LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Decir la verdad


domingo 4 junio, 2017

Fernando Robleño derrocha sinceridad con un temperamental Cuadri y Venegas se arrebata de entrega con otro exigente; silencio para Castaño en su lote

Decir la verdad

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Decir la verdad no es fácil ni siquiera cuando no se quiere mentir. Decir la verdad es un hecho tan asentado entre los comentarios del buen comportamiento y el ideal de honradez que cuando sucede de verdad y no es pose sorprende hasta el punto de emocionar. Pero no es lo habitual. Ni en la sociedad, ni en las relaciones familiares ni, por supuesto, en el toreo. «Todo el muindo miente» era la máxima de ese monstruo de la televisión que fue el doctor House, y lo cierto es que tenía razón. Porque para decir la verdad hace falta romperse un poco por dentro. Y eso expone. Tal vez demasiado.

Expone el corazón, el alma y la madurez de un tipo menudo y serio que se viste de torero para cumplir varios sueños; lo de ser figura de esto, cuajar un toro como lo siente y expresar su Tauromaquia es tan cierto para el torero como manoseado y facilón en el recurso de una entrevista cualquiera. Lo importante es lo otro, lo que no se dice con la boca, sino con los muslos muy cerca de los pitones, con la muleta detrás de la espalda y el talle entre el trapo y el pitón. No se está muy incómodo en ese trance con un toro mortecino que sirve para contar una media verdad, pero cuando se está con el sitio conquistado, el animal gobernado y con el momento todo lo controlado que lo puede tener quien lo ha propuesto llega al tendido la verdad que se dice con el corazón. Y con el cuerpo.

La dijo Fernando Robleño cuando al temperamento del cuarto le había aplicado ya la medicina del poder. No le había valido ese inválido que salió primero y que el palco no devolvió por no devolverlos todos. Estaba ante el toraco de Cuadri con la muleta en la mano y cuarto y mitad de reserva y correa preguntando sin parar. Podía elegir mentir. Podía esconderse detrás del pitón, caminarle tras las orejas con el trapo siempre al morro y azuzarle las arrancadas para pasar y pasar. Podía hacerlo, sí, pero ese no es Robleño. Fernando es ese tío honrado y cabal que sabe que de sus muñecas pende el colegio de los niños, la hipoteca de la casa y la mensualidad del coche. Fernando sabe que entrena cada día para no especular cuando llega el momento de apostar la piel. Sabe que no puede permitirse que le pase en blanco una faena porque en la siguiente quizá ya no se acuerden de él. y Es tan dura la realidad que eso encierra que sólo sabe decir la verdad. Porque no lo hace con palabras.

Dice la verdad Robleño cuando comprueba la tendencia al 6 de la corrida de Cuadri y es allí -donde menos corría el viento- donde lo espera con el percal a que salga el cuarto de chiqueros. La dice cuando se va llevando al toro hacia ese terreno y le soporta las tarascadas que le visitan el terno sin apenas rebullir. La dice cuando le pone el trapo delante y le gana el pitón contrario para trazar y ganar, trazar y ganar sin que tenga el animal más opción que perseguir. Bajo las tablas del 3 se le quedó al fin el de Cuadri, mortecino en apariencia por su negativa a caminar; zorrón con toda la reserva cuando decidía morrar y lo frenaba Fernando con tres pelotas de valor. Porque le cantaba en cada embroque que lo quería coger. Una oreja le hubiera cortado Fernando que a esta hora lo haría un hombre más feliz, pero se interpuso un estoque abajo y hasta para no salir a saludar la ovación fue honrado Fernando. Había dicho la verdad.

La dijo también José Carlos Venegas con toda la inocencia de quien no tiene más para ofrecer que su entrega arrebatada y sincera. Dijo la verdad el chaval con un tercero que le visitaba el sobaco cada vez que se juntaban y que se sentía poderoso en el trazo hacia adentro que no rehuía el torero hasta que se fue a volar. Valeroso, que no valiente, porque para eso se requiere un gobierno que el toraco de Cuadri no percibía, pero se ponía Venegas una y otra vez sabiendo que era carne de cañón. También le pasó con el sexto, al que le dio la muleta por abajo, vio cómo la perseguía exigente y confió en la suerte y en los astros para que lo siguiera haciendo sin tocarle un alamar. Entregado el de Jaén, expuesto siempre a merendar un pitón, colocado como Dios le daba a entender y siempre hacia adelante para nunca mentir. Y se alió con él la suerte hasta que se vio con la oreja en la mano y quiso cerrar con bernadinas el trasteo agradecido con la plaza de Madrid. Y allí volvió a hacerle presa el animal de Cuadri, que nunca se vio vencido hasta el sablazo chalequero que lo mandó al otro barrio. Porque dijo la verdad Venegas, pero la sinceridad no siempre redime.

Lo sabe Javier Castaño, que tiró por la calle de en medio cuando el Barrabás que salió quinto le blandió las dos navajas y prescindió de las reglas en el juego. Satanás hecho carne y con balcones a la calle fue el toraco que hizo quinto, dicho está. La media altura sin entrega que le regaló el tercero sirvió también para decir la verdad, porque ni de uno ni de otro se acordará nunca más ni siquiera el propio Javier.

Tampoco Fernando Cuadri, que no echó una corrida buena en su paso por Madrid, pero le echó dos toros de triunfo a quien dijese la verdad. Lástima que los que lo hicieron terminasen sucumbiendo a la verdad del acero en esta plaza.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza
de toros de Las Ventas. 25ª de la feria de San Isidro. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada en los tendidos.

Seis toros de Hijos de Celestino Cuadri,
grandones y en el tipo de la casa, con más caja que perfil y escasos de
raza y de fondo. Inválido y sin vida el semoviente primero; pasador de
cara alta y nula entrega el segundo; defensivo y con peligro el manso
tercero; mansurrón y rejoneador el reservón y temperamental cuarto;
protestón y asperote el geniudo quinto; exigente y rabiosillo el pasador
sexto.

Fernando Robleño (azul pavo y oro): silencio y ovación. 

Javier Castaño (caldera y oro): silencio tras aviso y silencio. 

José Carlos Venegas (rosa y oro): palmas y palmas a su cuadrilla de despedida. 

Saludaron Marco Leal y Fernando Sánchez tras banderillear al segundo y Fernando Sánchez tras banderillear al quinto.