LA CRÓNICA DE SAN FERMÍN

La nueva guardia


miércoles 12 julio, 2017

Una puerta grande generosa y otra enmendada reconocen el relevo generacional con una buena corrida de Victoriano del Río y un gran toro, el tercero, que optará a todos los premios

La nueva guardia

MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ

La nueva guardia llegó a Pamplona con la ilusión renovada de un niño que apunta a las nubes y el reencuentro con otro niño que ya no lo es tanto y que está cada vez más cerca de los galones que perdió. La nueva guardia llegó a Pamplona con el viejo rockero francés que no se baja del carro y logró que fueran sus nombres los que recordara el pagano al marcharse a continuar la fiesta. Pero la nueva guardia se fue también de Pamplona con dos puertas grandes ficticias que no reflejan lo vivido en el ruedo. Que fue bueno y fue ilusionante, pero no casa en nada con el premio recibido. Sin embargo, si eso sirve de acicate para que rompa del todo la nueva guardia lo daremos por bueno.

Y mereció
salir en hombros Ginés Marín en su presentación pamplonica, pero marró con la
espada la faena al bueno y resultó excesivo el doble premio con el exigente
sexto al que el extremeño tuvo la virtud de convencer en todo. Y si algo debe
tener este rito, en el que hombre y bestia ponen la vida en la lid, es
justicia. Aunque luego no la tenga nunca. Porque lo justo hubiera sido que
entrase el estoque después de que Ginés creciera hasta los medios en un saludo
de parsimoniosa verónica a la cadencia del gran toro. Era ese tercero, feo,
paletón, manialto y serio, un torrente de clase que se entregó en la muleta
desde el inicio de rodillas en que le planeó los vuelos por abajo, le repitió
con codicia y se le fue hasta el final en el cambio de mano que anunció el
toreo. El aroma que quedaba era de obra grande.

Lo fue la
mano baja que era diestra en orden y fondo con que comenzó a plantear Ginés
hasta los enrazados finales que le dejaba el animal. Lo fue el temple que le
nació a Marín de esa diestra para transformarla en siniestra en un cambio de
mano de vértigo en las barrigas con que expresaba el chaval su hambre. Fue
larguísima la caricia de vuelo natural que le tomaba el de Victoriano con ese
empuje mantenido que atiende al gobierno del trapo pero sigue cuando no está.
Fue bello el toreo de Ginés, que tal vez se desentendió de corazón y alma para
que su juventud acelerase un tramo y le restara peso al poso. Y tal vez por eso
se hincó de hinojos en el final para soplar naturales que redondearan el fin. Y
llegó la espada, pero el acero no entró.

Sí lo hizo
en el sexto para que el gesto de rabia del imberbe certificase su maldición del
primer toro, que arrastraba desde la corrida de la Cultura. Y quizá por eso la
oreja que le supo arrancar al de Cortés a base de buscarle el fondo a la
exigencia se la transformó en dos un tendido ávido de que la poesía hiciese la
justicia que no supo dar la realidad. Porque fue con ese sexto con el que salió
el veterano Ginés con cuerpo de barbilampiño. Media distancia que nunca perdió,
colocación casi perfecta, suavidad para ir alargando muletazos, quietud para
irlos macerando y fe. Mucha fe tuvo Marín con ese toro de carne suelta, afilado
morro y sien estrecha. Y la fe mueve las montañas de la nueva guardia. Y las
puertas, por muy grandes que sean.

No lo fue
tanto la que hoy atravesó un López Simón que, sin embargo, cada día deja algún
detalle más de su franca recuperación. El de hoy fue el que coronó la seria
actuación con el segundo, toro de correa y aspereza pero con fondo para
obedecer al poder. Y ese poder lo sacó Alberto para reducirlo sin sudar, para
darle temple a diestras, siempre por abajo, siempre convencido de que por allí
se vuelve a mandar. En el toro y el la nueva guardia, porque la forma de
tirarse a matar o morir y de llevarse el volteretón de la tarde grita muy alto
que vuelve a tener libertad. Y Alberto es peligroso cuando se convence de que
no tiene nada que perder, porque entonces sólo le queda ganar. Por eso vuelve a
ser él, sin diablillos en las orejas disfrazados de bondad. Con el quinto
anduvo. Lo sobó, lo lidió y tuvo fe para no aburrirse hasta sacarle una tanda.
Eso y una estocada certera que lo tiró patas arriba dicen que no estuvo mal,
pero de ahí a pasear otra oreja… Démosla por buena, dicho está, si ello sirve
para recuperar al torero que está buscando.

En ello
anda también Sebastián Castella, cuyo tremendo valor se sobrepuso al primero de
corrida con la salvedad de que era más de nobleza. El galo, que no forma parte de
la nueva guardia, pero litiga con ella en cuanto tiene ocasión, atesora calidad
para pasear esa oreja que hoy certificó su regreso, pero también para reventar
a un toro con mucho fondo de calidad al que dejó puntear demasiado, al que
violentó tal vez en exceso y al que en momentos más serenos le hubiera
reventado el buen son. Le pegó muletazos buenos -¡faltaría más!- porque sabe
torear y lo que uno se juega, pero sabe Sebastián que él tiene más dimensión.
Como sabe también que hubiera sido un accidente si llega a sonar el tercer
aviso en el cuarto, al que descabelló sobre la bocina. Ese, el peor de la
corrida con el hierro de Cortés, es mejor olvidarlo para no echar vistas atrás.

Porque la
tarde era de Ginés y de la que ya es nueva guardia, con un López Simón que se
coló en la foto finish para darle lustre a los que llegan. Para ponerle nombre
y caras a los que quieren tomar el mando. Porque mañana no estará el peruano
instalado en la cumbre, pero lo sustituye Ginés. Algo estará diciendo el
futuro.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Pamplona. Octava de la feria del Toro. Corrida de toros. Lleno.

Cuatro toros de Victoriano del Río y dos (cuarto y sexto) de Toros de Cortés, serios pero sin exceso de kilos. Noble y humillado el repetidor primero; áspero y con raza el temperamental segundo, con fondo; enclasado, repetidor y boyante el extraordinario tercero; Pasador de viaje corto y nula clase el cuarto; mansurrón y pasador el quinto; remiso pero con fondo el exigente y agradecido sexto.

Sebastián Castella (celeste y oro): oreja y silencio tras dos avisos. 

Alberto López Simón (marino y oro): oreja y oreja. 

Ginés Marín (corinto y oro): vuelta y dos orejas.