labor de enfermero la que tuvo que realizar el sevillano con el inválido de Santi Domecq, que la tomó bobalicón y, en ese pasar, supo templar las pasadas con gusto y compostura, pero no le sirvió para que tomase vuelo una faena más técnica que de tendido. Lo mató bien y en ovación quedó su labor.

En cuarto lugar le salió a Morante el demonio de Tasmania, y le embistió a media altura con cierta intención en las verónicas de acompañar arrancadas que sirvieron para saludar al feo toro, sin cuello y estrecho de sienes. Con la muleta todo quedó en el intento, con un toro parado y torero sin encontrar la forma de sacarle la inercia a relucir. Aún así se asentó el de La Puebla para desgranarle algunos muletazos de uno en uno con la mano derecha de cierto fuste, pero sin llegar nunca a coger vuelo la faena. Un pinchazo hondo en la yema sirvió para descabellar. Silencio.

Al girón quinto le faltaron desliz y ritmo en las verónicas que quiso enjaretarle Talavante y tuvo que desistir por la falta de entrega y codicia. Y no era fácil meter en el canasto a un toro informal que soltaba la cara como una devanadera, pero logró endilgarle una serie con la diestra de inicio plena de temple, con un cambio de mano monumental. Supo confiar, además, Talavante, en la obediencia del animal, que terminaba tomando el vuelo, pero para eso había que tener muchísimo valor. E inteligencia, porque le fue extrayendo los naturales aprovechando la movilidad sin clase, construyendo sin que le tocase el trapo y aprovechando las querencias ara ir cambiando los terrenos. A este sí lo mató por arriba, paseando una oreja.

Tampoco el sexto le permitió a Borja Jiménez brillar con el capote en toda su dimensión, porque entre su falta de entrega y el viento que arreciaba impidieron que le ganase el paso o que se estirase siquiera con él. Por eso lo intentó en el quite, donde sí consiguió levantar al tendido a base de quietud y ceñimiento en las chicuelinas. Le apostó Borja a la calidad al animal, y se la dio. Al menos mientras le duró el fondo, porque fue fulgurante el inicio pendular, muy templado y largo. Fue inteligente la noria de la segunda tanda, cuando le pegó cinco muletazos que sólo fueron uno antes del remate largo de pecho. Pero se le vino abajo el toro y, con él, la faena, a pesar de la voluntad firme del sevillano. De rodillas intentó buscar la segunda oreja en el final, con la muleta hecha un trapo con el viento. Dos intentos fallidos al encuentro dieron al traste, sin embargo, con los trofeos del chaval. Ovación.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de El Puerto de Santa María, Cádiz. Tercera
de la temporada estival. Corrida de toros.

Seis toros de Santiago
Domecq,
correctos de presencia. Áspero y sin fuelle el bien hecho primero; con temple, calidad y clase y el fondo muy justo el segundo; inválido de buen aire el tercero; aplomado y sin vida el noble y feo cuarto; informal y de cara suelta el girón quinto; de movilidad con clase y ritmo y escasísimo fondo el sexto.

Morante
de la Puebla (negro y oro):
silencio y silencio.

Alejandro Talavante (marino y oro): ovación y oreja. 

Borja Jiménez (blanco y oro): ovación y ovación tras aviso.

Saludó Juan José Trujillo tras banderillear al segundo y Alejandro Sobrino y Perico tras hacer lo propio con el sexto.