Pablo López Rioboo / Fotos: Emilio Méndez
El Fandi, José María Manzanares y Juan Ortega trenzaban el paseíllo en la segunda del abono del histórico San Miguel maestrante de este 2021. Se lidiaba un encierro de Jandilla para esta segunda de Feria. Una ovación de gala sirvió para dar la bienvenida a los actuantes.
Soñaba aquel niño de ojos claros y mirada cristalina con ser toreo, soñaba con algún día poder trenzar el paseíllo en su plaza. Jugaba de chiquillo al toro, sin prisas, sin mirar ningún reloj, sin hacer caso a una agenda que le marcara el paso. Cuando eres niño el tiempo no es oro, cuando todo es un juego ese tiempo pasa a ser secundario, la prioridad es otra. Pasó el tiempo y aquel muchacho se hizo hombre y maduró, porque sino la vida te arrolla como un tren de cercanías, pero las prioridades seguían siendo las mismas pese a no ser ya un chiquillo. Dicen que las prisas son malas consejeras, por lo que no hay hacerles demasiado caso. Llevaba siete años anhelando Ortega con pisar Sevilla, su Sevilla. Podía parecer impaciente por ello, pero el bien sabía que llegaría en el momento indicado. Y por fin llegó, una tarde de final de verano en la que el Fandi usó sus armas para intentar llevarse el gato al agua, la espectacularidad de su toreo es su marca registrada, esa marca que Manzanares no tiene patentada, el busca el toreo por la vía del empaque, de la expresión, de la entrega. Busca torear con los vuelos y a eso solo se llega por una vía. En el cartel dos espadas de acreditada trayectoria, por detrás un torero vestido de verde Esperanza y oro, esa esperanza que la afición siempre tuvo depositada en él. Y entre espectáculos y empaques le voló el capote a Ortega. ¡Qué forma de hacerse notar!. Su media sonrisa tras ver a Sevilla rendida a sus pies definía a la perfección que lo allí vivido no era fruto de la casualidad, sino de la paciencia y del tiempo, y por que no la inocencia de aquel niño que jugando al toro ya soñaba con verónicas, chicuelinas y delantales, un sueño que pasó de ser un juego a un anhelo, ese sueño que por momentos pareció inalcanzable y que hoy por fin se cumplió. Sevilla no aguantaba más sin verlo.
Silenciado Fandi con el noble y manejable, aunque medido de fuerzas, primero
Medido de fuerza pero de buena condición fue el cinqueño de Jandilla que abrió plaza. Un animal que fue agarrando celo conforme aprendió a moverse con las fuerzas que tenía. Un toro que pedía suavidad y pocas brusquedades, sino se violentaba. Dentro de la desigualdad de la faena, destacaron muletazos cadenciosos cuando acertó a cogerle la velocidad. Anduvo pulcro y aseado un Fandi que nunca pudo apretarle de verdad al animal. Toro de buena condición pero al que todo había que hacérselo a media altura. Tras dejar una buena estocada fue silenciado.
Oreja a la elegancia y el empaque de Manzanares con el segundo de Jandilla
El segundo de la tarde fue un animal de Jandilla con la virtud principal de la humillación. Un astado al que Manzanares fue haciendo poco a poco, primero llevándolo a media altura y línea recta para más tarde apretarlo por bajo. Tuvo fijeza y prontitud un Jandilla que transmitía en sus embestidas, la cuales no siempre fueron francas. Acertó Manzanares en darle la media distancia para acrecentar sus ganas de embestir. Por el izquierdo le costó tomarle el pulso en una primera serie algo desigual, para dejar una posterior muy arrebatada llevándose al animal tras la cadera. Fue una faena de series cortas marcadas por el sello de la elegancia. Porfió Manzanares con el toro ya a menos viendo que la faena perdía vuelo. Tras una estocada que tiró al toro sin puntilla paseó la primera oreja de la tarde tras una petición mayoritaria pero no unánime.
