ENTREVISTA

Sánchez Puerto: “En mi época jamás vi un pañuelo verde en los tendidos de Madrid”


viernes 11 mayo, 2018

Hablar de Sánchez Puerto es hablar de un torero de Madrid. La profesión en sus venas, el concepto en su alma y la verdad en su femoral fue la triple arma con la que este manchego se mostraba.

Hablar de Sánchez Puerto es hablar de un torero de Madrid. La profesión en sus venas, el concepto en su alma y la verdad en su femoral fue la triple arma con la que este manchego se mostraba.

JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO

Hablar de Sánchez Puerto es hablar de un torero de Madrid con letras mayúsculas. La profesión en sus venas, el concepto en su alma y la verdad en su femoral fue la triple arma con la que este manchego se mostraba al público. Y logró enamorar al aficionado, que le cantó su respeto en el primer coso del orbe. Impulsado desde su niñez por una encendida afición, pronto empezó a foguearse en el duro aprendizaje del oficio a través de funciones populares de la Mancha más profunda. Tuvo la fortuna, por aquellos primeros años de su andadura novilleril, de contar con el apoyo y las enseñanzas del veterano maestro segoviano Victoriano de la Serna y Gil. Y ahí nació su gran historia…

La lenta progresión de su aprendizaje novilleril no le brindó la oportunidad de presentarse en la primera plaza del mundo hasta el día 2 de mayo de 1976, pero fue desde entonces cuando se fraguó su gran historia con esta plaza, ¿qué ha significado esta afición para su carrera?

Para mí, la afición de Madrid lo ha significado todo. A muy temprana edad nos vinimos de Ciudad Real, de mi pueblo, de Cabezarrubias del Puerto y vivimos en Madrid. Quizás por haber visto tanto toro y espectáculo en esta plaza, pude conectar con la afición que en ella había. Llevaba mucho tiempo viendo los gustos con los que más se identificaba el aficionado. La verdad es que desde que hice mi presentación en Madrid hasta mi última corrida de toros las he disfrutado. Madrid a veces se entrega cuando las cosas salen bien y también manifiesta su dureza cuando consideran lo contrario. Me siento muy identificado con la plaza y lógicamente siempre que he toreado en Madrid no lo he hecho nunca presionado porque sabía que si un toro me embestía, yo iba a responder e iba a ser reconocido.

Usted confirmó el día 14 de septiembre de 1980 junto a El Inclusero y Calatraveño. Fueron más de veinte tardes en esta plaza, ¿con cuáles se queda y con cuáles no?

He tenido tardes importantes para mi carrera y para mi satisfacción personal. De la tarde que maté la corrida de Victorino Martín tengo recuerdos bonitos de torear un toro muy bien con la mano izquierda. El primero, que fue más complicado, lo maté y fue la estocada de la feria. Ese día podría haber triunfado rotundamente si coincide la estocada del primero en la faena del segundo. Esa fue una tarde muy importante para mí, pero ha habido otras tardes donde me he encontrado muy a gusto, especialmente la corrida del 15 de agosto del 86 donde salí por la Puerta Grande. Otra tarde que guardo en el recuerdo fue un 28 de agosto del 83, donde quizá haya sido la mejor vez que he toreado con el capote. También hay una feria de Otoño que le corté una oreja a un toro de Manolo González. Ha habido tardes en las que la espada me ha jugado malas pasadas, porque si no estaríamos hablando de cuatro o cinco puertas grandes de Madrid.

¿Cómo era la afición de antes y cómo es la de ahora?

Nunca vi un pañuelo verde por entonces. Sí estaban pendientes si se echaba la pata para adelante o se escurría para atrás. Valoraban mucho la interpretación del toreo y evidentemente el toro se movía más, no tenía tanto peso, no tenía tanto esqueleto y aunque humillaba menos, creo que ahora se ha conseguido un toro mucho más bravo y con mejor condición para torear, pero no sé en qué se basa la afición de Madrid para exigir un toro tan sumamente grande e incluso ovacionar algunos toros que de haber salido en otro tiempo hubiesen sido pitados porque son más de calles de Castellón.

¿Qué solución pondría?

Hay muchísima gente que sabe los motivos por los que se están haciendo las cosas. Lo que me parece es que existe una picaresca que no le está beneficiando a la Fiesta: llevamos años que la Feria de San Isidro, que debe ser el eje de la Fiesta de los toros, para nada se está comportando como la de la plaza más importante, que lo es. No se le está dando el trato necesario para que se refleje como la que debe marcar y marca el son de la tauromaquia. En los 70, rara era la tarde en la que algún torero no salía por la Puerta Grande. No etiquetemos el toreo en valores personales porque lo que verdaderamente le da fuerza a nuestra Fiesta de los toros es el triunfo de los toreros. Lógicamente para que triunfe un torero tiene que salir un toro que permita triunfar con él. Entonces hablaríamos del triunfo del ganadero, de lo importante que es ver embestir un toro y de lo importante que es ver que los toreros triunfen. Si a esto le estamos cortando los vuelos por otros intereses que pudiera que los hubiera, estamos limitando el vuelo de la Fiesta Nacional.

