EL TENDIDO DE LOS SASTRES

‘De Purísima y Oro’, la canción favorita de Almudena Grandes que no sonó en su despedida


martes 30 noviembre, 2021

De nuevo el puritanismo de esa nueva izquierda (sic), pacata y censora, que se la coge con papel de fumar cuando de toros se trata en el adiós a Almudena Grandes, en el que no ha sonado 'De Purísima y Oro', su canción favorita.

Almudena Grandes Despedida
Adiós a Almudena Grandes. © Instagram

Paco March, sobre el adiós a Almudena Grandes

La muerte de Almudena Grandes ha sido recogida en los distintos medios de comunicación con la relevancia merecida, glosando la categoría humana, el compromiso ideológico y la altura literaria de la escritora madrileña. De todo ello da prueba le adiós tributado en el Cementerio Civil de Madrid, en el que junto a familiares, amigos y personajes relevantes de la política y la cultura estuvo también, blandiendo en alto sus libros, el pueblo de Madrid. Porque de ser de Madrid hizo también militancia Almudena Grandes en esa despedida resultó clamorosa la incomparecencia de los dos máximos representantes institucionales de la capital: la Presidenta de la Comunidad y el Alcalde.

Una ausencia de la que es fácil deducir motivos ideológicos, que para la ocasión denuncian puro y duro sectarismo, como muchos, en redes sociales y en los medios, han puesto con razón en evidencia. Entre ellos, el periodista Jesús Maraña, director del digital InfoLibre.

Ocurre que, como embargado por un cierto sentimiento de culpabilidad, propio o compartido, Jesús Maraña incluye una P.D. en la que escribe: «Por último, para seguir siendo absolutamente sincero, la canción favorita de Almu en el repertorio de Joaquín Sabina era De purísima y oro, aunque por delicadeza ante cualquier sensibilidad personal, lo que sonó y nos emocionó en La Almudena haya sido otra que también le encantaba Noches de boda. Se llama respeto«.

Apela Maraña al respeto, ese que no tuvieron ni Díaz Ayuso ni Martínez Almeida con sus ausencias, pero -también con respeto- me permito discrepar.

¿A qué ‘delicadeza ante cualquier sensibilidad personal’ invoca el periodista para cambiar una canción por otra? La respuesta es tan obvia como torpe y mezquino el motivo, por mucho que lo disimule: ‘De purísima y oro‘ es una canción que, en su título, invoca lo taurino. Vade retro.

No importa que la letra hable de ese Madrid de la postguerra, de los vencidos (entre ellos, Antoñete, que vivía en ese barrio de Ventas donde “madrugaba el pelotón»), del estraperlo, de los exiliados por rojos y maricones» (Miguel de Molina), de Evita Perón, de la señá Cibeles, del Atleti Aviación… no, lo que importa, al parecer, es «no herir sensibilidades». Unas sensibilidades que, intuye Maraña, saldrían a flote tanto con el título de la canción como por la mención a Manolete en ella, portador de ese terno ‘Purísima y oro’ (licencia poética de Sabina) la tarde trágica de Linares.

De nuevo el puritanismo de esa nueva izquierda (sic), pacata y censora, que se la coge con papel de fumar cuando de toros se trata. No, no vale aquí la coartada del respeto, llámelo (auto) censura. ¿A quién podía ofender que se escuchara ‘De purísima y oro’, más aún si muchos de los presentes sabían de esa preferencia de Almudena Grandes. ¿Acaso a los y las miembros y miembras del Gobierno allí presentes, declaradamente antitaurinos y antitaurinas?. Mejor no contesto.

Ni una sola referencia taurina a ninguno de los glosarios de Almudena Grandes

Pero la afrenta es mayor. En ninguno de los muchísimos glosarios, semblanzas, obituarios… que he podido leer sobre la escritora fallecida, hay una sola mención a su afición taurina, de la que existe sobrada hemeroteca y que en su relato Tabaco y negro (incluido en el libro Estaciones de paso) como publicó Cultoro en el obituari–  se manifiesta en la preciosa historia de una adolescente que de la mano de su abuelo, sastre de toreros, descubre y se deslumbra con el toreo. Con Chenel y Las Ventas como referentes, claro.

Ahí va una muestra:

Mi abuelo sabía quién era. Pero nunca lo había visto de cerca. El recién llegado, un hombre joven, muy tieso, con esa apostura callada de los de su oficio y una tremenda avidez por la vida cosida a los ojos, le devolvió la mirada en silencio…. La escena sucedía en Madrid, siglo XX, años sesenta…El abuelo lo miró de arriba abajo antes de despegar los labios. Su ídolo soportó , impertérrito, la solemne gravedad de aquel silencio.

-Rosa pálido y oro, maestro.

El sastre habló primero. Chenel frunció levemente el ceño y le interrogó con los ojos antes de responder con otra pregunta.

-¿Blanco y oro, maestro?.

Mi abuelo asintió moviendo la cabeza muy despacio, con tal seguridad que su gesto bastó para alisar la frente del torero.

-Blanco y oro- repitió- . Y nunca de oscuro. Los colores oscuros son elegantes, pero no son para ti. A ti te buscarán la ruina, hazme caso.

Cuando Antoñete volvió a respirar el aire limpio, frío, de aquella mañana de invierno y sol, había dejado encargados tres vestidos de torear- uno blanco, uno celeste, otro rosa- y la gloria de mi abuelo”.

Un abuelo que intuyendo lo que estaba por llegar, advertía a su nieta, compañera de tardes en el tendido venteño: “ No deberías aficionarte tanto. No deberías porque, si lo piensas bien, esto es una salvajada y el día menos pensado lo prohibirán y harán bien, fíjate  lo que te digo. Claro, que no hay nada en el mundo que se pueda comparar con esto. Nada. En el mundo…Eres muy joven y por eso creo que no deberías aficionarte tanto. Ahora, que si decides no hacerme caso y mientras no esté prohibido…La semana que viene, en Toledo, repite el cartel del Corpus, que por lo visto estuvieron muy bien. Si tu quieres, podríamos ir.

-Claro que quiero, abuelo. Claro que quiero.”.

De abuelos a nietos, el hilo del toreo.

Uno hilo que muchos se empeñan en romper con leyes y argucias pero que ahí sigue, mal que les pese a los nuevos, pero tan viejos, censores de la moral.

No lo llamen respeto. Es censura.