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El Año de… Perera


martes 10 enero, 2017

Resumen de la temporada 2016 del matador de toros extremeño, una de las figuras del toreo que ha firmado una campaña ascendente tras regresar de una gravísima cornada en Salamanca

Resumen de la temporada 2016 del matador de toros extremeño, una de las figuras del toreo que ha firmado una campaña ascendente tras regresar de una gravísima cornada en Salamanca

No fue fácil el comienzo de campaña para un Miguel Ángel
Perera al que las bolitas del sorteo no acompañaron hasta bien entrada la
temporada, allá por el mes de junio en Pamplona. Tras no poder reaparecer en la
Feria del Señor de los Milagros de Lima después de la cornada de Salamanca,
decidió que su siguiente parada sería la Feria de marzo de Olivenza, donde
cortó una oreja y fue ovacionado en su segundo a la corrida de Garcigrande, no
tocándole el mejor de los lotes. De ahí, cogería el coche de cuadrillas para
hacer el paseíllo el Sábado Santo en La Malagueta, tarde donde destacó y fue
ovacionado ante un encierro de Luis Algarra.

Comenzaría entonces sus citas cruciales: la primera de ellas
fue la Real Maestranza de Sevilla, tarde en la que fue ovacionado frente a los
toros de Victoriano del Río. Ya el 30 de abril en la localidad cacereña de
Trujillo olió las mieles del triunfo paseando hasta tres orejas en una corrida
dentro de la Feria del Queso que sería un respiro de aire fresco para el torero
de Puebla del Prior. No esperaría mucho para volver a vestirse de luces, y lo
hizo en la Feria de San Marcos de Aguascalientes, México, una semana después,
trenzando el paseo para cortar una oreja de cada toro de su lote, con los
hierros de Julián Hamdan y San Isidro.

Ya en tierras europeas, su siguiente destino sería en el
coliseo romano de Nimes, tarde en la que remontó con fuerza y cortó dos orejas
a un buen toro de Daniel Ruiz, gustándose y rompiendo de verdad su campaña. Aquella
tarde preludiaría a su doble cita madrileña. El primer compromiso, el 18 de
mayo, fue silenciado frente a una corrida de Fuente Ymbro que no terminó de
romper. Su segunda cita, el 25 del mismo mes, le hizo frente a la corrida de
Vellosino que remendaba a la titular y el encierro tampoco fue apto para el
triunfo, por lo que la porfía de Perera fue silenciada también aquel día.

Aquella doble cita capitalina embalaría al torero pacense
directamente a su encerrona en la plaza de toros de Albacete. Una encerrona
enmarcada en la tradicional corrida de ASPRONA de la capital manchega en la que
estoqueó astados de Fuente Ymbro, Las Ramblas y Garcigrande de los que paseó
hasta tres orejas en un festejo retransmitido por las cámaras de Televisión
Española. La plaza de Badajoz sería su siguiente parada en una corrida,
enmarcada en la Feria de San Juan, de la que se llevó tres trofeos de una buena
corrida con el hierro de Juan Pedro Domecq. Aquel día, entre los suyos,
reivindicó de nuevo su sitio y el momento que estaba por atravesar el de Puebla
del Prior.

La Feria de Zamora lo esperaría ya el 29 de junio, tarde en
la que paseando oreja y oreja se enfrentó a una desigual corrida de Alcurrucén.
Tras aquella cita, Burgos sería su siguiente parada. Aquella fue una tarde
especial por las connotaciones que la ciudad tiene para el torero pacense y con
tres orejas salió de los «sampedros” que son Puerta del Norte para el toreo. Se
lidió aquel día una corrida de El Puerto de San Lorenzo. Antes de su actuación
en la Feria del Toro de Pamplona, la tarde quizá más amarga de la temporada de
Miguel Ángel Perera llegaría en la localidad abulense de Arévalo. Aquel día,
haciendo el paseíllo al lado de El Juli y Roca Rey, la terna debió salir
andando porque en Teruel acababa de perder la vida frente a un toro de Los
Maños el compañero Víctor Barrio.

Esa sería la nota negativa de un ascenso sin cesar hasta
llegar al puerto de montaña que es Pamplona para todo aquel que se viste de
luces.

PAMPLONA

Ver las luces y las sombras en el camino para saber prenderlas o
esquivarlas siempre fue cosa de sabios. No escoger el sendero óptimo, sino de
saber ver en éste las obstrucciones o ventajas que la propia durabilidad que
toda travesía conlleva. Y es que esas luces y esas sombras, importantes para
que un torero honre a Belmonte en el ruedo siendo lo que su persona es, son la
clave de ese camino de rosas o espinas para cualquiera que se vista de luces.
Estuvo Perera hecho un tío en 2014, no lo vio hace doce meses y un pitón le
partió por dentro hace hoy 345 días en La Glorieta. Y ahí, en la elección del
camino y su luz, radica precisamente la perspicacia de verlo claro y
aprovecharlo. Como en Pamplona hizo Miguel Ángel.

