Malas noticias: la Fiesta se acaba.
Indulto de un toro, Puerta del Príncipe, orejas, toreo bueno, banderilleros que saludan ovaciones…Todo mentira, truco.
FRANCISCO MARCH
Las dos últimas evidencias del desastre que acecha se dieron ayer y hoy. Pero ya hay una cuantas antes y, me temo, después.
Lo de ayer, ese indulto de un toro bravo en manos de un torero que, menudo es, desmintió aquello de «Dios te libre de un toro bravo» ya ha sido denunciado como merece por los salvaguardas de la pureza y olé.
Y, en la de hoy, ese toro de Cuvillo que embestía con alegría y humillación , a más, a la muleta de seda de Manzanares, que esculpió los de pecho y en un natural paró el giraldillo, pura bisutería. La estocada recibiendo,psé psé.
Tampoco la faena de Talavante al tercero, de toreo ajustado y reunido, justifica que sonara la música y le dieran la oreja. Incluso a algunos les pareció de dos
Menos mal que Manzanares pinchó a su segundo y nos privó del oprobio de la segunda Puerta del Príncipe consecutiva.
Los aficionados fetén, los críticos con lo que hay que tener y los tuiteros que marcan tendencia respiran tranquilos pero se irán a dormir con esa certeza:la Fiesta da sus últimas bocanadas, a pesar de sus esfuerzos desinteresados por evitarlo.
Ocurre que de esta historia, de este declive, de esta muerte anunciada e inminente, los apocalípticos llevan cincuenta años, un siglo o más avisando y nada.
Aquí seguimos. Con la emoción del toreo.
Y que dure.
