Por: Juan Guillermo Palacio
Tres toreros jóvenes de Colombia, que conforman la generación que carga sobre sus hombros el peso actual de la fiesta en este país, lograron resolver con argumentos una tarde saturada de dificultades.
Los seis toros -dos de Ernesto Gutiérrez, dos de Santa Bárbara y otro par de Juan Bernardo Caicedo-, se pusieron de acuerdo para imponer trabas y medir la solidez de las tauromaquias de la nueva generación de espadas nacionales.
Lo resolvieron bien José Arcila, Juan de Castilla y Juan Sebastián Hernández. Los tres demostraron que tienen los recursos suficientes para no perder el control de las complejidades, ofrecer interés y conservar el control del espectáculo.
Arcila con esa «nueva» versión de toreo antiguo que sabe representar y que le luce natural, Juan de Castilla con la mezcla de inteligencia y poder, y Juan Sebastián Hernández desde el valor, el hambre y unas buenas bases.
Otro habría sido el desenlace si el toro comercial y pastueño hubiese hecho parte del elenco. Pero no fue así. Dos toros, uno de Gutiérrez y otro de Santa Bárbara, salieron sueltos. El otro de Santa Bárbara, el primero, nunca humilló y sacó a relucir los resabios de ser casi adulto mayor. Y los dos de Juan Bernardo fueron rebeldes. Solo el cuarto, de Gutiérrez, de Arcila, tuvo clase y repetición.
Al manizaleño José Arcila le viene bien el estilo añejo. Es capaz de jugar a las cartas de viejas tauromaquias. Esta vez toreó a su primero por verónicas con el lado interno del percal, ligó cuatro crinolinas al cuarto, al que también toreó por ambos pitones al natural, cambiándola de mano, un gesto que no es común.
Le tocó el mejor toro de la corrida, el cuarto, de Gutiérrez. Se atragantó con las primeras embestidas, pero luego perdía un poco el sitio porque el toro embestía con más lentitud que la proponía el diestro. Faena de altiplanicies. Hasta que le dio más distancia y pudo descifrar esas milésimas de diferencia que tenía con el toro, logrando rematar mejor las series.
Ejecutó el mejor espadazo de la feria. Le dieron dos orejas. Una de más, quizás, pero en su caso no importa el número de trofeos. Cada comparecencia de Arcila es un reto en el que debe sostener su nuevo personaje de torero historiador. Lo fundamental es que otra vez lo logró.
Con su primero, había estado decoroso. Le plantó cara, proponiéndole una lidia escueta pero merecedora de respeto. En la segunda parte de la faena logró someterlo por el pitón derecho, por el que dibujó tres series ligadas, aunque de muletazos cortos, todos a media altura, porque al toro le costaba humillar. No mostró al toro por el pitón izquierdo, con el que se sintió incómodo; el toro venía recto y, dada su edad, resultaba muy exigente. Faena solvente de Arcila, mucho decir ante un toro de cinco años que no le regaló nada. Fue un encuentro de adultos, respetuoso y corto, sin ambages.
Juan Sebastián Hernández, el más nuevo del cartel, demostró inteligencia y valor a pesar de su corto kilometraje. Su primer toro, el tercero en orden de lidia, había salido suelto, como los dos anteriores. Era incierto, salía siempre con la cara alta. Hernández comenzó la lidia cerca a las tablas aprovechando el magnetismo de la querencia natural. Logró robarle dos series ligadas. Todo un mérito. Porfío con la izquierda y dejó ver las dificultades que también tenía el toro por ese pitón. Sin embargo logró ligarlo. Se fue a los medios donde los defectos iban a pesar más. El toro fue cambiando gracias a las buenas decisiones tomadas por Juan Sebastián. Terminó repitiéndose con claridad en dos series más. Su técnica de diván lo había aconductado. Se volcó con la espada y cortó una oreja repleta de méritos.
El sexto fue un toro impotable. Aunque Hernández desafió el peligro buscando agradar.
Desde la salida del primero de Juan de Castilla, un morucho de Gutiérrez, se intuía que el comportamiento del toro iba a ser similar a su fenotipo. Cuellicorto, desproporcionado en sus formas y de justa cornamenta. Buscó tablas rápido. Juan lo sacó y lo trató de retener hábilmente estimulándolo con la voz y ganándole un paso para que no huyera, pero fue en vano. Le daba uno o dos muletazos y el feo salía suelto. El toro tuvo todas las incomodidades posibles. Tantas que Castilla preguntó en los micrófonos que si el toro se llamaba 2020, en referencia al duro año que acaba de pasar.
Otro exigente examen resultó para Juan el quinto, un toro de Juan Bernardo. Se dobló con él, lo sometió en varias series en una faena que fue a más. El toro se quería parar, pero Castilla lidiador lo obligaba a pasar. Por momentos le protestó. Cuando el torero midió mejor la distancia, pudo rematar mejor las series por ambas manos. Una serie más de muletazos invertidos a un toro que ya lucía parado, fue la cereza del pastel. Se apresuró con la espada y pinchó, perdiendo la oreja. Pero dejó claro que es un torero con muchos recursos, inteligente, que busca soluciones en la física, la lógica y en la bragueta.
Así se cerró una temporada corta de Manizales, de apenas dos festejos, miles de conectados y buen número de orejas. Cormanizales, una vez más, se echó sobre los hombros la responsabilidad de la temporada nacional. Todo el mérito para sus directivos, que dieron dos espectáculos de gran nivel y una organización impecable. Una feria que pasará a la historia porque mantiene viva una manifestación que en Colombia, por el Covid y el populismo electoral, también pudo terminar en cuidados intensivos.
FICHA DEL FESTEJO
66ª Feria de Manizales. Segunda corrida (transmisión virtual por la pandemia del Covid). Lunes 11 de enero del 2021. Tarde gris con llovizna. Se lidiaron toros de Santa Bárbara, Ernesto Gutiérrez y Juan Bernardo Caicedo. Disparejos, tres de buenas hechuras, cinco con complicaciones, el cuarto (EGA) con juego y clase.
José Arcila: Palmas y 2 orejas.
Juan de Castilla: silencio tras aviso, silencio tras aviso.
David Martínez: 1 oreja y silencio.