LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

El rincón de pensar


miércoles 5 junio, 2019

Ginés Marín corta una oreja de un toro excepcional de Domingo Hernández y el palco le niega otra de uno de Garcigrande en una tarde de no pasar con motivos para ello

Ginés Marín corta una oreja de un toro excepcional de Domingo Hernández y el palco le niega otra de uno de Garcigrande en una tarde de no pasar con motivos para ello

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

El rincón de pensar es ese lugar -imaginario o no- al que las mamás modernas envían a sus hijos a que tomen en cuenta todo aquello que ellas no son capaces de explicarles, siempre con la esperanza de que logren adquirir la sabiduría por ósmosis. Por eso el rincón de pensar es el sitio destinado a recibir las dudas de todo aquel que se pregunta qué pasó hoy por Las Ventas, habiendo muletazos y embestidas. O al revés.

Más bien al revés porque al rincón de pensar habría que mandar hoy a Ginés Marín. Sí, hombre, sí. El que casi abre una Puerta Grande que hubiera sonrojado a Madrid. El torero que pensaba que le habían robado camino de la furgoneta debe pensar en el rincón en la profundidad que le cambió a la afición de Madrid por muletazos largos. Que profundidad y largura tienen que ver, mire usted, lo que velocidad y tocino. Y ya va siendo hora de que se lo digan, porque Ginés es muy capaz de cortar los trofeos por derecho sin echarle la culpa al empedrao. Y sabe que un figurón del toreo le hubiese cortado el rabo a la clase de ese tercero. ¡Qué forma de colocar la cara, por Dios!

Pues debe pensar Ginés en el rincón si el inicio de trincherillas y recortes era lo que mejor le venía a la boyante calidad humillada del colorao, protestado más por el guarismo que lucía que por su volumen en general. Que piense Ginés si guardarse la excelsa clase del pitón izquierdo para la quinta serie de muleta es la mejor forma de buscar la gloria, y si las dudas al natural que bajaron intensidad a la faena son propias de un figurón. Puede pensar qué le faltó a esa faena para que desapareciesen los pañuelos concedida la oreja con el toro de más clase de esta feria y de muchas ferias atrás. ¿Qué le sopló muletazos buenos? ¡Pues claro! ¡Faltaría más! Pero se quedó a medias. Y una figura máxima no hubiera dejado lugar a las dudas. Esa es la diferencia.

Y por eso también Álvaro Lorenzo debe acudir un ratito al rincón de pensar. Debe hacerlo después de que no haya pasado nada en Madrid en los últimos doce toros. Y hay que exigirle al manchego porque lo tiene, y está llamado –como Ginés- a soportar el peso del toreo de aquí a no muchos años. Ya no es nuevo Álvaro en esto, y conoce la diferencia entre templar y acompañar, entre entregarse y taparse y entre apostar y buscar excusas. Hay que acudir al rincón, que no tiene por qué ser malo. Que tal vez allí encontremos la forma de olvidar la corrección y la limpieza en favor de la pasión. Que lo del descompuesto quinto era difícil, pero no tenía por qué ser aburrido.

Al rincón de pensar podríamos mandar también a Sebastián Castella, pero sería una falta de respeto a sus dos décadas de alternativa, que le hacen lo suficientemente maduro como para acudir solo. Y para analizar su actuación, que siempre hay matices posibles, incluso en una tarde sin opciones.

Y al rincón debe ir también –y sin falta- Justo Hernández si no se ha llevado a Salamanca las turmas de un tal Poeta. Porque esa forma de embestir, de entregarse, de volcar la cara, de seguirla hasta el final, de empujar el trapo con las puntas de los pitones y de reducirse al llegar a los embroques es bastante más difícil que el hacer que un toro corra. Quizá por eso este no corrió para empujar con todo en el peto en las dos varas que le arrearon, y mandó al rincón de pensar a los que no lo vieron en el tendido. Porque aquí, pensar, pensamos todos.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas., Madrid. Vigésimo tercera de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Casi lleno.

Cuatro toros de Garcigrande (segundo, cuarto, quinto y sexto), uno de Domingo Hernández (tercero) y uno, el primero, de Buenavista. Con voluntad sin poder ni fuerza el primero. Obediente y embestidor el segundo, muy anovillado. De excepcional clase y bravura el extraordinario tercero, ovacionado en el arrastre. Justo de raza y a la defensiva el bruto cuarto. Obediente pero insulso el descompuesto quinto. Con fijeza, celo y cierta profundidad el buen sexto.  

Sebastián Castella (tabaco y oro): silencio y silencio. 

Álvaro Lorenzo (tabaco y oro): silencio y silencio. 

Ginés Marín (caldera y plata): oreja y dos vueltas al ruedo.