Que Antonio Ferrera desborda sentimiento por todos sus poros y trasciende el traje de luces no admite dudas. Y en una tarde como la de hoy en Las Ventas, solo (arropado a lo grande por hombres de plata, azabache y a caballo) ante seis adolfos seis, Ferrera , sin opciones para el triunfo en su desafío, desafió a la norma, pidió el sobrero, que no lucía la divisa titular. El usía, tras consultar, transigió, el torero pudo expresarse como no hubo opciones antes, cortó una oreja… y pidió un segundo sobrero. Que, como él mismo proclamó, pagaba de su bolsillo.
Ferrera es un torero distinto, hasta tal punto que en una misma corrida, incluso en un mismo toro, se puede ver a varios «ferreras» , relajado o histriónico, puro o artificioso… pero siempre entregado a su causa: el sentimiento. Que a veces juega a favor y otras a la contra.
Sentimiento y generosidad están en la tauromaquia de Antonio Ferrera. El sentimiento lo pone al servicio de la causa, le sale de los adentros y el público lo percibe. La generosidad la brinda en su forma de encarar la lidia y en el trato que concede a la cuadrilla. La tarde de hoy es un ejemplo palmario.
Generoso con el toro en su paso por el caballo a riesgo de perder opciones en el último tercio. Y generoso, casi cómplice, con la cuadrilla (maravillosas las ovaciones compartidas al inicio y al final) hoy también con los sobresalientes. Generoso, en fin, con el toreo. Y con el público.
Por eso, cuando pidió un segundo sobrero no hacía otra cosa que ser fiel así mismo. Pero chocó ¡ay! con el reglamentarismo o/y el autoritarismo, que siempre, en cualquier circunstancia de la vida, va en contra del sentimiento.
Se iban Ferrera y su amplia cuadrilla de Las Ventas ya anochecida entre ovaciones de un público que pese al frío otoñal guardaba rescoldos del calor de la pasión.
Pasión, sentimiento, poner la norma en entredicho…Antonio Ferrera, torero.