LA PREVIA DE FALLAS

Dos en la guerra y uno por libre


jueves 16 marzo, 2017

Sebastián Castella medirá de nuevo su concepto con el de Perera mientras Román irá a lo suyo con la corrida de Victoriano del Río

Dos en la guerra y uno por libre

MARCO A. HIERRO / ILUSTRACIONES: JUAN IRANZO

Pasado el ecuador de estas Fallas 2017, llegan los gallos que nadie ha sido capaz de capar, aunque muchos han sido los intentos. La guerra fría que mantienen Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera, que jamás rehuyen la confrontación, tendrá esta tarde un capítulo más en Valencia, donde estará también Román para arreglar su futuro. La corrida de Victoriano del Río llegará para dar fe y poner a cada uno donde corresponda. Hasta entonces, todo será batalla.

 

SEBASTIÁN CASTELLA

 

Cuando de torear se habla se supone que uno se refiere a un tío con un trapo, un toro delante y la muerte en medio para levantar acta. Así lo entiende el francés Sebastián Castella, que ve cómo van pasando los lustros sin apearse del su cómoda y elevada posición en el escalafón. Podrá gustar más o menos la forma en que se enfrenta el francés a sus circunstancias, pero nadie puede negar que tiene personalidad, aunque a ello haya contribuído también le hecho de contar siempre con apoderados que le han defendido el sitio.

Es, tal vez, el torero más internacional de cuantos pisan las plazas, y sus seis actuaciones de la presente campaña se han desarrollado en su totalidad allende los mares. Toreó 54 tardes en 2016, con 63 orejas y dos rabos paseados, y sobre todo rentabilizando mucho la vitola de ser triunfador de San Isidro con aquella faena al Jabatillo de Alcurrucén que ya ha entrado en los anales de la Tauromaquia. Hubo tarde importantes el pasado año, tanto para el público en general como para el propio torero, que se quedó enganchado a la sensación de pegarle siete naturales y uno de pecho a uno de Adolfo en Madrid. Aunque no sirviesen para romper el telón de acero del sector más exigente. Su encerrona de Nimes -de buena sensación en general pero ayuna del triunfo como él lo quería- y sobre todo su tarde sevillana de San Miguel le vuelven a colocar en el lugar que su individualidad demanda. Y en la guerra que nunca rehuye.

Sus armas se basan en la quietud, el tremendo conocimiento de terrenos y distancias y el gusto por el toreo despacio. Con los años ha ido evolucionando en su búsqueda de perfección de su concepto, pero eso también le ha hecho en ocasiones buscar una faena preconcebida sin atender a las condiciones del toro que tiene delante -porque su valor le permite intentarlo-. Sin embargo, cuando brota el Castella templado y mimoso de muñecas se hace presente el toreo, que en él se sublima cuando olvida las brusquedades.

Hoy se inicia para él otra campaña en la guerra, otra temporada de subrayar al individuo que le hizo bautizarse a sí mismo como el G1.

 

MIGUEL ÁNGEL PERERA

 

Al contrario que sus compañeros de terna de hoy, Miguel Ángel Perera ya tiene calientes las muñecas, el motor y las posaderas, porque saldó con una puerta grande su única actuación europea hasta la fecha, celebrada en Olivenza. Ese matiz le hace partir con ventaja cuando llegan los campos donde se celebra la Champions, y hoy pisará el primero. Es Miguel hombre de máxima coherencia entre sus pensamientos y sus actos, que siempre se corresponden con lo que piensa, incluso si está equivocado, incluso si comprende que lo estaba y comienza a pensar de otra forma. Es Perera tan de verdad que no sabe taparse delante de la cara de un toro. Y es, además, tan perfecto en la técnica y tan generoso en el valor -y cuanta más técnica, más valor- que a veces no conecta con el tendido por entender éste demasiado fácil cuanto está desarrollando el extremeño en el ruedo. Hasta ese punto tiene Perera interiorizado el toreo.

La pasada campaña transcurrieron 47 festejos entre la oreja de Olivenza y la vuelta al ruedo de la Monumental mexicana, con 60 orejas, 2 rabos y tres indultos, entre los que sobresale aquel de Escarcha en Cuenca. También él viene de una temporada donde le hicieron pagar el precio de su independencia antes de dar su puñetazo en la mesa. También él ha querido entrar este año en el juego de tronos desde el principio y no apostar esta vez por una idea preconcebida. Y también él le tiene gatos a Castella, con el que no mantiene una relación cordial, aunque ninguno de los dos tiene problema alguno para anunciarse juntos y que las empresas rentabilicen su disputa.