¿Y de la afición actual? ¿Qué destacaría?

Lógicamente respeto a la afición actual. Pero hay cosas que no puedo compartir. Creo que el toreo es mucho más serio que el estar pendiente de devolver un toro. Yo creo que hay que ir con otra predisposición. Hay que ver que salga un toro en tipo, eso es lo más bonito que un aficionado le puede pasar. Luego, el aficionado tiene que informarse un poco más de lo que es el toreo y que no esté pendiente de cosas banales. Si un toro se cae, hay que devolverlo porque no beneficia a nadie: ni al público ni al torero. Si hay que devolverlo, se devuelve. Hay que buscar que el toro tenga menos kilos, se mueva más, que esté en tipo, que se caiga menos y le limitaríamos a los toreros que se puedan expresar mejor, que el que tenga clase lo pueda demostrar, el que tenga valor también, y el que no tenga ni una cosa ni otra también se termina. Sería valiosísimo para todos.

Usted ha llevado una escuela taurina como es la de El Espinar, ¿cómo recuerda sus primeros años? ¿Qué diferencias tenían respecto a los de ahora y qué ve de bueno y de malo en la nueva hornada novilleril actual?

Hice algunos pinitos yendo a alguna capea, pero no me curtí en la capea. Me curtí en el tentadero, al que iba de aficionado. Primero iba por Salamanca y terminaba por Andalucía. No había otra opción. Era muy bonito. Asistíamos a tentaderos donde veíamos a todas las figuras del toreo. No había escuela pero cuando se le pone interés a las cosas se pueden conseguir. Además, evidentemente uno tiene que ser fiel siempre a su personalidad y a su forma de sentir y de hacer el toreo. Referente a la escuela, los tiempos han cambiado y se le aportan muchas cosas a los chavales… ya depende de los profesores.  

Y como profesor, ¿cómo era Sánchez Puerto?

Yo dejaba que la personalidad de los chavales se definiera según su forma de proceder. Yo no incidía en que tenía que torear ni como yo lo siento ni le ponía a nadie como referencia. Hay unas técnicas o unas formas para desarrollar el toreo y esas son las que hay que hacer hincapié para que se le conozcan, de darles conocimientos sobre los terrenos del toro, sobre las posibilidades que hay donde se le puede sacar más o menos partido al toro, los tercios… de una serie de cosas que son muy valiosas.

¿Cuál era su gran obsesión a la hora de la lidia? ¿La espada, la muleta, el capote…?

Tenía una gran preocupación de que los primeros compases con el capote, hasta que el toro se lidiaba. Cuando salía el toro picado, yo veía las posibilidades. Es muy importante el primer tercio, el poderle al toro con el capote e intentar ahormarlo desde los primeros compases. Lógicamente con la muleta, intentaba seguir esa misma técnica. Para mí es importante ahormar las embestidas de los toros y luego lo que éste te pida. Si te pide distancia, hay que darle distancia; a mí me gustaba lucir el toro, porque es algo muy bonito. Hay que darle también la importancia que tiene la arrancada de largo de los toros. A la gente eso le ilusiona mucho.

¿Qué apoderados le llevaron en sus años? ¿Cómo se desenvolvió en sus inicios y cómo ve el sistema actual de apoderamiento?

Cuando yo estaba en activo, había muchos apoderados independientes y no solamente de matadores de toros, incluso de novilleros. Enfocaban magníficamente bien las carreras de los toreros, independientemente de la suerte que pudiera o no tener. Hemos hablado de la trascendencia que tienen los triunfos en Madrid, pero antes había que curtirse en las periferias. No puede ser que un muchacho venga a debutar con caballos a Madrid con una auténtica corrida de toros, cuando lo lógico es que los muchachos es que se vayan haciendo y cogiendo oficio en otras plazas de fuera.

A Madrid hay que venir hecho. Eso es hacerle pasar un mal rato a los chavales, porque se encuentran con un pedazo de toro impresionante y no tienen oficio suficiente para desarrollar la labor que tienen que desarrollar. Había posibilidades porque se podía torear por otros sitios para venir a Madrid más cuajado. El apoderado, en ese aspecto, tenía más posibilidades de poder defender los intereses de su poderdante. Ahora las cosas han cambiado y manejan más reducidamente las empresas que son empresarios y apoderados, pero los tiempos cambian y es lo que hay.

En cuanto a Madrid, ¿qué pensamiento final le deja en este inicio de feria?

Madrid es y debe ser el eje de la Fiesta, pero necesita un consenso entre todos –afición, toreros y ganaderos- para desarrollarse un espectáculo donde tenga bastante más interés que el que está teniendo ahora. Motivos los hay y hay mucha gente incluso más preparada que yo para que puedan desarrollar esa labor. Lo realmente cierto es que si se siguen desarrollando tarde tras tarde lo que se está llevando a cabo, sin que se apasione la gente, esto no va a ningún lado. En mi época había toros en Madrid con motor para parar un barco…