Perera, al que las sombras tras la cornada y la dureza de su invierno
taparon lo que sus entrañas estaban cuajando, dejó lo malo en la cuneta y
aprovechó lo bueno que tenía delante para ser ya el de siempre. Y volvió a ver
la luz cuando el Sol ya ha iluminado la sombra de Salamanca.

No se le ha olvidado a Perera que él también es ciprés y que se cimbrea
con el viento. Cierto es que le ha costado encontrar la raíz en un camposanto
amenazante que le puso en la nuca el hacha indolente del ostracismo
oportunista. Se vio fuera de ferias el que se sabe bien armado; honda la
cimentación, gruesa la raíz, armónicas las ramas y hermoso de ver ondear.

Tanto como mal espadachín hoy, porque su decidida apuesta, su calcañar
enterrado en el abierto compás y su latido lento para supurar el toreo debería
haber puesto tres orejas en su esportón, pero le aplaudió Pamplona. Porque es
de ciprés su larguísimo trazo de corazón natural al humillador segundo, su
imperiosa presencia para sacarle el fondo al díscolo quinto, su entrega no
superada por la horrible voltereta que le cobró la tarde. Son todas cualidades
del inmenso Miguel que quiere mirar por encima del cementerio donde se sabe
ciprés. Tal vez hoy encontró el camino para no volver a dudar.

Vio toro el torero en el que la afición estaba perdiendo la fe por
arriba, por abajo, por el centro y hasta por detrás, donde volvió a pasárselos
en los cambiados que en el 14 le tornaron el sino. Y le dio un sablazo a los
que pasaban ya de su rollo. Y gratificó a sus adeptos con la lentitud de su
concepto, con la ligazón larga de quien revienta en viaje a su oponente y con
la porfía de quien, cuando éste ya está fundido, se abrasa entre pitones
alardeando de un pererismo marca registrada del que Ojeda siempre pide
explicaciones.

Tras ese comienzo del ascenso en Pamplona, la siguiente
parada de Miguel Ángel Perera sería la Feria de Julio de Valencia. Aquella
tarde, con una emotividad especial por encontrarse Adrián como centro de la
ceremonia taurómaca, le paseó una oreja al primero de sus oponentes de
Victoriano del Río. Dejó una actuación sensacional especialmente por un arrimón
espeluznante a su segundo que, si no llega a ser por la espada, le hubiera
propiciado la salida a hombros por el paseo de Colón.

Después de esa célebre cita levantina, la Feria de Santiago
de Santander acogería el gran momento de Perera, cortando oreja y oreja en su
primera tarde en el coso de Cuatro Caminos frente a una corrida de Garcigrande.
Su segundo compromiso en el abono cántabro llegaría tres días más tarde en una
clara apuesta por la diversidad de encastes en su temporada: le hizo frente a
una corrida de Adolfo Martín y, aunque no le tocó el lote, sí pudo degustar el
toreo templado por momentos la afición norteña ante un Perera a ralentí.

A raíz de ahí el ascenso sería constante, y la Feria de
Colombinas de Huelva, a pesar de la mala corrida de Santiago Domecq de la que
fue testigo, vio por momentos la despaciosidad del toreo de Miguel Ángel.
Triste fue la tarde del 7 de agosto. Las dos orejas que paseó Perera no taparon
el mal momento por el que pasa la afición alavesa, un momento en el que los
ataques políticos constantes amenazan el porvenir de su Feria y una tarde en la
que su afición se echó al ruedo del Iradier Arena para reivindicar libertad.

No dejaría el norte Perera y su siguiente parada sería la
Feria de Gijón, ciudad ya célebre en su temporada. Tres orejas cortó en El
Bibio el torero pacense ante una corrida de Garigrande con cierto punto de
exigencia y a la que le bajó la mano al máximo Perera. Aquel día disfrutó las
mieles del triunfo del que agosto sería epicentro en la campaña del torero.
Volvió a su tierra Perera el 14 de agosto para ser ovacionado en Herrera del
Duque frente a una corrida de José Luis Iniesta y, unas horas más tarde,
cruzarse España entera para llegar a tiempo a su cita de Bayona frente a una
corrida de Garcigrande en la que no hubo suerte con el ganado.

Sí funcionó el festejo al día siguiente, 16 de agosto, en el
municipio riojano de Alfaro. Con un ambientazo y un llenazo en el tendido se
lidió una buena corrida de Torrestrella de la que Perera se llevó tres orejas
al esportón. De ahí, a su cita en la Feria de Málaga, donde escuchó palmas
frente a su lote de Torrealta. Esa fue su primera tarde, no teniendo suerte
tampoco en una segunda en la que su lote de Núñez del Cuvillo no funcionó y
sólo escuchó ovación.