Perera, muleta en mano, es la suavidad templada, la tersa bamba que mece, que convence y que vence de puro temple. Es, además, la verticalidad impávida que hace bailar a la muerte, en forma de dos pitones, alrededor de su cintura. Capaz de pegarle mil muletazos a un toro sin levantar las plantas del suelo, conoce Miguel los terrenos, las alturas y los toques, pero es su intuición de las miradas de los animales lo que le coloca donde está. Perera nunca le irá a la contra a un toro, sino que usará su condición en beneficio propio y de su concepto de torear. Por eso es el de Puebla del Prior figura del toreo.

Hoy, y con Castella en el cartel -con el que ya protagonizó un mano a mano en 2014 que se cargó la zalduendada- será su primera bala para adueñarse del año.

 

ROMÁN

 

La tarde de hoy es una de las oportunidades que tiene Román de volver a contar de verdad entre los futuribles del toreo. Aquel chaval rubicundo que sorprendió de novillero hasta conseguir el apoderamiento de Santiago López en directo y ante las cámaras de televisión es ahora un matador de toros que ya conoce las vicisitudes de la profesión y ya sabe lo que es el parón postalternativa. Por eso su guerra es otra, y pasa por aprovechar cada bala que le llegue a la recámara, porque ahora no hay muchas.

En su favor juega que las que hay son importantes, y se lo ha ganado a base de blandir sus armas: un valor desmedido y fuera incluso de la razón en ocasiones, unas ganas enormes de ser gente en esto del toro y una frescura que, sin embargo, no ha perdido con la adquisición de la borla de matador. Se le vio mucho de novillero, pero precisamente ese parón ha provocado que el matador no esté tan visto. Su oreja del pasado año en Valencia -y el hecho de ser hijo de la tierra- le ha traído hasta aquí, pero también aquel empeño venteño de querer y querer en la Feria de Otoño, donde su desmedida exposición le puso una oreja en la mano con la corrida de Fuente Ymbro.

Esos dos fueron los más importantes de los 13 festejos en que hizo el paseíllo el año pasado, con el mismo número de orejas que llevarse al esportón y que rentabilizar, aunque en su caso han sido más los impactos en el aficionado que los pelos paseados.

Su concepto del toreo clava las raíces en la quietud y en la exposición, con mucho gusto por sentirse en las cercanías de los pitones y pocos remilgos para pisar el sitio donde los toros hieren. Su trazo es largo, pero priman en él las sensaciones sobre la ejecución, puesto que basa su fundamento en transmitir emociones al tendido, a lo que ayuda su simpatía y su naturalidad -ambas dos llegan con mucha facilidad al que se sienta en la piedra-.

Hoy es, sin duda, el momento de aprovechar su primera bala.

VICTORIANO DEL RÍO

 

El hierro que hoy se anuncia en la calle de Xátiva es, sin duda, uno de los más apetecidos por los que pueden elegir a la hora de confeccionar carteles. La vacada de Guadalix es una de las fijas en Valencia y en cualquier feria de primera categoría, a veces incluso con dos encierros. Es, además, una de las ganaderías que más rápido ha tomado la categoría de ‘figura’ por los resultados obtenidos, sobre todo en la plaza de Las Ventas. Hoy por hoy, es Victoriano lo que busca un torero mandón para anunciarse en la Meca del toreo, no tanto en otras plazas.

Y lo es porque, al contrario de los comentarios que se escuchan en las tabernas, no es la madrileña una divisa fácil ni aborregada. El toro de este hierro suele lucir calidad y humillar como premisas principales, pero también tiene un motor y una exigencia que demanda una preparación y un conocimiento extra a la hora de ponerse delante. Ese lo suelen tener los que más torean, que se apuntan a este hierro cuando necesitan que el toro se mueva, porque este, además, se mueve con codicia.

Sin embargo, la dificultad de mantener el criterio ganadero en la fina línea que separa la bravura del genio provoca que no siempre se consiga lo primero, pero por contra se asegura la emoción. Por eso no es fácil -al contrario de lo que pueda parecer- estar delante de uno de Victoriano, con el que hay que andar muy despierto sin que los sectores más radicales, que miran el hierro antes que la condición, le den a lo ejecutado la importancia justa.