EDITORIAL

Los porqués de la condena del sector taurino


miércoles 24 marzo, 2021

La nueva realidad que se ha ido generando necesita todas estas cosas -que el toro demuestra no tener- para navegar en ella

La nueva realidad que se ha ido generando necesita todas estas cosas -que el toro demuestra no tener- para navegar en ella

Parece trágico decir que el sector taurino está condenado a la progresiva desaparición por inoperancia, pero es hacia donde apunta la deriva que ha tomado un barco cuyo timón quieren demasiados pero muy pocos -contados con los dedos de una mano- están capacitados para llevar. Y esos no están entre los que se postulan para ello. Tal vez porque conocen las causas de la enfermedad como conocían en la Edad Media la asepsis mientras el común de los mortales evitaba el jabón. Es más, se reía de los que abogaban por el baño. Y estaban tan concienciados del problema que se bañaban una vez al año, aunque no tuviesen falta…

El siglo XXI ha ido acercando al individuo formas cada vez más individuales, más personales y más asequibles de disfrutar de su ocio, y le ha ido adoctrinando, además, sobre cuáles eran moralmente aceptables y cuáles no, mientras el individuo lo era cada vez menos para convertirse en parte de la más manejable masa que vieron los siglos. Por eso corren malos tiempos para cualquiera que sea librepensador, que cabalgue contracorriente o que decida, simplemente, que no está de acuerdo con lo que le impone la tiranía de las Redes Sociales y el actuar no para tu disfrute, sino para que vean que has disfrutado. Y no. No es lo mismo. No es ni parecido, mire usted.

En una sociedad donde lo de menos es la verdad no cabe un espectáculo tan cruelmente verdadero como la tauromaquia. Es un mundo que vive de espaldas a la muerte y se hipoteca de por vida como si fuera a vivir mil años, pero acumula fotografías en el móvil como si la vida se fuese a acabar mañana. En un entorno tan contradictorio no cabe un baile con la muerte donde la muerte SIEMPRE participa y, además, lo llamamos fiesta. El problema es que siempre ha sido la fiesta de unos pocos, pero esos pocos sabían soltar, sabían dejar que la grandeza les rodease para que siguiese fluyendo por doquier. Y a medida que los agujeros en los planteamientos se hacían cada vez más grandes por falta de arreglo e incluso de remiendo, los que debían heredar la grandeza y adaptarla a cada realidad siguieron jugando con la de antaño. Y no quisieron ver el problema. Y no supieron, por tanto, adelantarse a los nuevos tiempos. Y perdieron la batalla por incomparecencia.

Ahora a nosotros nos toca heredar el erial y salvaguardar lo poco que quede de un espectáculo tan grande que sigue estando vivo haciéndoselo todo al revés. Y en una situación de pandemia donde debemos gritar y aporrear las puertas en unas zonas y mantenernos calladitos en otras, pero ni siquiera eso sabemos leer. La presión es en La Mancha, donde los festejos a mitad de aforo son una realidad y deben anunciarse todos los días para que los que mandan comprendan que tenemos que vivir los que vivimos de esto. La presión es en Extremadura, donde ya se empieza a mover el sector anunciando festejos que deberían ser aún más por los mismos motivos que en La Mancha. Por cierto, con gobiernos socialistas ambas comunidades. La presión es en Castilla y León, la única región de España que tiene unas tablas preparadas para celebrar festejos en cada situación pandémica sin necesidad de que Sanidad otorgue los permisos. Los facilitamos, por si hay alguno que aún no se ha enterado. Pero la presión no es en Madrid. La situación en la Villa es mucho más delicada.

Nos acercamos a unas elecciones regionales en las que los taurinos SOLO tenemos una opción. No parece razonable que vayamos a dinamitar sus posibilidades formando un revuelo alrededor de Madrid. Aquí se juega el futuro, no la celebración de una feria más o una menos. Y eso no significa que no se tenga razón; sólo que hay que saber cuándo hacerla valer. Y ya habrá tiempo tras el 4 de mayo. O eso esperamos. Porque si no es así, dará igual que protestemos, que gritemos, que cantemos o que hagamos el pino puente, porque el toreo estará sentenciado. Y está más cerca de lo que parece.