LA PREVIA DE SEVILLA

Duelo de artistas para reventar el Baratillo


domingo 16 abril, 2017

A regañadientes le abrieron la puerta a Roca Rey en el cartel más elitista de cuantos pueblan el planeta Toro; esta tarde se verá quién gana el duelo

A regañadientes le abrieron la puerta a Roca Rey en el cartel más elitista de cuantos pueblan el planeta Toro; esta tarde se verá quién gana el duelo

MARCO A. HIERRO

Aquí no torea cualquiera. El Domingo de Resurrección en Sevilla está reservado para los que moran el Olimpo -aunque los nuevos vecinos no siempre sean bien recibidos por los que campan a sus anchas en estos dominios-. Morante y Manzanares son clásicos en esta fecha. Hasta el hierro de Núñez del Cuvillo se puede considerar como tal. Sólo Roca Rey, el advenedizo según la élite dominante, llega por primera vez. Y viene de reventar con un ‘No hay billetes’ el Coliseo de Arles.

MORANTE DE LA PUEBLA

Concedámosle al sevillano el marchamo de genio. Lo merece, no cabe duda, por las genialidades desgranadas a lo largo de su carrera con el capote y la muleta, con los garapullos accesoriamente y hasta con un cáncamo roto que conquistó esta plaza el pasado año. Concedamos la etiqueta, porque fue mucho más profundo cuando buscaba más convertir los tormentos en toreo que alimentar el personaje que cada vez se apodera más de él. Ambos, el de los tormentos y el de la chistera, forman la dicotomía cotidiana de un personaje que trasciende a lo puramente taurino, casi siguiendo los pasos de Óscar Wilde, con la misma retranca, pero con menos erudición. Y con menos ingenio, por tanto.

Morante no estuvo en Valencia. Ni falta que le hace. Sevilla es el patio de su cortijo y aquí viene cuando, como y con quien le viene en gana, aunque los avatares del destino y el juego de damas en que se ha convertido el toreo le nieguen algún que otro capricho. Poca cosa. Serán cinco sus tardes en La Maestranza, como el año pasado, cuando fueron muchas balas para su revólver y sólo apuntó cuando se le iba la pieza. Se lo puede permitir porque es, tal vez, el único capaz de colapsar las entrañas sólo con el vuelo de un pedazo de percal.

Porque el toreo de Morante no se espera. O se desesperará con seguridad. Ese mentón al pecho, ese pico abajo con las plantas asentadas, ese cimbreo de cintura gruesa, con más gracia que estética, pero con tremenda profundidad. Esas muñecas recauchutadas que nunca acarician con las palmas, sino que exigen, someten, tiranizan incluso bajo el gobierno de su suavidad. Morante no lo intenta. Entre otras cosas porque resulta aburridísimo cuando lo intenta; Morante lo hace o no lo hace. Aunque haya decidido -con los años y las necesidades de justificación- tirar de oficio más de la cuenta en los últimos años, y agotar los tarros aunque no contengan esencias.

Hoy es, sin duda, su piedra de toque para enseñar el Morante que llega en 2017.

 

JOSÉ MARÍA MANZANARES

 

 

Esta es sin duda su casa. Aquí se siente Josemari comprendido, amado, respetado y bienvenido. Aquí se recuerda el indulto de Arrojado, que llevaba el hierro que deberá lidiar hoy. Aquí se siente el príncipe de las puertas y rasca en el fondo cuando parece que no hay más. Aquí se le tributa una ovación en una encerrona desafortunada hasta el sexto porque Sevilla no desfallece para verle torear. Aquí, donde siente otra patria Josemari, siempre renace el mejor Manzanares.

Llega desde Arles, con más de 1.000 kilómetros a cuestas, pero deseando ver el cielo andaluz sobre las angostura de la calle Pureza. No se dieron bien las cosas en el Coliseo, de donde salió andando con apenas unas pinceladas para agradecer el llenazo. Pero sigue siendo Manzanares y esto sigue siendo Sevilla, la que recuerda su última tarde abduciendo en la muleta a un buen toro de Matilla.

Manzanares es el artista de la composición, del empaque y de la elegante
parsimonia. No necesita inicios -y raramente los ejecuta-, no vigila
las formas en la construcción de la faena porque le salen naturales,
pero sobre todo porque sabe manejar el diapasón, es un experto en el
manejo de los vuelos y goza de unas muñecas prodigiosas para transportar
o mecer a voluntad. Y eso es propio sólo de los elegidos.

Sevilla espera de nuevo el primero de los cuatro paseíllos que le esperan en su albero.

 

ANDRÉS ROCA REY

Lo apodera la empresa, y esa es la razón fundamental por la que ocupa un sitio en este caro cartel. No es que no merezca ver su nombre en esta fecha -todo lo contrario- sino que vio cómo intentaban casi todo para darle vacaciones hoy, alegando incluso que este era un cartel para figuras y él aún no lo era. Su respuesta fue reventar Valencia, Lisboa y cada plaza que vino después a base de la verdad que sólo ofrece su frescura. Y llega a Sevilla y a su primer Domingo de Resurrección con el anfiteatro de Arles a reventar, aunque no hubiese suerte en el ruedo.

Es Andrés el torero al que hoy quieren ver los públicos, el enemigo a batir entre los que visten de oro. Y eso amenaza el estatus de quienes no comprendan que lo tienen para defenderlo. 

Con la muleta en la mano, Andrés sigue blandiendo -porque puede- la
frescura de su juventud, y sabe sacrificar en ocasiones el trazo en
favor de la emoción y de la percepción de riesgo en cada cosa que
ejecuta. Aún se prueba a sí mismo en las tardes de máximo compromiso, y
pretende saber de qué es capaz, más allá de los derechazos y los
naturales que pegará mejor cuanto más crezca y madure.Y es así porque
este es momento de pisar el terreno del hule, y para eso la física no
permite más belleza estética que la que muestra Roca Rey. Lo suyo es
mucho más la emoción y la superación personal.

Hoy habrá un nuevo llenazo para verle competir con las vacas sagradas del santuario de Sevilla. Y este no rehuye ninguna pelea.

 

NÚÑEZ DEL CUVILLO

 

Es una de las ganaderías de referencia en el Baratillo y este es uno de sus años importantes, porque viene de echar un temporadón en 2016 y no siempre las cosas en el campo se miden por la regularidad. Sí estará Cuvillo, sin embargo, en todas las ferias de relevancia máxima. En algunas -como Sevilla- incluso en dos ocasiones, y eso es signo de no eludir la responsabilidad, pese a ser denostado por los puristas del toro-toro. Como si no lo fueran los Cacareos, Esparragueros, Arrojados y demás toros bravos que han llevado su hierro.

Busca Álvaro Núñez la bravura, y la entiende de una sola forma: la capacidad del animal de entregarse, repetir y pelear incluso cuando no se lo permite su condición física o se eleva la exigencia por encima de su capacidad. Va detrás del toro superclase, pero eso no es nada fácil cuando se tiene una vacada tan larga y hay tantos datos que tener el la cabeza. Álvaro los tiene, como lo demuestra el hecho de haber superado el duro bache de 2012 a 2015. Y resarcirse en tan poco tiempo esconde mucho trabajo, mucho sacrificio -personal y de animales- y mucho riñón. Por fortuna, los resultados le estan dando la razón.