MARÍA FUENTES
Si la historia es eso que cuenta lo que se sucedió, pisar los campos de ‘Galleguillos’ en Vecinos donde conviven la bella estampa de los Santa Coloma con los colores cálidos del otoño es revivir el legado del emblemático Ignacio Pérez-Tabernero, responsable de episodios claves de la Fiesta a lo largo de los últimos tiempos.
El origen de esta saga de ganaderos se remonta al siglo XIX. Ignacio Pérez-Tabernero Sánchez, hijo del prestigioso criador Alipio, empezó a formar esta ganadería con vacas y un semental llamado ‘Guarrito’ en 1958. En 1962 empiezan a lidiarse los primeros productos por las plazas de España y Francia, manteniendo la más estricta pureza y fidelidad por el encaste, que sigue en la actualidad liderada por sus tres hijos: Ignacio, Joaquín y Fernando Pérez-Tabernero Silos, que toman las riendas de la ganadería tras el fallecimiento de su padre en el año 1992.
En 2000 deja de anunciarse la ganadería como Hijos de D. Ignacio Pérez-Tabernero y pasa a denominarse como Hoyo de la Gitana. Un amor al toro heredado en tres nombres propios entregados por entero a la ganadería. Trabajo y dedicación marcan sus agendas. Joaquín, el segundo de ellos, analiza el momento de este emblemático hierro del Campo Charro: “Ser ganadero en nuestro caso es una pasión que llevamos en la sangre. Los tres tuvimos claro que nos dedicaríamos a esto tras el fallecimiento de mi padre y en eso estamos. La ganadería está en el momento de siempre, pero es verdad que la ganadería tiene ciclos, así como las temporadas también tienen ciclos. Hay momentos un poco más de moda, otros años menos… este tipo de ganaderías tenemos pocos huecos en las ferias, somos muchos. Nuestra ganadería siempre ha estado ahí, y nosotros nos entregamos a ella por entero, pero no siempre estamos en las ferias, ni en España ni en Francia”, explica.
A lo largo de su historia reciente han vivido temporadas más intensas, y otras de perfil bajo. En la libreta de tardes de éxitos está esa tarde del 16 de marzo de 1998 cuando Domingo López Chaves le cortó tres orejas a sus toros en la plaza de toros de las Ventas de Madrid, o muchas tardes para el recuerdo en Francia en plazas de primera como Dax, Bayona o Vic-Fezensac, entre otras.
Han pasado los últimos 10 años de “transición”. Así lo explica: “Creo que estamos en un buen camino de cara a la próximo temporada. La ganadería está sostenida, enfocada a la manera que nosotros queremos. Buscamos un toro encastado pero con buena clase, así nos lo trasmitía siempre mi padre. Nos ha costado mucho corregir el trapío, venimos de un toro de Santa Coloma pequeño, con muy poca cara… y romper con eso nos ha costado mucho. A partir del año que viene nuestra ganadería ya tiene más consistencia para festejos importantes, tenemos ya cerradas 3 corridas de toros y cuatro novilladas. Ahora somos capaces de conjugar el trapío con el comportamiento, que insisto, siempre se basa en la buena clase, en un tipo de toro encastado que permite perfectamente hacer el toreo de hoy, por humillación, por colocación de cabeza, por obedecer a los toques, y siempre con la personalidad de Santa Coloma que es un toro exigente, que mira, que a veces pueden propiciar faenas cortas aunque hemos logrado también que permitan la durabilidad, que aguanten. Hemos tardado años”, relata.
La supervivencia de este tipo de ganaderías no es fácil por el momento que atraviesa la Fiesta, anclada en la monotonía. Hoyo de la Gitana sobrevive por esa fidelidad y pasión. “Nosotros trabajamos mucho de forma reservada, sin hacer ruido, siendo conscientes de que es imposible vivir del toro bravo. Hoy en día eso es una utopía, y quién diga lo contrario miente. A nosotros nos mantienen otros negocios del campo aunque tengo que reconocer que lo que se siente gestionando lo bravo es algo especial. Es también un poco de locura. A mí cuando lidiamos y tenemos un fracaso me hace venir al campo y meterme en el despacho a mirar a los libros, a bucear en nuestra historia… y hasta eso me emociona, o esa sensación que te da un tentadero en el que triunfa una vaca porque ves en ella el reflejo de muchas decisiones. Esas sensación hay pocas cosas que te las pueden dar. Esas tardes son las que te reconfortan. El triunfo en la plaza es la consecuencia necesaria para que la ganadería tenga rentabilidad”.
Son atípicos hasta en esa forma de tentar sus vacas. No creen en los inviernos de tardes de tienta, frío y chimenea. Les gusta tentar en primavera. Son optimistas con el futuro de su ganadería, no tanto con el futuro de la Fiesta. “Para hablar del futuro en la ganadería tengo que ser optimista, si no lo veo así, perdiéramos todas las ilusiones. Sin embargo, si hablamos del futuro de la Fiesta, creo que necesita un cambio urgente a nivel promocional, saber ofertarla y que llegue a un público más amplio. No es ser pesimista, pero es urgente darle una vuelta, si no lo hacemos, estamos apostando por un espectáculo muy difícil de mantener con tanto burocracia, con los altos costes para un empresario que quiere apostar por novillada, etc. Estamos acostumbrados a los años 90 cuando la Fiesta por sí misma funcionaba por sí sola. Hemos estado muy acomodados, y el cambio es urgente para que esto sea viable”, concluye.
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