Pero estaba por llegar y llegó uno de los momentos más
excelsos de la temporada de Miguel Ángel Perera. Acaeció en la Champions del
toreo: la Feria de San Julián de Cuenca fue testigo del importantísimo momento
que atravesaba cuando el extremeño indultó un extraordinario ejemplar de José
Vázquez. Se fundió Perera en la graciosa y brava embestida del animal madrileño
para enjaretarle tandas de suprema lentitud y perdonarle finalmente la vida.
Eso le valió para repetir en el serial conquense y, dos días más tarde, dejar
sobre el ruedo manchego una de las faenas, quizá, con mayor interés e
importancia personal que eco social ante un toro de Montalvo.

CUENCA

Aquí o se juega a la silla o se cuelga el traje. Y Perera ha decidido
lo primero. ¿La dinámica? Muy sencilla: colocar sillas en círculo, una menos
que el número de jugadores, mientras suena el pasodoble. Y cuando el desarme
haga al director mandar callar, el que quede sin silla sale del juego. No lo ha
hecho Perera en tarde en la que triunfó Manzanares pero toreó Miguel Ángel.

Sí bien es cierto que el cornalón de Salamanca fue condicionante
involuntario de que la ley natural de la supervivencia arremetiese contra su
status, Perera ha sabido no quedarse sin silla tras una Sevilla en la que arreó
toreando contra sus ausencias en Castellón y Fallas; tampoco lo hizo en su
doble tarde isidril, y fue entre las peñas de Pamplona cuando se vino arriba en
la dinámica para no quedarse sin el sitio que 2008 lo aupó y 2014 lo consolidó
en la historia. Y el soniquete de Cuenca lo ha resucitado para quedar sedente
ante lo que viene.

Con una bomba hierática y silenciosa en la pañosa pero tremendamente
explosiva en cercanías reventó San Julián. El que a priori era el menos
favorito se aupó como patriarca caminito de Bilbao: perdonando la vida al que
se lo merecía, dignificando con creces el puesto del compañero herido y
recreándose en la suerte cuando los demás aún bailan por no quedarse fuera de
la batalla.

Porque toreó como soñaba al «Escarcha” de Vázquez el sábado y como
en la porfía imperiosa del entrenamiento se imaginaba al tercero de Montalvo
esta tarde. Y le meció el capote templado para entregarle el corazón en cada
lance. Y lo cuidó en varas por guardarse la calidad para el espeluznante quite
por tafalleras. Y no permitió que la silla volase en el apoteósico prólogo
quietísimo, a pies juntos, mientras tenía el rabillo del ojo en la batuta por
impedir quedarse sin su lugar en el círculo. Y le pegó arrucinas para
conseguirlo, y se dobló en las cuatro tandas por intentar que el temple honrase
la duración del enemigo. Y acompasó su velocidad para torear tan despacio que
gustó a los que no creían ya en su supervivencia en el sistema. Y pinchó su
triunfo, que no su ya intacta silla. También lo hizo en el sexto, en el que el
arrimón no fue sino justificación de lo que el toro no llevaba dentro.

La vida, símil también de juego, ha dado a Perera en Cuenca la
oportunidad de no quedarse sin silla antes de que el Norte juzgue su sino un
agosto más. Y aprovechó Miguel Ángel las balas de la bravura el sábado y de la
sustitución el martes para ser el torero que el 8 apuntó y el 14 elevó a las
alturas. Un cornalón en La Glorieta, un grave percance en los despachos en el
amanecer de la temporada, una mala baza hispalense y hasta cuatro nefastas
bolitas isidriles no han impedido que San Julián haya sacado el torero que
llevaba dentro. Y la silla con opción a trono tendrá que discutírsela sólo
quien pueda…

Tras aquella tarde en Cuenca con connotaciones importantes
sobre todo en el aspecto personal, llegarían citas como la acaecida en la
localidad murciana de Cieza. La plaza de toros de La Deseada acogía la segunda
corrida de toros de su temporada con el hierro de Murube, una corrida con
Rafaelillo, Cayetano y el propio Perera haciendo el paseíllo y de la que éste
extrajo dos orejas del segundo animal de su lote. Almería y su Feria de la
Virgen del Mar lo verían aparecer dos días más tarde, siendo Perera ovacionado
con una corrida de Núñez de Tarifa de la que le tocó el lote más parado.

En Bilbao fue fiel Perera a su concepto en la corrida de
Fuente Ymbro, siendo ovacionado frente al primer ejemplar de su lote. Eso le
llevaría directamente a su cita en la Feria de San Antolín de Palencia, donde
consiguió en el coso de Campos Góticos otro de los hitos más importantes de su
campaña, indultando un toro con el hierro de Montalvo y cortando los máximos
trofeos simbólicos. Vibró la afición castellana con aquella faena y también con
la que le precedió ante el primero de su lote, animal al que le cortó las dos
orejas y ya preludió lo que podría ocurrir en el quinto.

