LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

"Ni una más compadre"


jueves 30 mayo, 2019

Román le corta una oreja de torear a un áspero Adolfo en la corrida en que esperaban al Roca Rey que pinchó el premio gordo; lo peor, la cornada a Escribano

Román le corta una oreja de torear a un áspero Adolfo en la corrida en que esperaban al Roca Rey que pinchó el premio gordo; lo peor, la cornada a Escribano

TEXTO: M,ARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA; LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Sería lo más normal que dijera hoy Andrés Roca Rey cuando se quitase el vestido en el hotel y se sacudiese el polvo de la tarde más esperada de cuantas lleva en Madrid. “Ni una más”. Y no porque no pudiese con un encierro de Adolfo que escondió hasta tres toros buenos, sino porque al que es figura no le compensa venir a medirse con ningún consentido de Madrid.

Roca Rey hacía hoy el paseíllo con la batalla perdida de antemano, porque si no triunfaba con la corrida iban a decir que no era capaz con el toro-toro, y si lo hacía dirían que se había traído su corridita debajo del brazo. Total, ruina hagas lo que hagas. “Ni una más, compadre”. Que no compensa.

No compensa a pesar de que la tremenda capacidad de Andrés de fijar el foco de la tarde donde le conviene logró que el brindis al público en el sexto augurase un acontecimiento. De hecho, el olé del tendido a la caída de la montera boca abajo fue tan sacrosanto como ridículo, porque hubo después muchas más cosas para cantarlos y no retumbaron así de bien. Hubo gobierno, convicción y mando para amarrarle al suelo el morro a ese sexto humillador, que tuvo clase, bravura y humillación en proporciones generosas pero terminó renunciando cuando el gas se le acabó.

Antes había crugido Madrid, que volvió a agradecerle a Román su simpatía y su sinceridad, pero esta vez aplaudió los cuatro o cinco naturales que hubo en la tarde con más torería y menos urgencias. A este sí le compensa porque aún no le han dibujado en la espalda un punto de mira, porque sus triunfos no han llegado a molestar a quien no se plantea si sus premisas son buenas. Por eso cuando decide jugarse la vida el rubio torero y se deja llegar al asperote y grandón quinto a la talega le agradece aún el gesto el tendido. Pero eso ya lo había hehco antes. Lo bueno de verdad llegó con la mano izquierda. Por eso paseó una oreja que puede ser la más cara que haya cortado en Las Ventas.

Pero para cara, la tarde de Escribano, que terminó con un boquete en el muslo y otro de Adolfo mancillándole la carne. Con ese cuarto, que tuvo calidad y sirvió para el toreo bueno, había aprovechado las inercias en el capote primero, pero sobre todo en banderillas, donde lo dejó galopar para embrocar de forma espectacular. Lo de clavar fue harína de otro costal. Pero ese tercer par, el del estribo, sin espacio para salir entre el toro y las tablas, levantó la plaza y la puso a su favor. Lástima que luego todo quedase en una medianía que aún intentaba superar cuando recibió el pitón. Pero este no puede decir que ni una más, porque estas son las cotidianas.

Andrés, sí. Y no por no superar con creces una prueba de hiel que terminó siendo de seda en la humillación de ese sexto. Ni una más porque –diga lo que diga- no le puede compensar el esfuerzo  En cualquier otra disciplina le valorarían lo que hizo hoy sin tener por qué. Aquí lo ponemos en duda porque si no parece que no sabemos de toros. Tal vez porque en eso consista ser figura del toreo.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Décimo séptima de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. No hay billetes. 

Toros de Adolfo Martín, correctos de presencia y muy en los distintos tipos de la casa. Noble, enclasado y con fondo el buen primero. Reponedor y orientado el peligroso segundo. Mentiroso y a la caza el guasón tercero. Humillado, profundo y con mucha clase el gran cuarto. De gran fondo y áspera piel el quinto. Enclasado y con entrega el humillado y gran sexto. 

Manuel Escribano (grana y oro): silencio y herido. 

Román (burdeos y oro): ovación y oreja. 

Roca Rey (tabaco y oro): silencio y ovación.