El poco fondo y la justeza de fuerzas del Jandilla dejan en ovación la inmensa torería de Ortega
El plato fuerte de la tarde se vivió en el tercero. Durmió las embestidas de salida con su capotito Ortega, meció a la verónica al rebrincado Jandilla para regalarle a Sevilla su majestuoso toreo de capa. Verónicas al ralentí en las que sobresalieron tres de auténtico escándalo por trazo, expresión y compás. Verónicas de muñecas rotas, cintura, vuelos, caricia…, todo ello ante un toro al que le faltó fuerza para corresponder a tan magno recibo de capa. Sonó la música, Sevilla estaba ya rendida al toreo de Juan. Ese que volvió a salir de sus muñecas en un gran quite por chicuelinas, ¡qué garbo!, ¡qué torería!, ¡qué plasticidad!. Galleó con tanta gracia y despaciosidad que el capote se quedaba flotando, sin querer hacer caso a las leyes de la física. Fueron cinco minutos de éxtasis, de miradas de incredulidad entre aficionados, algo que ya queda guardado en la memoria de todos los que estuvieron presentes. Ya en la muleta el sevillano vio como la condición del animal, marcada ya desde salida, se hacía patente. Pudo eso si dejar un inicio de faena por bajo de indudable torería, dos trincheras y un cambio de mano con aires de toreo añejo y aromas de arrabal. Pero ahí quedó todo, la poca entrega que le quedaba al animal ya se la había dejado antes. Ortega tiene ese concepto marcado por la escuela clásica sevillana, ese de dar siempre las ventajas al toro, ese en el que el toreo en circulo está marcado a fuego como ‘dogma de fé’ de la religión de profesa. Esa e la que las puntas de las zapatillas siempre están mirando de frente al toro para después torear con las muñecas y la cintura hasta llevarse al animal tras la cadera. Pero fue imposible, el animal no podía empujar e irse prendido tras las telas, básicamente porque su escasa fortaleza se lo impedía. Se vació, y con el las ilusiones de la afición. De ahí en adelante todo fue a la defensiva. Tras dejar media estocada y atascarse con el verduguillo saludó una ovación desde el tercio tras sonar un aviso.
Silenciado Fandi con el cuatro de Jandilla
El cuarto Jandilla tuvo la virtud de la movilidad pero le faltó mayor empuje y entrega para romper de verdad. Ante este Jandilla vimos un pulcro y aseado Fandi, pero al que le faltó sin embargo mayor fibra ante el astado venido de tierras extremeñas. Cierto es que se deslizó mejor a zurdas, por ahí si la tomó con mayor calidad, pero sin embargo no conectaron toro ni torero. Faena plana en la que el respetable tomó parte por el astado. Tras pasaportar al animal fue silenciado.
Un firme Manzanares es ovacionado con el descastado y agrio quinto
Muy por encima del agrio quinto estuvo Manzanares, un toro que nunca fue metido en los trastos y con el que hizo un gran esfuerzo el espada alicantino. Siempre soltando la cara y metiéndose por dentro. Muy firme estuvo Manzanares para ir poco a poco puliendo los defectos de un animal con movilidad pero exento de entrega. A base de exponerle consiguió robarle muletazos por ambos pitones. Trató al animal como si fuera bueno, dándole las ventajas y poniéndose donde el animal podía hacer por él. Faena para aficionados la realizada por un Manzanares al que se le ve el buen momento por el que pasa. Sevilla ya a visto el momento por el que pasa, hoy tragó con un toro por el que nadie apostaba, su compromiso con Sevilla le obligaba a ello. Firmeza de plantas, bragueta y temple fueron las armas con las que tuvo que enfrentarse a un Jandilla que tras perder esa movilidad inicial enseño al público menos entendido su verdadera condición. Tras pasaportarlo de una estocada saludó desde el tercio como premio a una tarde de total entrega.
Ortega se queda sin toro por la nula condición del último Jandilla
Ninguna opción le dio a Ortega el colorao que hizo sexto. Un ejamplar con el que solo pudo esbozar alguna verónica de buen trazo ante un toro sin fijeza. Ya en el posterior quite por delantales dejó patente el de Jandilla que sus embestidas iba a ser desiguales, anodinas y a media altura. Esa media altura que intentó aprovechar Juan en un inicio de faena muy torero, un comienzo de trasteo en la que intentó sacarle lo poco que llevaba dentro al astado a base abrirle los caminos con suavidad, pero ni por esas. El Jandilla bajó la persiana y dejó inédito a un Ortega que se vio obligado a abreviar. ¡Para qué más!. Una media estocada fue suficiente para acabar con los huesos del descastado animal en el albero. Saludó desde el tercio en reconocimiento de su firme y torera actuación.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Segunda de abono. Corrida de toros. Más de media plaza del aforo permitido.
Toros de Jandilla y Vegahermosa (5º), apretados de carnes y con buena hechura. Noble, pronto y franco el flojo primero; galopón y a más el agradecido segundo, aplaudido en el arrastre; repetidor y entregado de escasa duración el flojo tercero; con movilidad pero sin orden el cuarto; arisco, berreón e informal el desagradecido quinto; desordenado, topón y de cara suelta el imposible castaño sexto.
El Fandi: Silencio en ambos
José María Manzanares: Oreja y ovación con saludos
Juan Ortega: Ovación con saludos tras aviso y ovación con saludos
INCIDENCIAS
Ovacionada resultó la terna tras finalizar el paseíllo. Saludaron montera en mano Andrés Revuelta y ‘Perico’ tras pareal al tercero de la tarde.