Pie de foto. De izda a dcha: Alberti, García Lorca, Juan Chabás, Mauricio Becarisse, José Mª Platero, Manuel Blasco, Jorge Guillén, José Bergamín y Gerardo Diego.
FRANCISCO MARCH
Para que pueda hablarse de una generación literaria es necesaria, entre otras, la constatación de ésta en una presentación pública. Para la Generación del 27, son las jornadas organizadas por Ignacio Sánchez Mejías en homenaje al poeta Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte y que tuvieron lugar entre el 16 y 18 de diciembre de aquel año en el Ateneo de Sevilla.
Rafael Alberti, en su libro de memorias “La arboleda perdida”, cuenta: “ Ignacio Sánchez Mejías nos metió a todos en un tren y nos llevó a Sevilla”. En ese tren embarcaban siete literatos de vanguardia: el propio Rafael, Federico García Lorca, Juan Chabás, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén y José Bergamín, acompañados de Ignacio y Pepín Bello (autor ágrafo, muchos años en la Residencia de Estudiantes, y cuya longevidad fue un ejercicio singular de memoria).
Viviendo Bello en Sevilla en 1927 en razón de su cargo en el Ministerio de Fomento, entabló fuerte amistad con el torero Ignacio Sánchez Mejías y el poeta Romero Murube. En el libro “Conversaciones con Pepín Bello” (David Castillo . Ed. Anagrama) Bello lo explica así: “Nos llegó la noticia de la voluntad de una parte de nuestros amigos poetas de ofrecer un homenaje con motivo del tricentenario de la muerte de Luis de Góngora en el Ateneo de Sevilla. Sánchez Mejías, hombre muy sensible a todas las manifestaciones artísticas, invitó a Alberti, Dámaso Alonso y Bergamín al Hotel Madrid de Sevilla, que era el mejor hotel de España, pues los otros poetas tenían posibilidades para pagarse ellos mismo un hotel. No había mucha gente en el Ateneo siguiendo el acto, en el que el poeta onubense Adriano del Valle y Rafael Alberti hicieron una lectura de versos. Salí a la calle y le pedí a un fotógrafo ambulante su cámara. Entré al Ateneo y disparé la foto con un flash de magnesio que llenó toda la sala de un humo blanco que escocía los ojos. Esa foto es la que luego se ha reproducido hasta la saciedad como la fotografía oficial de la Generación del 27”:
En la Generación del 27 ( a partir de ahora en este texto Generación de la República, que es como prefería llamarla José Bergamín) muchos de quienes en ella se adscriben tienen en la poesía la parte fundamental o más reconocida de su obra. No por casualidad y no sólo en ese tiempo.
El espectáculo de la corrida es tan plástico y tan fuertemente sugestivo que no es extraño que impresione a sensibilidades poéticas de distinto signo. Mientras unos se impregnan del sentido total de la Fiesta otros se fijan en el color la luz, el movimiento, el dramatismo de un instante irrepetible.
La Generación de la República supuso, tanto por los nombres que la componían como por la cantidad y calidad de la obra, el momento cumbre de la cercanía de la Fiesta de los toros con la poesía. Y de todos sus componentes, sin duda Gerardo Diego y José Bergamín (también Alberti y desde otra perspectiva, Lorca) eran los más aficionados a los toros y de ellos es la mayor producción literaria y poética que aúna ambas disciplinas artísticas.
De la foto fundacional, la mitad de los que en ella figuran tienen obra taurina: Alberti, Lorca, Bergamín, Gerardo Diego y, en mucha menor medida, Dámaso Alonso, quien la explicó en su “Una generación poética. 1920-1936”, en Poetas españoles contemporáneos. Ed Gredos 1955)
De Lorca bastaría con citar su “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, sin duda la más lata cumbre del género elegiaco, pero las referencias taurinas aparecen en buen parte de su obra. En el “Romancero Gitano”, el poema “Prendimiento de Antoñito el Camborio” : “ Antonio Torres Heredia/ hijo y nieto de Camborios/ con una vara de mimbre va a Sevilla/a ver los toros…El día se va despacio/la tarde colgada al hombro/ dando una larga torera / sobre el mar y los arroyos”.
