LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Levántate y anda


viernes 24 mayo, 2019

David de Miranda descerraja el portón de Madrid con un gran toro de Juan Pedro, el único en una corrida decepcionante de la que Ureña paseó una oreja y El Juli dos silencios

David de Miranda descerraja el portón de Madrid con un gran toro de Juan Pedro, el único en una corrida decepcionante de la que Ureña paseó una oreja y El Juli dos silencios

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ-OLMEDO

David lo sabía. Tal vez nadie confiaba en que el milagro de hoy iba a engrosar la leyenda de Las Ventas. Pero él, sí. Él confiaba en que se hiciese realidad el sueño que siempre tuvo, pero ya se había cumplido. Desde aquella tarde en Toro, cuando rechinaron las vértebras de David y el fantasma de la inmovilidad sobrevoló su semblante, el onubense soñó que volvería a Madrid. Pero puede que ni él mismo se atreviese a soñar tanto.

“Levántate y anda”, le dijo ese Despreciado grandón y pechudo, largo como un día con el collarín, engallado y montado como si no fuese a poder nadie con él. Y David, para el que estar anunciado en este cartel ya era más de lo que se atrevió a soñar, le sopló dos cordobinas por abajo al tren de las dos en puntas. Como si eso del miedo escénico no fuera a ir nunca con él. Y lo tomó por abajo. Todo fue por abajo. Desde los cambiados de sincera quietud tras el brindis al Emérito, hasta esa estocada casi a capón tirándose en plancha sobre el morrillo para no marrar el instante en que iba a cambiar su vida. “Levántate y anda”, pareció decirle el animal. Y andó, como decía el otro.

Andó porque supo quedarse sobre las plantas mientras pasaban alrededor dos pitones que se llevaban el hilo de oro. Andó porque supo amarrar al piso la emotiva pero exigente embestida humillada y brava del único Juampedro que morró. Andó porque cuando iba a rematar con un desdén la tanda de naturales de vuelo terso y ritmo a mil ya estaba en pie el tendido de Las Ventas. Andó porque ni en mil vidas que viviera hubiera imaginado que Despreciado le estaba esperando a la vuelta de un collarín. Pero estaba. Estaba para exigirle que no fallase, que no se guardase nada. Que anduviese, porque el de hoy solo era el primer paso.

Algunos más lleva dados Ureña, y más aún en esta plaza, donde sigue el tendido empeñado en que tiene que llegar el día. Llegará, no cabe duda, pero no se olvidará lo de hoy. Porque fue capaz de construir a ese colorao quinto desde la díscola llegada a la muleta hasta la enfondada y fija embestida final. Todo a base de desbastar, de andar y andar mientras se te paran los pulsos pensando en que van solo tres corridas la temporada de confirmar situación. Pero Paco sigue siendo Paco, para bien y para mal, y eso le hace pirarse de Madrid habiendo enseñado su entrega, habiendo alardeado de colocación y conocimientos y con la conciencia tranquila de no haberse dejado.

Y en esas andaba la tarde, levantando al personal con la verdad, cuando dejamos de acordarnos de que había sido devuelto un toro con varios muletazos pegados y de que a Julián volvieron a pagarle con la moneda del desprecio a la que ya está acostumbrado. Menos mal que aún le queda medio pitón para hacer el toreo en la feria en la que es más caro.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Duodécima de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.

Seis toros de Juan Pedro Domecq, correctos de presencia, desiguales de tipo. Y un sobrero de Luis Algarra, cuarto bis. De noble condición y fuelle muy justo el serio primero; obediente sin fuelle y a la defensiva el segundo; acometedor de viaje corto el exigente tercero, muy por dentro; devuelto el cuarto sobre el cambio de tercio por lastimarse una mano; de nobleza sin raza el anodino cuarto bis; de gran fondo y fuelle justo el colorao quinto; con movilidad, entrega y clase el buen sexto.

El Juli (verde hoja y oro): silencio y silencio. 

Paco Ureña (lila y oro): vuelta y oreja. 

David de Miranda, que confirmaba alternativa (blanco y oro): silencio y dos orejas.