ALCALÁ DE HENARES (MADRID)

El toreo regresa a La Estudiantil en todo su esplendor


domingo 29 agosto, 2021

Ferrera, Morante y Juan Ortega ofrecen una tarde de oda al temple, la inspiración y el alma para cerrar la feria

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Marco A. Hierro / Fotogalería: Ivi Martín

Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Juan Ortega -en sustitución de Cayetano- trenzaban este domingo el paseíllo en la segunda de la feria taurina de Alcalá de Henares. A las ocho y media arrancaba el paseíllo en un festejo en el que se lidiaban toros de Antonio Bañuelos.

El acero afea una faena barroca y sentida de Ferrera al primero

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Tenía bella estampa y hechuras de embestir el primero de Bañuelos, al que le fue pegando lances Ferrera hasta el centro del ruedo. Justo en la fuerza, pero boyante en la calidad el toro, que recibió un trato exquisito del extremeño. En la media altura le fue pidiendo la arrancada primero, sin repetir, sólo afianzando su intención y su clase. Exigió luego en el trazo, muy suave, delicado incluso, pero eterno en el dibujo, que parecía no acabar nunca. La faena rompió con la mano izquierda, con Ferrera roto y acompañando el toreo con todo el cuerpo y también con el alma. Roto también el tendido con una faena siempre a más en la intensidad. La lástima fue el pinchazo y la estocada desprendida, que dejaron en una oreja el toreo del extremeño.

Morante cautiva al tendido a dos por hora en el segundo bis

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El segundo, de bella estampa y fuelle justo, se fue para atrás por arrastrar los cuartos traseros. Y fue al intentar devolverlo cuando se vivió una situación dramática, al golpear la puerta de chiqueros y escupir hacia el ruedo a uno de los torileros, dejándolo entre las patas y a su merced en unos instantes eternos. Afortunadamente, el operario se levantó por su pie sin aparente lesión en las carnes. También de Bañuelos era el Sembrador que hizo sobrero, más basto en la apariencia, pero con noble expresión, dentro de su seriedad. Le faltó ritmo, sin embargo, en el capote de Morante, que tuvo que desistir de estirarse a la verónica y sólo una media para dejarlo colocado en el penco fue el bagaje capotero. Por eso quiso dejar el quite a la verónica despacio, con el toro más templado y el pulso a mil. Sensacional. Pero más aún lo fue el inicio a dos manos, suave, pero con gobierno, con cintura y mando. Sublime al natural, cada vez más despacio, hasta terminar latiendo trazos al compás de tres octavos. Delicado en su ademán, firme y sin dudas en las muñecas, que parecían pararse por momentos. Excelso en todo menos en la estocada, que fue media tendida y dejó su premio en una oreja.

Juan Ortega le roba al tercero la justa bravura que traía

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Las verónicas del saludo de Juan Ortega al bello tercero no sólo tuvieron buena cadencia y gran pulso, también tuvieron exposición, pata palante y quietud cuando el animal acortó los viajes y se volvió sobre las manos. Y para exposición, la de Andrés Revuelta en banderillas, con dos pares en la misma cara. Con la muleta hizo gala Juan Ortega de su proverbial serenidad para desenvolverse entre pitones. Le dio pausa al feble animal, le marcó el ritmo que necesitaba su toreo y fue aprovechando las medias arrancadas que le daba el de Bañuelos. Y fue a menos el animal, al que la falta de raza le impedía seguir acudiendo a la cita que proponía el sevillano. Pero siempre apostó por el toreo Juan, al que le viene dando igual cómo embista el toro, porque él va a interpretar de la única forma que le vale. A este sí lo reventó de un espadazo de premio. Oreja.

Ferrera se exhibe con el cuarto y lo desoreja

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Lo de Antonio Ferrera con el capote en el cuarto fue un compendio de suertes a cual más templada, a cuál más bella. Verónicas, gaoneras y también tres pares de banderillas que accedió a colocar tras la insistente petición del público. Y el tendido ya había enloquecido con Ferrera cuando llegó el último tercio. Y lo inició de rodillas, al tercio y saliéndose con el de Bañuelos hasta los medios. Disfrutando del toreo, amalgamado con el toro. Fue tirando despacito de la poca fuerza del animal hasta llevarlo muy enganchado, muy despacito, probando cosas, pasándoselo en grande de pasarlo por la misma barriga. Indescriptible, Ferrera, transmutado. Hasta aprovechó el viaje del toro cuando se arrancó, una vez cuadrado, para reventarlo de un estocadón hasta las cintas. Dos orejas.

Morante ofrece una lección magistral de toreo con el quinto

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Quiso Morante estirarse de capa con el quinto, más terciado, pero tan bruto de salida que no se lo permitió al de la Puebla, con un navajazo que dejó el percal en dos. Fulgurante fue el inico de muleta, con la autoridad de quien se sabe mandón del toreo, imprescindible en el momento actual. Le dejó la muleta muerta para componer mientras se lo pasaba despacio por la barriga. Y el tendido loco. Ya no lucía recorrido ni fuelle el animal cuando llegó el epílogo, porque el toreo al natural, arrebatador pero natural, fue de gobierno completo. Morante disfrutaba de torear y todos los demás de que lo hiciera. Por alto y a dos manos el final, abrochado con un trincherazo y un desprecio que supieron a esperanza. Luego se volcó en el morrillo para enterrar la espada, tan entregado que salió despedido del embroque, sabiendo que tenía en la mano las dos orejas.

El temple sereno de Juan Ortega conquista al tendido, pero no su espada

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El último toro de la feria fue la confirmación del buen hacer de la empresa al devolver los toros a Alcalá; serio, con perfil pero sin estridencias, con caja pero sin exageraciones. Impecable de lámina. Otra cosa fue que se le vino por dentro y con el viaje casi nulo a Juan Ortega en el capote, obligándolo a desistir de lancearlo a la verónica. Pero se sacó la espinita en el quite, de preciosas navarras, que no obligaban, pero sí lucían y aportaban a la faena. Como lo hizo luego el toreo de castigo con que comenzó la faena Ortega, porque ayudó a que la tomase después el castaño tal como le pedía el matador. Y esto era despacio, humillado y seguido, porque lo demás lo ponía él. Erguido, sereno y reposado, con el cáncamo recto y el piso a la arena, fue toreando con la mano diestra y sin ayuda, desatando los olés que no terminan de morir porque hay un tranco más donde ya no lo esperaba nadie. Magnífico el toreo de Ortega, que dejó media estocada tendida en la que moría una de las dos orejas que ya acariciaba. Y el descabello se llevó la otra. Ovación.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Alcalá de Henares, Madrid. Segunda de feria. Corrida de toros. Tres cuartos del aforo permitido.

Toros de Antonio Bañuelos, de gran clase y fondo el buen primero, aplaudido en el arrastre; de buen fondo y agradecido desempeño el buen segundo bis; muy feble y con la raza menos que justa el tercero; de gran calidad y fuelle justo el noble cuarto, ovacionado; de gran clase en el fondo y aristas que limar el quinto; con tendencia a venir por dentro el castaño sexto, obediente en la muleta.

Antonio Ferrera, oreja y dos orejas.

Morante de la Puebla, oreja y dos orejas.

Juan Ortega, oreja y ovación.