O en su obra teatral “Mariana Pineda”: “En la corrida más grande/ que se vio en Ronda la vieja/ cinco toros de azabache/ con divisa verde y negra”.
En 1930, García Lorca presentó en Nueva York una conferencia de Sánchez Mejías y , tras la introducción en la que , entre otras cosas, dijo: “ En la última prodigiosa generación taurina que ha dado España, a Ignacio Sánchez Mejías el corresponde el sitio de la fe. Joselito fue la inteligencia pura, Belmonte, el iluminado. Sánchez Mejías es la fe, la voluntad, el hombre, el héroe puro” , finalizó: “ Así pues, yo, con gran alegría le doy la alternativa en esta plaza de Nueva York . Ignacio, tienes la palabra. ¡Salud !”.
La afición taurina de Gerardo Diego, nacido en Santander, se forjó en la Feria de Bilbao, deslumbrado por Rafael “El Gallo” y Belmonte y se acrecienta con una viaje a Andalucía: “Y el descubrimiento del Sur perezoso/que me reconoce/…Ay mis quince años/ como quince rosas/como quince verónicas lentas/que me deshojan”. Amigo de Sánchez Mejías, de Juan Belmonte se relaciona con Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez o Antonio Bienvenida y su fervor taurino lo proclama así: “ Nadie que no haya toreado por lo menos de salón y, a ser posible, en colaboración con alguna becerra em tentadero o festival en el ruedo, puede decirse que ha nacido del todo”. Su obra “La suerte o la muerte. Poema del toreo” lo testimonia y realza.
La visión, la forma de acercarse de Rafael Alberti a la Fiesta es absolutamente personal y alejada de conceptos tradicionales. Aparece inicialmente en la “Chuflillas al Niño de la Palma “ y “Seguidillas a una extranjera” donde escribe. “ Todos los torerillos/que hay en Sevilla/te arrojaron al verte/ la monterilla”. Escribe también un poema elegíaco a la muerte de Sánchez Mejías (de quien , en Pontevedra, fue banderillero por un día, sin salir del abrigo del callejón) en el que recurre al tema del mar y en el que la muerte del torero es el reflejo del dolor del exilio: “ Por el Mar Negro un barco / va a Rumanía/ por caminos sin sangre/ va tu agonía”.
En “Corrida” finaliza así: “ Y cuando atravesada/ siente el toro su vida / piensa que la corrida / vale bien una espada”. Poeta y comunista, amigo de Luis Miguel Dominguín: “Vuelvo a los toros por ti/ yo Rafael/ por ti al ruedo/ ¡Ay con más años que miedo/ Luis Miguel…Te propongo Luis Miguel/ propongo tú, único matador/ rosa picassiano y oro/ Pablo Ruiz Picasso, el toro/ y yo, el picador”, para Alberti el toro es el símbolo de la fuerza de España, de su pueblo.
La Generación de la República tiene en José Bergamín una de sus figuras esenciales a la que, paradójicamente, algunos autores han querido dejar al margen de la misma. Nada nuevo, por cierto, en la biografía humana y literaria de quien dijo: “ En España me siento realmente fantasma”.
Un “fantasma” que dejó su huella en la historia intelectual española en sus múltiples facetas la de editor (lo fue, por ejemplo, de la primera edición de Poeta en Nueva York, de García Lorca), ensayista, dramaturgo, prosista y poeta y en la que la presencia de la Tauromaquia es una constante y adquiere enorme relevancia. Basta con leer su “Obra taurina” , una imprescindible compilación a cargo de su hijo Fernando editada por el CSIC.
“El Arte de Birlibirloque”, “La música callada del toreo”; “La claridad del toreo”…son piezas maestras de un hombre comprometido y contradictorio a fuer de íntegro.
Bergamín, incomprendido a veces, porque: “Para ver y entender/ estas verdades toreras/lo que hace falta tener/ son buenas entendederas”.
La Generación de la República, la de Alberti, Bergamín, Lorca, Diego… La del pensamiento al servicio del progreso y el arte. También la de los toros.
Gentes de la cultura, combatientes por la libertad, abiertos al progreso y la tolerancia.
¡Va por ellos!