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El año 2021 de… Morante de la Puebla


domingo 19 diciembre, 2021

Repasamos en un vídeo todos los paseíllos que ha realizado en tierras europeas Morante de la Puebla en la temporada que se va: de primavera a otoño, José Antonio se ha erigido, sin duda, como el torero del año.

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Morante esta temporada. © Ivi Martín

Sin duda, el 2021 ha sido el año de Morante de la Puebla. El torero cigarrero ha sellado una temporada para recordar lidiando todo tipo de encastes y ganaderías, dando la cara en las principales plazas y sellando su toreo personal en ellas. Por eso, es el primer protagonista de la sección de Cultoro «El año de…».

14 de mayo en Vistalegre: lo vinieron a abroncar

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Morante en Vistalegre. © Luis Sánchez Olmedo

Lo vinieron a abroncar, no les quepa duda. Vinieron a mentarle a la madre para decirle que sería la única que vendría a verle la próxima vez. Pero terminaron añadiendo el suyo propio al nombre de la progenitora. Vinieron a cagarse en sus muertos, sí, porque en el fondo saben que eso implica muchas opciones de ver torear como no lo hace nadie.

Y eso no implica hacerlo mejor ni peor, porque lo distinto no se compara. Es distinto y punto. Y Morante, con personaje y sin él, con filias y fobias, es distinto. Para bien y para mal, porque José Antonio, el de la Puebla, es cualquier cosa menos anodino. Morante es todo lo contrario, porque sólo una fina línea separa el amor del odio; es imposible odiar sin querer o haber querido. Lo contrario del amor es la indiferencia heladora con la que sentenciaron a Ponce a la muerte del primero. O la tibieza mortecina con la que le dedicaron leves palmitas antes de arrastrar al cuarto sin botín. Lo de Morante recogiendo ceremonioso la tremenda bronca que le dedicaron los paganos tras pasaportar al de Daniel Ruiz forma parte de su triunfo.

Tanto como lo hacen las verónicas encaderadas, con la barbilla rascando corbata y la suerte cargada con el cuerpo entero que le dedicó al segundo nada más aparecer. Que fueron brillantes, mas no rotundas, pero es que lo meramente vulgar de José Antonio está fuera de la capacidad de más de medio escalafón. Igual que lo están los naturales a pies juntos con los que tocó al vuelo y se llevó la arrancada tras la cadera sintiendo cada bufido en la piel. Porque a Morante o se le siente en el alma o te revienta las tripas; lo demás, sencillamente no existe.

De la tarde de Morante en Córdoba a la de La Malagueta: plenitud en su toreo

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Morante, en Colmenar esta temporada. Luis Sánchez Olmedo

Su siguiente cita fue en el Coso de los Califas de Córdoba, en una tarde en la que se lidió un decepcionante encierro de Juan Pedro Domecq que sólo permitió que saliese a relucir el toreo de capa del torero de La Puebla.

Su segunda tarde en el Coso de Vistalegre dentro de la Feria de San Isidro alternativa por el Covid tampoco resultó exitosa, pero sí de detalles toreros con el lote de Garcigrande sin opciones que José Antonio tuvo delante.

El día 30 de ese mes, trenzó el paseíllo en la Feria de San Fernando de la localidad madrileña de Aranjuez, donde paseó una oreja del encierro de Cuvillo, y de ahí, a Valladolid, donde bordó el toreo frente a un toro de Victoriano del Río del que solamente paseó una oreja, pero la sensación y el regusto templado que Morante mostró aquel día caló en la afición pucelana. Además, en aquella tarde José Antonio puso en marcha un nuevo objeto de seguridad en el descabello.

Istres, el 18 de junio, fue su siguiente parada, toreando una corrida de pocas opciones de Zalduendo. Y Granada tras ella: la Monumental de Frascuelo vivió el aroma de su toreo en la tarde del 20 de junio, en una tarde que debió ser aplazada de sus fechas habituales de Corpus debido a que la Junta de Andalucía no otorgó el 50% de aforo en la plaza hasta ese día.

Badajoz no podía faltar en el año Morante, aunque la corrida de Zalduendo no terminó de romper aquel día de San Juan. Castellón le seguiría en suerte a su año, en la también aplazada Feria de la Magdalena al mes de junio, en la que le hizo frente a una corrida de Alcurrucén con la que fue ovacionado.

Y de tierras de la Plana, a tierras norteñas: el día 26 de junio toreó en León una corrida de Domingo Hernández de la que triunfó con el segundo ejemplar de la corrida: fue una faena en la que llegó el toreo despacioso, personal, templado y en el que los naturales brillaron con luz propia.

