AL NATURAL

El tapabocas


viernes 28 abril, 2017

Dos estocadas de Manzanares -ambas precedieron a la concesión de una oreja- eclipsan un montón de detalles interesantes con el encierro a medias de Juan Pedro

El tapabocas

MARCO A. HIERRO

Me niego a dar crédito fácil a la trinchera periodística de que dos estocadones de José María Manzanares le ponen en la mano una oreja de cada toro. Aunque pueda ser cierto. Me niego porque me parece facilón escudarse en el célebre Tapabocas para contar la tarde de hoy,

En corto y al pie, al que lo vio le vale con decir que Ponce confió en la calidad de primero y porfió sin éxito al mantenimiento de su escasa raza -del cuarto es mejor no hablar-; que Manzanares anduvo todo lo fácil que le permitieron dos toros con muchas opciones y el tran tran de su temple paseó dos despojos tras el mencionado uso de su fulminante tapabocas; y que López Simón quiso más que pudo con uno que se paró y otro que mereció más. Al final, claro está, ganan las estocadas de Josemari por goleada, porque fueron lo más obvio de una tardes con muchos más matices.

Por ejemplo, la inteligencia de Manzanares para jugar con los tiempos y los momentos de pasear por la cara. Y eso que ahora le reprocharán los tiempos muertos en las faenas y la intermitencia en los muletazos buenos, pero nadie dirá que fueron esos tiempos los que consiguieron dar continuidad a las series -como sucedió en el segundo- o que dos muletazos escupidores en el inicio de tandas consiguieron macizar otros dos tremebundos de largura y naturalidad para enroscarse al juampedro tras la cadera y sacarlo desde allí a la contraria en uno excelso de pecho. No se puede tener todo. Por eso es más fácil acudir al tapabocas.

La otra estocada certera de lo que se vio en la tarde la logró López Simón en los medios con el sexto, y casi le pone otro oído en la mano que torea. Porque torear, toreó, y mucho más encajado, sólido, vertical y hasta desmayado de lo que lo hemos visto hasta ahora. Y hoy, además, dejó toreo de kilates para superar esa asignatura pendiente que tenía con el capote, y fueron  brillantes las verónicas al tercero y ese saludo con fe al negro sexto, pero también las tafalleras del quite al segundo, sin enmendar posición. Lástima que tapó la boca con esa estocada final, porque nadie acudirá a las notas para ver que este Alberto apunta mucho más alto… sin no se enreda en cercanías como le sucedió hoy. Porque su error fue meterse pronto en los pitones del tercero, que le marcó aún dos series más cuando ya andaba en circulares. Por lo demás, hay mucha más evolución de lo que se empeñan en matar las etiquetas.

También mató a Juan Pedro el Tapabocas, pero menos y mejor. Que pasó por buena la corrida -sin duda por el fiasco de ayer- pese a que se movió en la medianía de embestir o correr, pero nunca las dos cosas. Porque hubiera sido un supertoro el sexto con la clase del primero, pero ni uno mantuvo la entrega ni el otro el corpachón bien erguido, y sólo los dos de Manzanares quisieron perseguir trapo con cierta vibración bien fomentada. Porque de las miraditas por dentro y las vencidas sin ton ni son -a las que no le hizo aspavientos Josemari- se olvidaron después de los dos sopapos para darles pasaporte de carne, pero allí estuvieron, que yo las vi. 

Las vi y me acuerdo de ellas, aunque el común de los mortales -que aguantó dignamente y con mérito el constante chaparrón- salga hablando del cañón de Manzanares. Las cosas del Tapabocas.