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Diano, un semental de raza: esta es su historia


jueves 4 marzo, 2021

A mediados del siglo XIX, un santanderino afincado en Colmenar Viejo, D. Vicente Martínez, se hizo ganadero de bravo adquiriendo la vacada de D. Julián Fuentes...

A mediados del siglo XIX, un santanderino afincado en Colmenar Viejo, D. Vicente Martínez, se hizo ganadero de bravo adquiriendo la vacada de D. Julián Fuentes...

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Por Carlos Barragán 

 

A mediados del siglo XIX, un santanderino afincado en Colmenar Viejo, D. Vicente Martínez, se hizo ganadero de bravo adquiriendo la vacada de D. Julián Fuentes, Regidor de la Corte en Madrid. Parte del ganado era de casta jijona y otra vacas oriundas de Salamanca, y gozó de gran notoriedad, lidiando en Madrid, en la plaza vieja de la Puerta de Alcalá. y otras capitales.

 

Don Vicente, pasado un tiempo y consciente de la necesidad de refrescar la sangre de su ganado, adquirió un toro berrendo a D. Joaquín de la Concha y Sierra, y en la ganadería comenzaron a nacer toros berrendos en negro, pelaje que continuó cuando fue vendida a D. Antonio Pérez Tabernero, que la puso  a nombre de su esposa, la heredó su hijo Juan Mari y posteriormente Juan Ignacio, el propietario actual del hierro de Montalvo que, aparte del cruce con Domecq, el núcleo principal, todavía conserva algunos toros de este pelaje mencionado.

 

A la muerte de D. Vicente, heredaron la ganadería sus hijos políticos, D. Luis Gutiérrez como titular, y  conscientes de la bajada de casta y bravura decidieron efectuar un nuevo cruzamiento, a pesar que los ganaderos de entonces eran poco partidarios de esta medida y confiaban en la selección continuada la permanencia de la bravura de sus reses.

 

La decisión de cruzar fue lenta, tanteando posibilidades de ganaderías hasta que se eligió la de D. Eduardo Ibarra, de Sevilla, hierro entroncado directamente en la casta Vistahermosa y que gozaba de gran cartel. Esta ganadería, pasado el tiempo dio origen a las dos ramas principales actuales del toro de lidia, la de Santa Coloma y la de Parladé, después Conde de la Corte, origen posterior de los encastes Atanasio y Domecq, que significan hoy, en pureza o cruzamiento,  más del setenta por ciento de las ganaderías actuales de la Unión .

 

Tras las pertinentes gestiones, un semental negro zaino, cuatreño y fino de cabos llegó a la estación de Villalba en 1903 y fue trasladado a pie hasta las fincas de Colmenar, permaneciendo como semental hasta 1917 en que fue decayendo su vigor genésico, incluso con la particularidad genética de dar mucho mayor porcentaje de hembras que de machos.

 

En la casa ganadera se siguió la trayectoria del semental como un acontecimiento en herraderos y tientas de su descendencia, contabilizada en 271 machos y 290 hembras, generalmente de pelo negro con algún detalle accidental, hasta que a principios de 1920 murió el toro dejando una reata que ha sido destacada por su cantidad incluso en los tratado de zootecnia como ejemplo de animal raceador.

 

Los primeros productos del cruce se lidiaron el 10 de junio e 1909, en Madrid, con divisa morada, por los diestros Vicente Pastor, Regaterin y Bienvenida padre, siendo picados el primero, de nombre Solimán y el cuarto, llamado Clavellino, por Varillas y el turolense Cantaritos. La corrida salió buena en general y el toro, y sus descendientes, algunos también sementales, acreditaron la divisa  en los ruedos españoles en unos tiempos en que otros criadores de  Colmenar Viejo, que fue siempre tierra de toros, como Esteban Hernández, Bañuelos, Félix Gómez, y Aleas competían con Veragua, Saltillo, Murube y otros ganaderos de renombre.

 

Los datos sobre Diano han sido sacados, en gran parte, así como la fotografía del toro,  del libro que con el mismo titulo escribió D. Luis Fernández Salcedo, ingeniero agrónomo, biznieto de Vicente Martinez y ahijado de D. Luis Gutiérrez, autor de otras publicaciones como los Cuentos del Viejo Mayoral donde refleja magistralmente la vida del campo del toro y todo lo que la rodea, con un estilo sencillo, lleno de gracia, ingenio y excelente narración.

 

En el campo, el toro sigue siendo una escuela para aficionados y su disfrute, toro y paisaje, es un regalo de la naturaleza. Compruébenlo si tienen ocasión, pues luego verán, apreciarán,  con otra mirada el acontecimiento del ruedo. El verdadero aficionado, además de asistir a los festejos taurinos, debe formarse leyendo y hablando de toros, sin que, por sistema,  la discusión sobre gustos y modos de torear sea el centro de la convivencia de esa afición.