Al día siguiente trenzó el paseo en la Feria de Hogueras de Alicante, en la que sin duda fue una de sus faenas del año: no le cortó más que una oreja a su segundo ejemplar de Luis Algarra por el acero, pero dejó el aroma de toreo antiguo, tanto de capote como de muleta, que embriagó a la afición levantina. Y camino de Segovia: dos días más tarde, Morante le hizo frente a una seria corrida de Domingo Hernández y Garcigrande en la capital del acueducto de la que se llevó un premio.

En Arles asumió un nuevo compromiso, el de estoquear una corrida con el hierro santacolomeño de La Quinta. Y su lote de aquel día, en el que dio la alternativa al galo Maxime Solera, no le ayudó.

Arévalo, en Ávila, vivió su toreo seis días después, en una tarde entre jóvenes en la que cortó una oreja de cada toro de su lote. Dos de un toro de Núñez del Cuvillo paseó el día 10 de julio en Olivenza, que celebraba un festejo extraordinario para no dejar sin toros a la ciudad en 2021, ya que la Feria de marzo no pudo llevarse a cabo por motivos sanitarios.

También echó la pata hacia adelante en Algeciras la tarde del 17 de julio, en la que compartió cartel con Roca Rey y con Juan Ortega, siendo ovacionado con su lote de Santiago Domecq.

En la Feria de Santiago de Santander, el 23 de julio, le hizo frente a una corrida de El Puerto y La Ventana del Puerto con la que fue ovacionado. Y se resarció de no triunfar un día después en una plaza que lleva su nombre por antonomasia: la de Jerez de la Frontera. Tres orejas paseó de la corrida de Juan Pedro en tarde de ambiente especial y palmas por bulerías. El toreo hizo vibrar a la afición gaditana.

Y de las palmas por bulerías, a las palmas por tango: las que ofreció Huelva a Morante el día 31 de julio. Una oreja que es un despojo más consiguió José Antonio, pero sobre todo dejó de nuevo la gracia de su concepto impregnada en el albero onubense tras estoquear una corrida de Torrestrella junto a Daniel Luque y Juan Ortega.

No tuvo suerte con la corrida de Prieto de la Cal en su cita en solitario en la plaza de toros de El Puerto de Santa María. Era un acontecimiento aquella tarde pero el ganado no ayudó aquel día a José Antonio. Tarde de expectación, tarde de decepción, que dice el refrán.

En Herrera del Duque una semana después cumplimentó su compromiso en una tarde de figuras en la que paseó una oreja de la corrida de Montalvo, y hasta tierras francesas se desplazó el 13 de agosto, estoqueando una corrida de Cuvillo con la que dio una vuelta al ruedo en Dax.

En el coso de El Bibio de Gijón paseó un apéndice de un toro de Daniel Ruiz el día más taurino del año, el 15 de agosto. Y cinco días después, en Málaga, Picasso bajó a la picassiana. Por el ambiente orquestal, por la ambientación del ruedo y por una obra artista realizada al cuarto por el cigarrero. Creó una escena única José Antonio al cuarto, un toro con guasa y chispa al que le paseó una oreja. Ortega sentenció su toreo más clásico ante el segundo, al que cuajó de capa de forma sublime. Ambos honraron la eternidad del concepto surrealista de Pablo Ruiz.  Fue un animal con cierta chispa. El torero paró la petición de devolución al ver virtudes en el animal. A base de inteligencia, de parsimonia, de estructurar y saber bien qué debía hacerse en cada momento al animal, Morante sonsacó derechazos limpios y de bello trazo y naturales de uno en uno que llegaron arriba. El epílogo muleteril, con muletazos por abajo llenos de magia, llegó con fuerza arriba. Un pinchazo y una estocada un punto baja pusieron fin a la obra, que valió un apéndice.

De Málaga, a Almería: en la Feria de la Virgen del Mar se llevó un apéndice el día 21 de agosto, y un día después llegó su compromiso de Calatayud, donde estoqueó una corrida de Ana Romero nada fácil y de la que se llevó una oreja al valor que atesora José Antonio. Cuenca, con su Feria de San Julián por bandera, también vivió el toreo de Morante: gran lidia capotera y entrega muletera a su primer toro de José Vázquez aquella tarde, en la que paseó una oreja.

Lo que sí fue un delirio fue su tarde en la feria de San Agustín de Linares, donde paseó un rabo a un ejemplar de Juan Pedro Domecq: faena con los sones de Orobroy de fondo cuyo vídeo dio la vuelta al mundo minutos después de que Morante llevase a cabo la obra.

