EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Morante hizo así…


sábado 18 septiembre, 2021



Morante
Morante en Illumbe. © Jokin Niño

Por Paco March

Y si no acabó con el cuadro (la espada se atragantó) poco le faltó.

El gesto de rabia del genio de La Puebla cuando a la tercera fue la vencida denotaba una frustración, la de llevarse premio, que fue la de todos. Pero más allá de tal circunstancia, lo cierto es que José Antonio Morante Camacho dejó sobre el albero maestrante una nueva prueba, una lección más, de su rica y cabal tauromaquia, de su clarividencia y – también- pundonor torero.

Se dice de un torero que «ha estado pundonoroso» como menoscabo y para tapar deficiencias. No es el caso de Morante, en el que pundonor se traduce por responsabilidad y compromiso. Y de responsabilidad y compromiso, adobados en un sentimiento artístico esplendoroso, estuvo compuesta la faena al segundo de su lote, al que quien más quien menos ya daba por perdido. No su matador, que se lo llevó a los medios y allí le hilvanó series en redondo de muletazos soberbios en fondo y forma. Riñones hundidos, talones asentados, embroque perfecto, remates airosos, si no podía ser el de pecho surgía la trincherilla o el molinete. Y cuando el toro mostró su cara descastada y se fue hacia las rayas camino tablas, Morante supo sostenerle ahí y llegaron naturales a pies juntos, rematados, sentidos. En eso que, sin motivo para ello, la Banda dejó de tocar «Suspiros de España» y Morante, incrédulo como todos, amostazó el gesto. Luego la espada quiso emborronar lo hecho.

La corrida, la del regreso de los toros a La Maestranza, que es como decir la del regreso a la vida, tuvo más historia, en la que desde luego no están los dos primeros de Morante y Aguado. Sí el de Roca Rey, un gran toro que embistió largo, humillado y con fijeza con el que el peruano pudo explayarse en una faena bien estructurada.

Tras » lo de Morante» la tarde se vino arriba en el tercio de quites del quinto, con las chicuelinas pura sevillanía de Pablo Aguado y la réplica firme de Roca Rey tuvo su aquel, que continuó en un inicio de faena de rodillas llevando templadas y largas las embestidas, lo mismo que sucedió con el torero ya en pie , que fue arrimón previo al pinchazo y la estocada, que hicieron que el usía se guardara el pañuelo.

Que tras tanto tiempo esperando llegara ese paseíllo a la esperanza te fallen los ligamentos de una rodilla justo después de saludar la ovación de bienvenida y reencuentro es un malaje que Pablo Aguado supo afrontar previa visita a la enfermería. Y lo hizo dejando impronta de su tauromaquia templada, alada, en un tercer toro que apenas le dejó opción a ello. Luego, al sexto, que tenía motor pero no clase y sí brusquedad, lo toreó a la verónica con sabor y brindó al público una faena iniciada muy toreramente, genuflexo y por abajo. Se puso Aguado para torear y por el pitón derecho logró algún que otro redondo de buena composición pero sin posibilidad de mayor lucimiento.

Volvieron los toros a La Maestranza… y Morante fue Morante. Como en otras muchas plazas durante toda la temporada. Que sigue…