Tras el respiro triunfal que le supuso Palencia, tomaría el
coche de cuadrillas para una jornada más tarde hacer el paseíllo en la
localidad manchega de Alcázar de San Juan al lado del rejoneador Diego Ventura
y Cayetano Rivera Ordóñez. Paseó una oreja de la corrida de Sánchez Arjona. EL
8 de septiembre volvía de nuevo a su tierra, Badajoz, para hacer el paseíllo en
Don Benito frente a una corrida de Luis Algarra de la que se llevó dos
apéndices en una grata actuación frente a sus paisanos. Ovacionado, dos días
más tarde, salió de la Feria de los Llanos de Albacete con la corrida de
Montalvo, que en esta ocasión no le ayudó al triunfo.

Otro de los grandes compromisos de su verano taurino
llegaría en la Feria de Murcia, donde sostuvo en La Condomina un mano a mano
con Paco Ureña. Aquella tarde, en la que se lidió una corrida con el hierro de
Juan Pedro Domecq, paseó dos orejas y se fue en volandas de aquella afición. Exhibió
al día siguiente soberanamente su temple en una de las plazas de la Comunidad
de Madrid en vías de recuperación: Parla. Junto a César Jiménez y Cayetano
Rivera Ordóñez dio toda una lección de temple en cercanías ante la corrida de
Carlos Núñez de la que se llevó cuatro orejones.

Aquel subidón en pleno septiembre embalaría a Miguel Ángel
Perera a una de las citas también más emotivas de su año: la vuelta a la plaza
que, doce meses antes, le había intentado quitar todo: la Glorieta de
Salamanca.

SALAMANCA

Dicen que en muchas partes del mundo tirar la sal al suelo es un hecho
de mala suerte, aunque lo cierto es que la sal es utilizada en preparación del
agua bendita. Eso, hace que algunos la usen para ahuyentar los malos espíritus.
Sal algunos, laurel otros, ajo incluso, no lo sé. No importa lo que sea y el
método en que se haga, pero los malos espíritus y los turbios recuerdos hay que
espantarlos siempre.

Lo sabe Perera, que hoy su sal fue su concepto del temple, el poder en
sus muñecas y el oficio adquirido. Sabe Perera que hoy se rindió ante él La
Glorieta porque los recuerdos que apoderamos todos en la retina del pasado
ciclo no fueron buenos. Porque hace un año encogió los corazones y se impuso a
la vida. Hoy ahuyentó eso gris de las retinas a base de verdad y lo convirtió
en azul cielo cuando se fueron hasta las nubes, que no el frío, y por chiqueros
salió ‘Brivón’, torazo de vuelta al ruedo.

Humillaba con codicia y franqueza éste de Montalvo con ese pellizco que
viaja en sintonía con los toques macizos de Miguel Ángel cuando lo meció con
clase a la verónica y se encajó en un quite por chicuelinas, cuando dibujó
naturales pasándoselo cerca, y bajó la mano y templó la humillación con
rematadas series por las diestras. Alma caliente, valor innato y figura
vertical para culminar con los aceros lo que fueron altos vuelos, y fueron dos,
que no se diluyeron por lo que vino después cuando le faltó celo a ‘Mandadero’
y tuvo asperosa embestida que no permitió brillar.

Ya en el paseíllo había salido un tío con rostro serio al ruedo
empeñado en espantar los males. Ése fue Miguel Ángel, que lleva innata la
verdad y el valor que superan obstáculos. Un Perera que sigue construyendo
toreo caro consciente de que la libertad se logra cuando uno tiene el dominio
absoluto de sí mismo. Con eso, salió en volandas, porque así, no hay mal que se
resiste a quedarse.

La Feria de la Antigua de Guadalajara vería, en la recta
final de la temporada, cómo Miguel Ángel cortaba dos orejas de un gran toro de
vuelta al ruedo en el arrastre con el hierro de José Vázquez. De ahí partiría
de nuevo a tierras galas para hacer frente, en una calurosa mañana septembrina,
a una corrida de El Puerto de San Lorenzo en la Feria de la Vendimia de Nimes.

La Feria de San Mateo de Logroño sería testigo de la
presencia de Perera el 19 de septiembre, toreando una corrida de El Pilar que
no salió con posibilidades y en la que fue silenciado. Su última actuación de
la temporada española tendría lugar donde todas las figuras del toreo acaban
temporada: en la Feria del Pilar de Zaragoza. Y con una oreja de un sobrero de
La Palmosilla finiquitó campaña Perera. Una campaña de menos a más en la que
todos los aficionados vieron su evolución y la capacidad para mandar que tiene
en el sistema.