Alcalá de Henares, en Madrid, vivió también la presencia de José Antonio el día 29 de agosto, tarde en la que se llevó tres orejas de la corrida de Antonio Bañuelos en lo que suponía la vuelta de las corridas a la ciudad madrileña tras un lustro sin ellas. También Colmenar Viejo tuvo a Morante en su Feria, en una tarde en la que, en recuerdo de Yiyo, José Antonio se llevó un apéndice.

El coso de Campos Góticos palentino también tuvo a Morante anunciado, pero no hubo suerte con el lote de Garcigrande que le tocó; sí la tuvo al día siguiente, 4 de septiembre, en su incursión en la Feria de Mérida, paseando una oreja de cada uno de sus toros. También en la corrida de Murube en la localidad cordobesa de Lucena, el día 5 de ese mes, el diestro se llevó un apéndice de cada toro.

Triunfales fueron sus tardes en cosos como Casar de Cáceres o Navalcarnero, este último coso en el que estoqueó una corrida murubeña de Castillejo de Huebra, y también su segunda tarde del año en la plaza de Valladolid, donde paseó una oreja el 10 de septiembre. No hubo suerte en su vuelta a la Feria de los Llanos de Albacete, donde ni el toro de Mayalde ni el de Juan Pedro le hicieron sacar más que esfuerzo para ser ovacionado en ambos. Ese sería el preludio de su tarde de Galache en Salamanca.

Morante el 12 de septiembre en Salamanca: los genios no se equivocan

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Morante en Salamanca. © Miguel Hernández

Los genios no suelen equivocarse. Los genios llegan a grandes logros que no hubieran nunca imaginado desde la razón. Sí desde la intuición. Los genios desarrollan la intuición asumiéndola como un camino de ida repleto de desafíos que te conducen a ir cada vez más lejos y más profundo, y por eso son genios, y por eso su intuición no suele equivocarse. Morante no se equivocaba cuando vio hace ya unos años atrás que en el de la Fuente de San Esteban brotaba el toreo caro y que era cuestión de tiempo que aquello explotara.

Era tarde de ese concepto tan puro que pone a todos de acuerdo y de eso sí que sabe Morante. Vino con todo a Salamanca y no se dejó nada dentro. Llegó en un coche antiguo a la plaza y el sabor añejo que su tauromaquia trasmite la aplicó a doscientos por cien. Uno es genio por algo, uno es figura por algo, y como lo que es, también acertó apostando por este emblemático hierro de Villavieja de Yeltes que nos permitió vivir in situ la perfección del toreo que nadie sabe aplicar como él y solo el empecinamiento de la presidencia al negarle la segunda oreja del cuarto le impidió salir en volandas con su pupilo. Ante ‘Gandeotillo’ el delirio fue superlativo. Ofreció un recital de capote y de toreo, arrebatador. Recibió con un farol de rodillas y orticinas después, se atrevió con las banderillas y puso un tercer par reunido. Por ayudados por lo alto inició la faena de muleta y con ritmo y mucha torería se lo llevó a los medios. Logró series hondas, eternas, lentísimas, gozando de la dulce embestida del de Galache. Soberbio en redondo por el pitón derecho y de uno en uno al natural, para que el baile no acabara nunca. Ya Morante en su primero también apuntó cuando siempre apostó por la entrega, la cadencia, el ritmo y la torería y fue solo el mal uso de los aceros los que nos frenó en seco.

Y llegó Sevilla…

Moita do Ribatejo, en Portugal, vivió el toreo de Morante el día 14 de septiembre, y el día 18 tuvo su primera tarde en el abono sevillano, en lo que suponía el arranque del largo San Miguel, siendo ovacionado aquel día con la corrida de Victoriano del Río. En medio del abono de Hispalis, llegó una triunfal tarde en Almodóvar del Campo, donde paseó dos orejas de un toro de Albarreal. No hubo suerte con el ganado en el mano a mano con Juan Ortega en Sevilla el día 24 de septiembre, siendo silenciado en sus tres toros. La tarde de Hellín, en Albacete, preludiaría su gran actuación de nuevo en el Coso del Baratillo el día 1 de octubre.

1 de octubre en Sevilla: que no es cuánto, que es cómo

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Morante en Sevilla. © Arjona – Pagés

Dicen que mandan los que cortan las orejas. Dicen a los pequeños, cuando quieren ser toreros, que deben tocar el pelo cada tarde que se vistan de chispas, y esos son los que dicen que mandan en el sistema actual. «Los de valor a mandar y los de arte a acompañar», reza el manoseado mantra que, después de la tarde de hoy, Sevilla ya no cree más. Que mandará el que pasee más despojos, es verdad; pero es quien no los busca quien escribe su nombre en la historia. Y así ocurrió la tarde en que reventaba La Maestranza con el cartel en que -para los amigos de las etiquetas- el arte se jugaba los cuartos con el valor. Pero es que hace falta mucho -pero mucho- valor para torear como lo hizo Morante hoy.

El sobrero de Juan Pedro que terminó abriendo plaza era un castaño manilargo que no embistió ni una vez; tiró arreones, pegó bocados y no le propinó una coz a Morante porque no se esperaba que nadie se quedase tan quieto delante de él. Tampoco se lo merecía, pero demostró el de La Puebla que tiene valor y sabe ponerse hasta con una devanadera sin intención de embestir. Para matar ya no había paciencia en un Morante que se ahorró el compromiso. Bastante le había expuesto ya.

A Morante no. A José Antonio le importa dejar su impronta en un saludo de rodillas con media larga invertida, ponerse en pie con cuatro verónicas de profunda fábrica y rematar con una media a medias en los medios mientras había arrancado la música. Magnífico el de la Puebla. Como lo estuvo en esa forma de gallear por la cara con el envés del capote, toreando sin torear para ponerlo al caballo. Torear es lo de después, cuando abrió el percal, citó con mentón y voz y lo envolvió en dos verónicas y una media que hacían saltar las lágrimas. Expresión. Como la que tuvo Juan Ortega para responder por el mismo palo y dejarle una media verónica tan al ralentí que todavía la está pegando. Y Sevilla loca.

Porque el inicio genuflexo a dos manos que firmó Morante no está ya en el repertorio de casi nadie en el escalafón y eso lo hace distinto. Y cuando luego le daba el toque firme, lo embarcaba en la bamba y se lo llevaba tras de sí con esa cintura prodigiosa que nadie le adivina a primera vista en lo que menos pensaba era en las orejas que le iba a cortar. Importaba la forma de colocarse para lograr el muletazo previsto, decir el toreo con la máxima verdad que uno tenga dentro y rematar con uno de pecho que pareció no acabar. No. Allí no importaba cuánto. Importaba cómo se dibujaba el natural metido entre los pitones, transmutado, entregado y olvidado del cuerpo. Tan ensimismado estaba José Antonio el de La Puebla en la profunda verdad de los naturales entregados, que llegó la cogida por echárselo tan atrás que no se podía escapar. Ni se miró, a pesar de la paliza; porque lo importante no eran las orejas que paseó tras reventarlo, sino las letras mayúsculas con las que entró su nombre en la historia. Morante, maltrecho y magullado, pocas veces se sintió tan torero.

Morante y la de Miura en Sevilla

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Morante en Sevilla. © Diego Alais

Asumió el reto de estoquear la corrida de Miura en Sevilla y salió ovacionado del envite, teniendo que estoquear en primer lugar un toro de Virgen María en sustitución del ejemplar titular. El triunfo de Fregenal de la Sierra, la gran tarde de tres orejas de Jaén en la que la música del toreo fue él y el triunfal cierre de número 1 en Arenas de San Pedro estuvieron acompañadas de su tarde del 12 de octubre en Madrid.

12 de octubre en Madrid: oreja al primero de Alcurrucén

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Morante en Madrid. © Luis Sánchez Olmedo

El 12 de octubre cortó una oreja en Madrid al primero de Alcurrucén. Tuvo Morante arrebato para soplarle cuatro verónicas de más voluntad que pulcritud al saltito incómodo que pegaba a mitad de viaje. Y gracia hasta para coger la esclavina del mismo centro para acercar al funo al jaco. Y esperar el quite: gracia para citar, gracia para embeber y gracia para vaciar el viaje del animal con su capote. Y gracia para llevar al castaño como Joselito hace un siglo: galleando con el envés hacia el caballo de Cruz el noble tranco del toro manchego. Por gaoneras la respuesta de un Simón a punto de ser prendido. Y el universo en su montera: la que lanzó por la espalda a su ayuda tras pedir preceptivo permiso. Y a torear: a ayudar al dulcecito de Alcurrucėn para reventar Madrid en el inicio de obra más rotundo de la era post Covid en esta plaza. Y tras ello, a honrar a Chenel: pronto y en la mano decía el maestro y en tres series de riñones al aire y con el empaque como dogma siguió predicando el toreo con mayúsculas. Hasta que el burel le duró. No tiró de una porfía que no es su homilía sino de esa misma gracia en recursos como el molinete al natural final… y el deleite por ese lado. Una delicia. Y la estocada -un dedo tan sólo baja- para pasearle la oreja.

Fotografía de portada: Ivi Martín